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Convivir con la depresión
La depresión se está configurando como una de las enfermedades más frecuentes en nuestra sociedad actual. Esto significa que muchas personas sufrirán depresión en algún momento de su vida y que los allegados a estas personas, también se verán en la situación de convivir con una enfermedad, en ocasiones, difícil de entender.
En consulta, es frecuente, que la persona que está sufriendo depresión, explique las dificultades que está teniendo en relación con su familia y amigos. A veces porque se sienten incomprendidos, porque les dan consejos que no les están ayudando, otras porque se sienten abandonados. En alguna ocasión, son los propios familiares de la persona que está experimentando depresión, los que solicitan ayuda para saber qué pueden hacer para ayudar al familiar que está sufriendo, y cómo sobrellevar ellos también la enfermedad.
Mi intención con este artículo es dar una orientación a esos acompañantes para ayudarles a “convivir con la depresión” y para ello os invito a reflexionar sobre las siguientes ideas:
- Algunas frases, que seguramente se digan con una buena intención, no siempre tienen ese efecto deseado. Son frases que de alguna manera juzgan el estado emocional de la persona que sufre depresión, o minimizan la importancia de su malestar, o los responsabiliza de su estado, o incluso les hablan de soluciones “fáciles” a su situación. Es importante aprender a detectar este tipo de frases que no ayudan y evitarlas en la medida de lo posible. Algunos ejemplos podrían ser: “venga, anímate un poco y se te pasa”, “lo que tienes que hacer es salir un poco más y no ponerte tan dramático”, etc.
- Uno de los síntomas que con frecuencia aparece en la depresión es el sentimiento de soledad. En ocasiones no hace falta decir nada con la intención de ayudar, solo estar ahí, acompañando.
- A este acompañamiento se le podría añadir el contacto físico. Una palmada en el hombro, un abrazo silencioso, puede ayudar a la persona con depresión a sentir cerca a su gente.
- Para no añadir mayor malestar a la persona deprimida, es importante mostrarse comprensivo ante sus emociones, escuchar sin juzgar, y así favorecer su desahogo.
- Como puedes leer en este enlace sobre la depresión, otro de los síntomas que aparece en este tipo de cuadros es la anhedonía. Consiste en la incapacidad para experimentar placer por actividades donde antes uno sí disfrutaba. Así, una opción de los allegados o familiares, podría ser la de facilitar actividades placenteras y de ocio. No se trata de obligarles, si no de proponer o ayudar a llevarlo a cabo. Por ejemplo: ayudar a planificar una quedada con amigos íntimos, comer su plato favorito, salir a la calle, hacer ejercicio físico, recibir un masaje, etc.
- Otro de los síntomas que puede aparecer en la depresión son pensamientos sobre la muerte e ideas de suicidio. Los familiares y personas cercanas al paciente tienen un papel importantísimo en la prevención del suicidio puesto que son las personas que más le conocen y a las que seguramente acuda si “llega a su límite”. Según los datos, en la mayoría de los casos, antes de intentar llevar a cabo el suicidio, el afectado ha solicitado algún tipo de ayuda en su entorno. Hablar de ello, desahogarse o ayudar a tomar decisiones (como solicitar ayuda profesional) puede ser de gran ayuda para la persona enferma.
- Otro aspecto importante a tener en cuenta como familiar o allegado de una persona que sufre depresión, es la necesidad de autocuidado, de seguir teniendo una vida y de no verse arrastrado por la depresión de la persona con la que convive. El acompañante no puede comportarse como una persona enferma (por ejemplo sin salir de casa, abandonando las relaciones sociales o las actividades de ocio). Para poder apoyar al otro debe cuidarse como cuidador.
- Por último, quería comentar, que en ocasiones, con el afán de ayudar a una persona que vemos abatida, podemos caer en el error de facilitarles en exceso la vida ocupándonos de muchas sus responsabilidades, solucionando sus problemas o eximiéndoles de sus tareas. Como explicamos en este enlace «El pozo de la depresión«, parte del proceso de cura pasa por ir enfrentándose a ciertos esfuerzos controlados (mejor si están supervisados por un profesional), y el hecho de que de manera indirecta pueden obtener algún tipo de beneficio secundario al hecho de padecer depresión, podría dilatar involuntariamente el problema en el tiempo.
Si estás en la situación de tener que convivir con una persona con depresión, o eres tú mismo quien la sufre, no dudes en ponerte en contacto con nosotros. En Decide Psicología podemos ayudarte, sabemos ayudarte.
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El avance psicológico en Psicoterapia.
Para ayudar a mis pacientes a entender la evolución que siguen a lo largo de la psicoterapia, suelo hablarles de las claves en las que me fijo, que no son otras que los parámetros que utilizamos los profesionales para valorar los síntomas.
Estos parámetros son los siguientes:
- INTENSIDAD
- FRECUENCIA
- DURACIÓN.
La Intensidad se refiere al nivel de malestar que nos genera un síntoma. Para evaluarlo podemos crear una escala subjetiva de 0 – 10. Donde el 0 equivale a ausencia del malestar, y el 10 al nivel de perturbación más alto que pueda experimentar respecto a ese síntoma. Por poner un ejemplo, un paciente puede informar tras varias sesiones de intervención, que sigue experimentando síntomas fisiológicos de ansiedad, pero con un nivel 4 de intensidad, cuando al inicio de la psicoterapia informaba de un nivel 8 ó 9.
La Frecuencia nos indica el número de veces que aparecen los síntomas que me perturban. Por ejemplo, un paciente puede observar que un determinado síntoma, como por ejemplo ideas obsesivas de contaminación, tras haberlo trabajado en psicoterapia, lo experimenta 5-6 veces a la semana, mientras que al principio, aparecía 3-4 veces al día.
La duración hace referencia a la cantidad de tiempo que está presente un síntoma una vez que aparece. Es decir, tras avanzar en la psicoterapia, un paciente puede seguir informando de apatía a primera hora de la mañana todos los días, pero que es capaz de retornar a la normalidad pasados unos 20 minutos, mientras que al principio, ese estado, le podía durar hasta varias horas.
Conocer y tener en cuenta estos parámetros puede ayudar al paciente a comprender la evolución que está siguiendo. Y entender que aunque siga experimentado un determinado síntoma a diario (como por ejemplo, ansiedad), si la intensidad con la que aparece es menor, ya está consiguiendo avances.
Además de saber que existen estas claves para entender la propia evolución de cada uno, es importantísimo conocer que el proceso de recuperación pasa por fluctuaciones, donde uno puede experimentar importantes avances, y a la semana siguiente volver a sentir síntomas que creía tener superados. Estos aparentes retrocesos pueden hacer sentir frustración al paciente y generar pensamientos del tipo: “no estoy avanzando”, “no voy a ser capaz de superar mi problema”, “siempre vuelvo a lo mismo”. Pues bien, estas fluctuaciones son perfectamente normales, y en muchas ocasiones, analizando lo que ha ocurrido podemos hacer ver al paciente, que ha podido volver un determinado síntoma, pero que no lo está experimentando con tanta frecuencia como antes, y que por lo tanto no está igual que al principio, ni mucho menos. De hecho, estos altibajos, suelen tratarse de pequeños períodos y puede alcanzarse el nivel de funcionamiento previo con cierta facilidad y poder seguir así avanzando en su proceso.
Mantener una actitud positiva y confiar en el proceso de desarrollo personal, va a ser una clave importante a la hora de hacer frente a estas fluctuaciones. Si alimentamos con pensamientos de tipo negativo y rumiaciones el bache por el que estamos pasando, estaremos haciendo que el malestar crezca y sea más fuerte. Es más adaptativo pensar que es perfectamente normal tener momentos malos, relativizar la importancia de ese malestar, y pensar que mañana puede ser perfectamente un día mejor. No hay que olvidar, que en el individuo “sano” también aparecen fluctuaciones en su estado de ánimo. Todos sabemos lo que es tener un mal día, pero también sabemos que ese “mal día” no es mi normalidad sino algo pasajero.
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