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Autoestima y asertividad
El ser humano vive dentro de en un entorno social, es decir, nuestro mundo se compone de un complejo entramado de personas que cumplen distintas funciones y que influyen en mayor o menor medida en nuestro entorno más directo.
En nuestro día a día interaccionamos continuamente con otras personas.
Hay grupos de personas que pueden hacer cosas por nosotros, a las que no conocemos de nada, por ejemplo, el personal que nos atiende para darnos una cita médica.
Hay personas a las que sí conocemos, con las que podemos tener una mayor o menor relación, y que pueden tener una influencia importante en nuestras vidas; nuestro jefe, un maestro, o la comunidad de vecinos.
Y hay otro grupo de personas, con las que además compartimos algún tipo de vínculo emocional, y forman parte de lo que entendemos como nuestro entorno social más cercano; nuestra familia, nuestra pareja, nuestras amistades,…
Mi funcionamiento dentro de este complejo mundo social depende de muchísimos factores, algunos externos y otros internos. Pero en este texto vamos a hablar de algunos factores intrínsecos que pueden influir en la manera en la que nos relacionamos con los otros.
En primer lugar quería nombrar el concepto de HABILIDADES SOCIALES (HHSS), que se refieren a todo el conjunto de destrezas que ponemos en marcha a la hora de interactuar con otras personas.
El conjunto de las habilidades sociales suele abarcar 4 grandes áreas; la comunicación no verbal, la comunicación verbal, la expresión de emociones y las habilidades de planificación.
Las personas que gozan de buenas habilidades sociales suelen adaptarse con éxito al entorno social, pudiendo desenvolverse bien en distintos ambientes.
Sin embargo, no disponer de unas habilidades sociales adaptativas, puede afectar negativamente a cómo nos relacionamos con los otros, pudiendo afectar en distintas áreas como la comunicación o la resolución de conflictos.
Seguramente el ser humano está en un continuo aprendizaje de HHSS, puesto que nos encontramos frecuentemente con personas y escenarios cambiantes.
A lo largo de un proceso terapéutico se pueden identificar si existen dificultades en esta área y trabajarlo a través del entrenamiento en habilidades sociales.
Otro concepto que influye mucho en cómo nos sentimos y en cómo nos relacionamos con nuestro entorno es la AUTOESTIMA.
La autoestima es la valoración que hacemos de nosotros mismos en torno a distintas áreas como capacidad intelectual, aspecto físico, destrezas, aptitudes, desempeño laboral, éxito social, etc.
De esta valoración, surge un sentimiento de satisfacción o insatisfacción con nosotros mismos, que influye en nuestra manera de sentir, en la manera que interpretamos nuestra realidad y en la manera en la que nos relacionamos con los otros.
Por ejemplo, una persona con una autoestima baja puede desarrollar la tendencia a desconfiar del otro, a “interpretar” críticas en los comentarios de las otras personas o ver “segundas intenciones”, y actuar en consecuencia, es decir, como si estuviera siendo atacado.
Mientras que una persona con una autoestima sana, al sentirse satisfecho y seguro consigo mismo, puede poner en marcha otro tipo estrategias en su relación con el otro.
En consulta, con mucha frecuencia, nos encontramos con personas que sienten que tienen una baja autoestima y que eso les afecta en su manera de funcionar y de sentir. El desarrollo de una autoestima sana, en muchos casos, forma parte de uno de los objetivos del plan terapéutico.
El tercer concepto que queremos nombrar relacionado con el área del funcionamiento social, es la ASERTIVIDAD.
La asertividad la podríamos describir como la capacidad de salir airoso de situaciones sociales conflictivas o ambiguas. Es decir, poder mostrar y defender nuestras necesidades, deseos o derechos de una manera adecuada, sin resultar agresivo, pero tampoco dejándonos pisotear por el otro.
Una queja frecuente (y representativa de la baja asertividad) que nos plantean muchos pacientes es que no son capaces de decir NO a las peticiones de otras personas aún cuando les parecen injustas o abusivas. Tienen miedo a que si se niegan, pueda surgir un conflicto, puedan ser rechazados, o pueden sentirse culpables.
Cuando en Psicoterapia trabajamos la asertividad, se exponen los distintos tipos de respuesta asertiva, y las estrategias necesarias para poder desarrollarla en las situaciones concretas de su día a día.
Cada uno de estos conceptos, habilidades sociales, asertividad y autoestima, puede interactuar con otras circunstancias de nuestra vida. Por ejemplo, si estamos inmersos en una relación de pareja donde existe violencia de género, nuestra autoestima se va a ver muy afectada, los trastornos de personalidad podrían relacionarse con dificultades en las habilidades sociales, o algunos conflictos laborales pueden generar una conducta poco asertiva. Pero también, las experiencias positivas, como por ejemplo la experiencia de vínculos emocionales sanos tanto en la infancia como en la vida adulta, pueden ayudarnos a desarrollar las estrategias necesarias para adaptarnos mejor a nuestro entorno.
Aunque en este apartado solo os hemos presentado estos conceptos, la literatura, la información y la utilidad de estos campos es muy amplia.
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