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Quiero romper con mi pareja, pero no puedo.
Todos conocemos o incluso hemos llegado a vivir la situación de permanecer en una relación de pareja aun sabiendo que está muerta y que nos sentimos insatisfechos. La decisión de romper la relación puede resultar muy dura, es probable que lo alarguemos en el tiempo y que no nos sintamos capaces de hacerlo.
Cuando estamos valorando si romper o no la relación de pareja nos encontramos con muchos pensamientos que entran en conflicto, por un lado están los sentimientos hacia la otra persona y un sinfín de miedos: el miedo a la reacción del otro, el miedo a los cambios que tendré que afrontar tras la ruptura, el miedo a equivocarnos, el miedo a sufrir, el miedo a la soledad, etc. Pero por otro lado pensamos en los aspectos de la relación que ya no nos satisfacen, los conflictos que han surgido durante la misma y esa intuición que nos lleva a pensar en que la decisión de romper podría ser la adecuada.
Los indicios que nos pueden llevar a pensar en la ruptura son múltiples, dependen de muchísimos factores, y como cada relación es un mundo, pueden variar considerablemente. Aún así, voy a enumerar muchas de las quejas que me plantean los pacientes que se encuentran en esta situación: sensación de insatisfacción general, distanciamiento de la pareja, menor contacto físico y afectivo, disminución de relaciones sexuales, problemas en la comunicación, poco entendimiento, dificultad para encontrar puntos en común, actitudes egoístas (centradas en uno mismo), infidelidades, no sentirse enamorado del otro, actitudes o emociones que no deben estar en una relación de pareja “sana” tales como celos, falta de confianza y querer controlar o cambiar al otro.
Pues bien, una vez que nos encontramos en esta situación tenemos que tener muy claro que una ruptura sin dolor es prácticamente imposible.
“No es realista pretender dejar una relación de pareja significativa sin que duela”
Una de las principales barreras a la hora de llevar a cabo la ruptura es no querer dañar al otro; “querer hacerlo bien”, y es comprensible que no queramos herir a la persona que todavía sigue siendo nuestra pareja. Pero este tipo de barreras nos pueden llevar a alargar indefinidamente una situación donde no nos sentimos bien. Y si nos mantenemos en una relación que no está funcionando, es muy posible que se produzca tal desgaste, que la convivencia llegue a ser muy desagradable o lleguen a darse conflictos importantes. Y en algún momento, tendremos que hacer frente a la ruptura igualmente, pero más débiles, por todo el desgaste sufrido.
Además, es más importante conseguir poner fin a una situación que no es positiva para ninguno de los miembros de la pareja, y que cada uno tenga la posibilidad de rehacer su vida, que el hecho de “romper bien”. Pasado un tiempo, no se recordará tanto el modo en que se produjo la ruptura, sino la oportunidad de construir una nueva vida.
“Cuánto menos dolorosa sea la ruptura para ambos, mejor. Pero si no es posible, mejor romper que quedarse atrapado en una relación insatisfactoria”
Otra de las barreras que aparece con frecuencia y que nos impiden tomar la decisión, es que consideramos que la otra persona es más vulnerable, la vemos más enamorada o ha generado mucha dependencia de nosotros y no consideramos que sea capaz de aceptar la decisión fácilmente, y al final nos mantenemos en la relación “por pena”.
Pues bien, lo mejor que puedes hacer por una persona a la que quieres, pero no como una pareja, es darle la libertad para poder rehacer su vida.
Tras una ruptura, tanto si eres el que ha tomado la decisión, como si eres el “dejado”, supone una pérdida y es necesario pasar por el duelo correspondiente. Quizás es importante «desdramatizar» este sufrimiento, una vez que uno ha conseguido romper definitivamente con el otro, sin contactos ni nuevas interacciones, es posible que en unas pocas semanas ya estemos lo suficientemente reestablecidos. Eso sí, es normal que los primeros días uno sufra episodios de llanto frecuentes, eche mucho de menos a la otra persona, tenga impulsos difíciles de controlar de contactar con su expareja y tenga dudas sobre si ha tomado la decisión adecuada.
El hecho de romper puede resultar doloroso, pero también, trae cosas buenas. Ganamos libertad, podemos tomar decisiones atendiendo sólo a nuestras necesidades y deseos, podemos crear un nuevo estilo de vida, conocer gente nueva e iniciarnos en actividades diferentes.
Tras la ruptura, tenemos la oportunidad de volver a conectar con uno mismo.
Los problemas de pareja, la toma de decisiones o el superar una ruptura, son consultas muy frecuentes en psicoterapia. Contacta con Decide Psicología si te encuentras “atascado” en una situación así.


Cómo hablar de la muerte a un niño/a. El duelo en la infancia.
La muerte de un ser querido es un hecho difícil de asimilar. Puede suponer un punto de inflexión en nuestras vidas. Y el trabajo del duelo puede resultar largo y costoso. La situación se complica cuando además de lidiar con nuestro dolor, tenemos que explicar a un niño o niña lo que ha sucedido y acompañarles en su proceso.
A continuación os facilitamos unos planteamientos para tener en cuenta en esta difícil tarea:
- Cada niño percibe la muerte de una manera diferente dependiendo de su edad, de su nivel de madurez, de sus propias vivencias, etc. Por lo que sería recomendable que el adulto que va a tratar la muerte con el niño le conozca bien para poder adaptarse a él. Es importante elegir un momento de calma, dedicándole todo el tiempo necesario y permitiéndole que exprese sus emociones.
- Cuando en el entorno cercano al niño hay una persona que sufre una enfermedad grave o ha fallecido alguien, los menores perciben que algo está ocurriendo. Aunque tratemos de “protegerlos” de una situación desagradable; los niños perciben cambios en el tono y en el estado de ánimo de los adultos que le rodean, puede haber cambios en sus rutinas, etc. Por lo tanto, lo mejor es que los niños sean informados de lo que está ocurriendo (adaptando la información a su nivel de desarrollo) y aprovechar también ese momento para tranquilizarlos.
- Cuando vamos a hablar sobre la muerte a un niño pequeño (aproximadamente menos de 6 años) le explicaremos que el cuerpo se detiene del todo; deja de respirar, de moverse y de sentir. Es importante no asociarlo a cuando alguien está dormido porque la persona no volverá a despertarse y además pueden adquirir miedos en torno al hecho de quedarse dormido. Cuando la muerte se produce tras una enfermedad grave, debemos explicar que esa enfermedad no es como cuando se tiene un resfriado o nos duele la tripa. Necesitan entender que existen muchos tipos de enfermedades y con diferentes niveles de gravedad. Añadir múltiples “muy” les puede ayudar a entender la diferencia; “estaba muy muy muy muy muy enfermo y eso le pasa a poca gente”. En el caso de tratarse de una persona mayor, le diríamos algo como “ya estaba muy muy muy muy muy viejito”, para que no se asusten ante el hecho de hacerse mayor o del “envejecimiento” de las personas adultas de su entorno.
- Cuando los niños son más mayores pueden ya entender la irreversibilidad de la muerte y más que explicarles en qué consiste, pueden necesitar información adaptada a su nivel sobre la causa del fallecimiento para evitar que generen angustia en torno a la posibilidad de su propia muerte o a la de otros seres queridos.
- Es muy importante escuchar al niño y permitir que exprese sus emociones sin censurarlo. En ocasiones generan fantasías, miedos o incluso culpa ante la muerte de un ser cercano y necesitan de la comprensión y aclaración del adulto. No debe preocuparnos si durante la conversación también lloramos, le estaremos transmitiendo que pueden expresar sus emociones. Si el adulto se contiene pueden entender que no es adecuado sentir o expresar la pena o la tristeza.
- Recomendamos evitar eufemismos del tipo “pérdida”, “se la ha llevado” o “ha emprendido un largo viaje”, porque pueden entenderlo de manera literal y porque se corre el riesgo de generar en los menores el miedo a ser abandonados generándoles más ansiedad.
- La decisión sobre que los menores asistan o no al entierro o funeral es muy personal. Sin embargo, que estén presentes en los actos de despedida les puede hacer sentirse parte del proceso y les ayuda en la elaboración del duelo.
- Durante el periodo posterior de duelo es recomendable facilitar la expresión emocional del niño mediante dibujos, diarios o cartas (en los más mayores). Seguir atentos para poder aclarar sus dudas o aliviar sus miedos. Mejor si sus rutinas no se ven muy trastocadas y evitar en la medida de lo posible que pasen mucho tiempo con otras personas que no son sus cuidadores habituales.
Por su nivel evolutivo, es común que los niños no tomen la iniciativa a la hora de hablar sobre la muerte y las preocupaciones que les genera, pero no quiere decir que no tengan sus dudas o sus miedos en relación a la muerte. Muchas veces hacen algún comentario aislado y eso nos puede dar la pista de que tienen alguna preocupación asociada a la muerte. Sería el adulto el que en este caso puede buscar el momento adecuado para sacar el tema.
Si tiene alguna consulta o desea información sobre este tema, no dude en ponerse en contacto con nosotras a través de info@decidepsicologia.com o a través del formulario de contacto de esta misma página web.
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