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«Yo me quedo en casa»
GUÍA BÁSICA PARA AFRONTAR EL CONFINAMIENTO
España está en un estado de alarma. Situación tremendamente excepcional a la que no nos habíamos enfrentado antes. Así que la situación actual obliga a tomar medidas extraordinarias. Ya sabéis, nos quedamos en casa para no exponernos al virus, no propagarlo en caso de estar infectados y evitar también cualquier tipo de accidente o circunstancia que nos lleve a requerir los servicios sanitarios. El fin último es descongestionar la sanidad.
Así, nuestras casas se han convertido en nuestro refugio (aunque en algunos momentos pueda parecer más una cárcel) que nos mantiene “protegidos” del dichoso virus.
No sabemos por cuánto tiempo se va a alargar esta situación, pero lo que sí sabemos es que nos esperan varias semanas de pasar mucho mucho mucho tiempo en nuestros hogares. Nuestros hábitos y rutinas han cambiado drásticamente. Y como todo cambio, requiere un ejercicio de adaptación a las nuevas circunstancias.
Además de mandaros todo mi apoyo, (y espero que sea recíproco), quería ofreceros algunas recomendaciones para afrontar lo mejor posible el día a día y para llevar a cabo ese cambio de hábitos.
- Mantén unas rutinas y unos horarios. Algunas personas continúan con sus trabajos fuera de casa y otras mantienen su actividad laboral a través del teletrabajo, así sus rutinas y horarios pueden estar más determinados por esta condición. Pero otros muchos tienen todo el día por delante sin una organización predeterminada de sus tiempos y tareas. La recomendación es tener todos los días unas rutinas y horarios similares, para tener organizado el día y que cuando uno se despierte sepa qué va a hacer a lo largo de esa jornada. Así que decide qué vas a hacer cada día, cuánto tiempo le vas a dedicar a cada actividad y más o menos en qué momento del día lo vas a hacer. No olvides que toda esta organización puede ser flexible. Se trata de ayudarnos a pasar los días lo mejor posible, no de generarse más estrés.
- Haz una lista de tareas y actividades que quieras aprovechar a hacer en estos días. Intenta incluir entre esas tareas cosas que realmente te apetezca hacer y no sólo las tareas obligatorias y las típicas de limpieza o bricolaje que tenías pendiente. Ver películas o series, darse un baño relajante, ordenar las fotos, leer, manualidades, probar recetas nuevas, ejercicios de relajación, etc. Ya sabéis que están saliendo un montón de iniciativas geniales para poder visitar museos de manera virtual, ver conciertos, obras de teatro, … Consulta tu lista con frecuencia para ayudarte a organizar tu día a día.
- Utiliza las distintas estancias de la casa. Puede que en nuestras rutinas normales pasemos la mayor parte de nuestro tiempo, el que no estamos durmiendo, en el salón o sala de estar. En la medida de lo posible, distribuye tu tiempo y tus tareas en los distintos espacios que tengas disponibles, no permanezcas casi todo el día en la misma estancia. Y si tienes balcón o terraza seguro que le puedes sacar mucho partido en estos días.
- Cuida el aseo diario. Ya sé que muchos no salimos de casa, pero si nos descuidamos, la sensación de abandono y desesperación puede ser mayor. Mantén con normalidad tus rutinas de aseo diario: lavarse, ducharse, peinarse, afeitarse, depilarse, cambiarse de ropa… Sí, ya sé que lo de estar en pijama todo el día es muy cómodo y puede resultar hasta “atractivo” para algunos, pero cuando se acumulan los días, ya no parece tan buen idea.
- Intenta mantener cierto orden en tu casa, en la medida de lo posible. Los espacios muy desordenados pueden generar sensaciones negativas.
- Mantén unos horarios de acostada y levantada similares. Aunque no tengamos que ir a trabajar o a nuestras actividades normales, es sano que nuestras rutinas de sueño no se alteren mucho. Ante la “desocupación”, en especial entre los jóvenes, es fácil que poco a poco se vayan alterando los patrones de sueño porque nos quedamos hasta tarde viendo series o películas, consultando redes sociales y/o jugando con el móvil, el ordenador o videoconsolas. Las consecuencias de acostarse a altas horas de la madrugada y pasar gran parte del día durmiendo suelen relacionarse con falta de motivación, sensación de vacío, desconexión con la realidad, aislamiento social y falta de implicación en responsabilidades, hasta podría afectar a nuestro carácter. Por los ritmos circadianos, nuestro cuerpo está preparado para dormir de noche, y mantenerse activo de día. ¡Haz caso a tu cuerpo!
- Cuida tu alimentación. Ya sabes que las recomendaciones de los profesionales suelen ser hacer entre 4-5 comidas diarias y evitar alimentos procesados, hipercalóricos y muy grasos. Quizás ahora tenemos más tiempo para cocinar y probar cosas nuevas. Ya sabéis que a través de internet se pueden conseguir un montón de ideas y recetas nuevas para todos los niveles. Además de tratar de mantener una alimentación sana y variada, es importante controlar “los picoteos” entre horas. Ante la inactividad y el aburrimiento es más fácil que asaltemos la nevera o ese armario donde guardamos los snacks. Antes de comer algo, para un momento y pregúntate “¿tengo hambre de verdad?”, puedes tratar de mitigar ese gusanillo bebiendo un buen vaso de agua y redirigiendo tu atención hacia otra actividad. Si en algún momento decides ponerte un aperitivo, no comas directamente desde el envase; échate la porción que decidas en un recipiente, y vuelve a guardar el resto para no tenerlo tan disponible.
- Crea nuevas rutinas de ejercicio físico. Evidentemente ya no tenemos la posibilidad de salir a caminar, a correr, montar en bicicleta, ir al gimnasio o a nuestras actividades programadas. Así que podemos volver a tirar de internet para acceder a un montón de vídeos con sesiones de ejercicios para realizar en casa. No olvides guiarte por informaciones ofrecidas por profesionales y ajusta el tiempo y el tipo de ejercicios a tu estado de forma.
- Limita el contacto con la tecnología. Una sobreexposición a aparatos digitales nos puede afectar negativamente en distintos sentidos: puede afectar a nuestra visión, puede provocar dolores de cabeza, también se relaciona con sedentarismo, incluso puede llegar a convertirse en una adicción. Desde el punto de vista psicológico puede generar sensación de vacío, de pérdida de tiempo o incluso de aburrimiento. Elige los contenidos o actividades que realmente te resulten interesantes y no uses la televisión o redes sociales solo por pasar el tiempo.
- Mantén un contacto frecuente y continuado con familiares y amigos. Hoy por hoy, no se necesita tener a alguien físicamente para sentirlos cerca. El estado de confinamiento no tiene que significar necesariamente aislamiento. A todos nos gusta comprobar que nuestros allegados están bien. Utiliza también estos medios que tenemos a nuestro alcance para sacar temas distintos a la situación actual.
Sé que hay muchas dificultades y circunstancias que no se abordan con estas recomendaciones. Pero quería empezar por las indicaciones que tienen por objetivo mantener un nivel de funcionamiento básico.
Muchos me estáis preguntando y sugiriendo más temas a abordar para afrontar esta inusual situación. Me lo apunto en mi lista de tareas pendientes, y según vaya pudiendo, voy publicando más contenidos. Por ahora ya tenéis disponible varias entradas nuevas en el blog que os ofrece varias estrategias para la gestión emocional «Primeros auxilios emocionales en tiempos de coronavirus» y otra sobre cómo afrontar esta situación con niños en casa: Sobrevivir al confinamiento con niños en casa
Como muchos ya sabéis, por ahora no estamos realizando sesiones presenciales, pero para todos aquellos que lo necesitéis podemos tener citas por videoconferencia. Os dejo también por aquí una dirección de correo electrónico (miriamps@decidepsicologia.com) y mi número de teléfono (620930561). Contactadme para cualquier cosa que necesitéis.
En Decide Psicología queremos ayudarte, sabemos cómo ayudarte.
Lear MoreWhatsApp vs Comunicación
¿Alguna vez has tenido algún problema con alguien por no haceros entender a través del WhatsApp?, ¿alguien se ha quejado porque «le has dejado en visto» y no le has respondido a un mensaje?, ¿has tratado de solucionar un conflicto a través de este medio y te has quedado con la sensación de que no está bien resuelto?.
Seguramente hayas respondido sí a alguna de estas preguntas, y si no lo has vivido tú en persona, lo habrás visto a tu alrededor.
Las nuevas tecnologías están cambiando nuestra manera de comunicarnos, pero… ¿realmente podemos confiar en que los chats nos facilitan la relación con otras personas?. Está claro que permiten mantener el contacto, pero cuando surge algún conflicto, debemos cuestionar su utilidad.
Las habilidades de comunicación conforman la herramienta más eficaz para garantizar un buen entendimiento entre personas. Dependiendo de cómo alguien se exprese, su lenguaje no verbal, las palabras elegidas, el momento y el medio adecuado… su mensaje llegará de manera efectiva al oyente, o podrán producirse malos entendidos.
Hace un tiempo escribí una entrada sobre algunas estrategias a tener en cuenta a la hora de afrontar conflictos interpersonales (“Las 9 claves para salvar una discusión”). Ahí planteaba que cuando necesitamos hablar sobre un tema importante o gestionar un conflicto con otra persona, el mejor medio para hacerlo es cara a cara y en la medida de lo posible evitar hacerlo por teléfono, por e-mail, y por supuesto por cualquier tipo de chat.
Pero la realidad es que ya son muchísimas las personas que están muy acostumbradas al uso de las nuevas tecnologías, y al final el WhatsApp y aplicaciones similares están siendo utilizados como uno de los medios de elección para comunicarse y gestionar situaciones tensas a nivel interpersonal.
Veamos los motivos por los que se extiende su uso:
LA INMEDIATEZ: a través de un chat se puede iniciar o contestar un hilo de conversación prácticamente en cualquier momento y lugar. Con esta inmediatez nos creemos que podemos aliviar la tensión interpersonal que se crea cuando surge algún conflicto. Ese momento en el que has detectado algo que no te gusta y tienes que soltarlo. Pero ya os adelanto que esto no siempre es así; ni se resuelve, ni es tan inmediato.
EL ESCUDO: cuántas veces nos vemos diciendo (escribiendo) cosas que no nos atreveríamos a decir cara a cara; porque son muy directas, atrevidas, agresivas o inapropiadas. Por WhatsApp nos “envalentonamos” porque no tenemos que enfrentarnos directamente a la reacción de la otra persona cuando suelto la bomba. El poder de provocar es una de las armas que nos ofrecen los chats a la hora de enfrentar los conflictos, pero realmente ¿ayuda a solventarlos?.
EL CONTROL: este tipo de chats nos permite conocer el momento en que la persona recibe un mensaje, cuándo lo lee, y cuánto tarda en contestarlo.
LA PERMANENCIA: todo lo escrito queda ahí, y podemos volver a ello siempre que queramos. Aquí, las palabras no se las lleva el viento. En cualquier momento pueden convertirse en la mejor defensa o en un letal ataque.
Que estos elementos contribuyan al creciente uso de los chats para afrontar temas importantes no significa que sean apropiados, o que lo que nos ofrecen realmente supongan ventajas a la hora de favorecer la comunicación.
Todos estos elementos tienen su parte claramente negativa:
- Tomarse un tiempo para la reflexión es una herramienta psicológica que nos va a permitir un mayor control emocional y una mejor gestión de los conflictos. La inmediatez que ofrecen los chats no siempre invita a ser reflexivo desde un primer momento, ni nos ayuda a controlar las conductas impulsivas.
- Nos vemos obligados a limitar nuestro lenguaje verbal. La cantidad de palabras utilizadas suele ser considerablemente menor cuando utilizamos los chats. Esto va a ir en contra de las posibilidades de expresarse y de hacerse entender.
- Perdemos también mucha información al no contar con un lenguaje no verbal. El lenguaje no verbal son todos aquellos elementos que acompañan a las palabras que utilizamos y que enriquecen su significado. El tono de voz, la postura corporal, los gestos, la mirada,…, aportan una valiosa información para entender el mensaje que nos llega. Los chats han incluido los emoticonos como herramientas para completar el tono de la conversación, pero, claro está, no es lo mismo, ni de lejos.
- El propio medio invita a desarrollar conductas obsesivas y de control. Releer hasta la agonía determinadas conversaciones, buscar y buscar el significado y los motivos de las palabras del otro, tratar de interpretar cualquier acción (“tarda mucho en responderme”, “lo ha leído pero no me contesta”, “está en línea pero a mí no me está escribiendo”, etc.). Todas estas acciones invitan a generar rumiaciones y otro tipo de pensamientos negativos que pueden avivar los conflictos en vez de ayudar a solventarlos.
- Paradójicamente, la inmediatez que proporciona el medio no está relacionado con el tiempo que se tarda en resolver un conflicto. De hecho, los tiempos se alargan. Entre que pienso lo que voy a decir, cómo lo escribo, lo tecleo, la otra persona lo recibe, lo lee, decide contestar, se piensa lo que va a decir y cómo, lo teclea y lo recibo yo de vuelta, pueden pasar desde unos pocos segundos hasta horas o ¡incluso días!. Yo siempre planteo a mis pacientes que varias horas de conversación a través de Whatsapp equivalen a unos minutos de conversación cara a cara.
- Otra particularidad es la subjetividad con la que interpretamos las palabras del otro. La entonación y el sentido que le damos a las palabras que recibimos los decidimos nosotros en función de factores que no siempre tienen mucho que ver con lo que la otra persona ha querido expresar. Pueden influir nuestro estado de ánimo, el tiempo que le podamos dedicar al mensaje, las expectativas que tenemos sobre lo que va a pasar, etc. Por poner un ejemplo, si yo le cuento a mi pareja por WhatsApp un posible plan y preveo que no le va a gustar, es fácil que, conteste lo que conteste, yo reaccione a la defensiva. Que me pone un “OK”, yo ya puedo pensar que es un mensaje muy escueto y que seguro que está molesto. Que me pregunta algún detalle sobre el plan, puedo pensar que ya va a empezar a ponerme pegas. Que tarda un rato en responderme, yo puedo ponerme impaciente y considerar que no le ha gustado. Y así sucesivamente.
Los fallos en la comunicación pueden generar muchos malos entendidos y el Whatsapp y otros tipos de chats ofrecen una comunicación llena de carencias.
Los chats pueden resultar útiles para contactar, transmitir una información neutral o como forma de esparcimiento. Pero no sustituye a las habilidades comunicativas de una persona.
Hagamos un uso práctico y responsable del Whatsapp.
Lear MoreLa comunicación con un hijo adolescente
Dentro del marco de los problemas familiares, con frecuencia atiendo a padres y madres con hijos/as adolescentes o jóvenes, que reclaman ayuda para mejorar la relación y la convivencia.
Con frecuencia, los padres y las madres se quejan de que existe una brecha importante entre ellos y sus hijos/as, y los jóvenes se quejan de que sus padres no les entienden y no siempre los sienten como la persona de referencia a quien acudir en caso de necesitar un apoyo.
Este escenario suele ser complejo porque abarca multitud de factores que influyen en cómo está funcionando la dinámica familiar: estilos educativos de los padres, las circunstancias particulares de cada miembro de la familia, la trayectoria de la relación paterno-filial, acontecimientos vitales significativos en el entorno familiar, etc.
Así, es complicado exponer un modelo concreto de intervención en estos casos, porque cada familia tiene sus propias particularidades y la terapia debe adaptarse a cada grupo familiar.
Aun sabiendo que existen muchos aspectos de la dinámica familiar que es importante tratar cuando surgen problemas, y ya que no es posible tratar todos ellos en un mismo artículo, me gustaría abordar un aspecto particular en los estilos comunicativos dentro de una familia con hijos/as adolescentes:
Cuando tratamos con adolescentes, debemos tener en cuenta su propia manera de entender el mundo que, no en pocas ocasiones, dista mucho de la manera del adulto:
- Su vida social suele ser una de sus principales prioridades y, aparentemente, por delante incluso de la vida familiar. Digo «aparentemente» porque, aunque el adolescente no lo perciba como tal, el seno familiar es el que le proporciona estabilidad emocional e influye enormemente en su desarrollo personal.
- Tienden a tener una visión egocéntrica de la vida. Son muy sensibles a sus propias necesidades y deseos, pero no tanto a los de otras personas por las que no sienten especial interés.
- En la dinámica familiar, el adolescente suele luchar por su propia individualidad; busca la reafirmación de su “yo”. Quiere tomar las decisiones que afectan a su vida y se siente preparado para realizar actividades propias del adulto: manejar dinero, mantener relaciones sexuales, salir de noche, viajar con amigos, etc. Sin embargo, el adulto siente que todavía necesita cierta supervisión.
Para mejorar la comunicación entre el adulto y el joven es importante tener en cuenta la perspectiva del adolescente, ponernos en su lugar, comprender sus prioridades y su manera particular de entender el mundo. Para romper esa brecha es necesario hablar el mismo idioma:
- Aunque el adulto tenga necesidad de conocer cosas sobre la vida de su hijo/hija, debe tratar de conseguir que las conversaciones fluyan y no sean un interrogatorio (“¿dónde has estado?, ¿con quién has salido?, ¿qué hacéis tanto tiempo en la calle?”). Nos puede ayudar a entenderlo pensar en la situación de cuando un amigo nos cuenta algo que le ha ocurrido; en ese caso, no le reprochamos de primeras su actitud o sus decisiones, si no que tratamos de empatizar con él, entender sus motivos y apoyarle, además de ofrecerle después nuestra opinión o consejo. Un esquema parecido es el que podemos tratar de imitar con nuestros hijos adolescentes, necesitan sentirse comprendidos y escuchados.
- Con los jóvenes, es difícil imponer unas normas porque sí, es recomendable explicar los motivos sinceros por los que creemos que las cosas se deben hacer de una determinada manera, y estar abierto a escuchar sus argumentos y negociar. Los límites son necesarios, sí, pero también pueden ser flexibles en determinados momentos.
- Los adolescentes están pasando por una época de cambios importantes y nuevas vivencias. Mostrarse disponible (receptivo a escucharles), y atender a la parte emocional de sus experiencias, les puede ayudar a sentir que pueden contar con sus padres si lo necesitan. Si deciden contarnos alguna experiencia personal, no debemos quedarnos sólo en determinados detalles que no nos han gustado e interesarnos más por cómo se han sentido.
- Para que la relación sea cercana, es importante compartir tiempos agradables en familia, momentos de calidad. Compartir alguna actividad de ocio (deportes, juegos de mesa, eventos familiares, etc.) y reunirse en la mesa tanto como sea posible (desayunos, comidas, y cenas), a ser posible sin televisión ni móviles para que fluyan las conversaciones.
- Los jóvenes también necesitan sentir que no se les trata como a niños. Que el adulto comparta sus propias vivencias (pasadas o presentes) o les consulte sobre algún problema que han tenido, puede servir para acercarse a ellos, para que entiendan que su opinión también cuenta y vean al adulto como a una persona accesible.
- En las conversaciones es muy importante evitar las etiquetas. Existen numerosos estudios que explican que una persona tiende a comportarse según la etiqueta que se le ha puesto. Así, si yo reitero mucho la expresión “mi hija es una chica difícil de llevar”, en parte puedo estar condicionando su repertorio de comportamientos. Es mejor señalar los comportamientos o actitudes concretos de cada situación que no aprobamos, que hacer un reproche a la persona en general.
Introducir cambios en los hábitos comunicativos en el seno familiar, como todo, lleva tiempo y requiere constancia.
Necesitamos identificar dónde se pueden estar produciendo problemas y encontrar las soluciones más eficaces para cada caso. Es posible que no apreciemos resultados significativos nada más poner en marcha los cambios que nos proponemos, nos desanimemos en nuestro empeño y volvamos al estilo con el que solíamos funcionar antes.
Debemos darnos tiempo, para que nosotros nos sintamos más cómodos con los cambios, nuestros hijos/hijas empiecen también a aceptar esos nuevos estilos comunicativos y la dinámica familiar vaya mejorando poco a poco.
Siempre que veamos que la situación nos sobrepasa, o que no somos capaces de mejorar la situación, tenemos la opción de recurrir a la ayuda profesional de un psicólogo que nos sirva de guía para identificar los problemas y a implementar las soluciones apropiadas para cada caso.
Lear MorePSinopsis de TOC TOC
Hoy venimos con ganas de hablar de Arte con TOC TOC, una comedia de teatro con muchísimo éxito de Laurent Baffie. Por el hecho de ser accesible a un público mayor vamos a analizar la adaptación española que se llevó al cine en 2017, de la mano de Vicente Villanueva.
La obra se centra en un grupo de pacientes que coinciden en la sala de espera de un afamado psiquiatra, pero éste se retrasa y los personajes empiezan a interactuar entre sí llegando a una improvisada terapia de grupo. El punto en común de la mayoría de los personajes es el TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo).
Vamos a empezar explicando qué es el TOC: Se trata de un trastorno que se caracteriza por la presencia de obsesiones, compulsiones o ambas:
- Las obsesiones son pensamientos no deseados, recurrentes y persistentes, con un contenido negativo muy impactante y que causan un malestar importante. La persona trata de ignorar o suprimir estos pensamientos con algún otro pensamiento o acto, y esto es lo que suele desencadenar la aparición de la compulsión.
- Las compulsiones se definen por comportamientos repetitivos y rígidos (p. ej., lavarse las manos, ordenar, comprobar las cosas) o actos mentales (p. ej., rezar, contar, repetir palabras en silencio). El objetivo de los comportamientos o actos mentales es prevenir o disminuir la ansiedad, o evitar algún suceso o situación que se teme que sucederá si no se realiza la compulsión. Sin embargo, estos comportamientos no tienen por qué tener una relación lógica con la obsesión que pretenden aliviar y, aunque la tengan, suelen resultar claramente excesivos.
Las obsesiones y compulsiones suponen un importante gasto de tiempo e interfieren de manera significativa en el paciente. En definitiva es un trastorno que llega a resultar muy limitante y genera un importante malestar en la persona que lo sufre.
Y hasta aquí, la parte técnica.Para continuar, vamos a hablar de cada uno de los personajes que aparecen y analizaremos algún aspecto característico de su patología.
BLANCA: sufre un TOC de limpieza. Por su trabajo y su obsesión, ha atesorado gran cantidad de información técnica sobre todo tipo de gérmenes y microorganismos a los que estamos continuamente “expuestos”. Su obsesión le lleva a no poder reprimir la necesidad de lavarse concienzudamente cada vez que se considera expuesta a una fuente de gérmenes. En este caso, podemos ver fácilmente una conexión entre obsesión y compulsión: sí parece tener cierta lógica recurrir a lavarse las manos cuando hay una preocupación por el contagio, pero aquí entra en juego el componente excesivo del que hablábamos; es excesiva la preocupación, hasta hacerse obsesiva, y es excesivo el ritual de limpieza; en este tipo de TOC es muy significativa la cantidad de tiempo invertido en la “desinfección” y la importante interferencia a la hora de llevar una vida normal.
ANA MARÍA: sufre un TOC de comprobación. Su obsesión está relacionada con anticipar todo tipo de catástrofes que pueden ocurrir en su hogar por lo que siente la necesidad de verificar una y otra vez que todo está “asegurado” en su casa. En las personas que presentan este tipo de TOC, la compulsión les lleva a hacer un número de veces exagerado e innecesario la misma comprobación (por ejemplo, mirar 15 veces cada grifo antes de salir de casa para asegurarse que ninguno queda abierto). Conviven continuamente con la duda de si lo han comprobado lo suficientemente bien. Estas comprobaciones les pueden llevar mucho tiempo y suelen acabar afectando a sus rutinas y a sus actividades laborales y de ocio. Ana María, además, tiene fuertes convicciones religiosas y para aplacar su constante nerviosismo repite continuamente el acto de santiguarse y distintas oraciones y rezos.
EMILIO: padece aritmomanía o TOC numérico. Siente la irremediable necesidad de contar todo aquello que sea cuantificable a su alrededor, además se relaciona con su entorno convirtiendo todo en un problema matemático que resuelve a través del cálculo mental llegando a desarrollar incluso una gran habilidad. Emilio sufre además un segundo TOC, un trastorno por acumulación. Consiste en la dificultad de deshacerse de objetos o de renunciar a las posesiones independientemente de su valor económico o sentimental. Las personas que tienen este tipo de trastorno pueden llegar a acumular gran cantidad de objetos, haciendo poco habitables sus hogares y evidentemente acarrea importantes problemas de convivencia. Emilio utiliza el sentido del humor como una estrategia para relacionarse con su entorno, y parece tener algunas dificultades a la hora de poner límites a sus bromas y calibrar si proceden o no.
OTTO: este joven presenta un TOC de orden. Siente un fuerte impulso por ordenar, incluso objetos que no son suyos, buscando obsesivamente la simetría. También evita pisar las rayas del suelo cuando camina. Todas las personas, en algún momento de nuestras vidas, hemos jugado a ir saltando por las franjas blancas del paso de cebra o a caminar por la calle según alguna regla inventada, pero en este caso se llevan esas manías o juegos más comunes a un extremo patológico. En el caso de Otto se visibiliza muy bien la interferencia del trastorno en su vida personal cuando se queja de no haber podido mantener nunca una relación de pareja más de 3 días.
LILI: esta joven padece un interesante cóctel. Por un lado sufre ecolalia (la repetición exacta de sonidos, palabras y frases que acaba de escuchar) y palilalia (la repetición de sonidos, palabras o frases dichos por sí misma). Estas alteraciones del habla suelen aparecer en el contexto de otros trastornos mayores como autismo, esquizofrenia, lesiones cerebrales y demencias. Pero Lili lleva a cabo las repeticiones en forma de una compulsión. Sus pensamientos obsesivos están relacionados con la muerte y el inicio del trastorno se relaciona con una experiencia traumática. Es en su caso donde mejor podemos apreciar la falta de conexión entre la obsesión (ideas catastrofistas sobre la muerte) y la compulsión (la repetición de palabras).
FEDERICO: Sufre un trastorno muy peculiar llamado Trastorno de la Tourette, que no es exactamente un TOC. Se caracteriza por la presencia de múltiples tics motores y uno o más tics vocales. En este trastorno, con frecuencia, aparece la coprolalia, que es el uso impulsivo de palabras obscenas o soeces. Esta enfermedad se inicia en la infancia o adolescencia y suele durar toda la vida, aunque puede haber algunos períodos breves de remisión. Asociados a este trastorno, aparecen frecuentemente obsesiones y compulsiones para intentar manejar las manifestaciones del Trastorno de la Tourette, por lo que tendría también el diagnóstico de TOC.
La película también nos muestra parte de la vida cotidiana de estos personajes, que nos ayuda a tener algo más de información sobre el TOC y, sobre todo, visibiliza las terribles consecuencias que este trastorno tiene sobre las personas que lo sufren: importantes niveles de malestar emocional, desadaptación, aislamiento, interferencias en la vida social y laboral de la persona, etc. Suele iniciarse de manera gradual y tiende a cronificarse, por lo que para su recuperación, es necesario un tratamiento psicológico, que en muchas ocasiones se apoya de un tratamiento farmacológico.
Lear MoreQuiero romper con mi pareja, pero no puedo.
Todos conocemos o incluso hemos llegado a vivir la situación de permanecer en una relación de pareja aun sabiendo que está muerta y que nos sentimos insatisfechos. La decisión de romper la relación puede resultar muy dura, es probable que lo alarguemos en el tiempo y que no nos sintamos capaces de hacerlo.
Cuando estamos valorando si romper o no la relación de pareja nos encontramos con muchos pensamientos que entran en conflicto, por un lado están los sentimientos hacia la otra persona y un sinfín de miedos: el miedo a la reacción del otro, el miedo a los cambios que tendré que afrontar tras la ruptura, el miedo a equivocarnos, el miedo a sufrir, el miedo a la soledad, etc. Pero por otro lado pensamos en los aspectos de la relación que ya no nos satisfacen, los conflictos que han surgido durante la misma y esa intuición que nos lleva a pensar en que la decisión de romper podría ser la adecuada.
Los indicios que nos pueden llevar a pensar en la ruptura son múltiples, dependen de muchísimos factores, y como cada relación es un mundo, pueden variar considerablemente. Aún así, voy a enumerar muchas de las quejas que me plantean los pacientes que se encuentran en esta situación: sensación de insatisfacción general, distanciamiento de la pareja, menor contacto físico y afectivo, disminución de relaciones sexuales, problemas en la comunicación, poco entendimiento, dificultad para encontrar puntos en común, actitudes egoístas (centradas en uno mismo), infidelidades, no sentirse enamorado del otro, actitudes o emociones que no deben estar en una relación de pareja “sana” tales como celos, falta de confianza y querer controlar o cambiar al otro.
Pues bien, una vez que nos encontramos en esta situación tenemos que tener muy claro que una ruptura sin dolor es prácticamente imposible.
“No es realista pretender dejar una relación de pareja significativa sin que duela”
Una de las principales barreras a la hora de llevar a cabo la ruptura es no querer dañar al otro; “querer hacerlo bien”, y es comprensible que no queramos herir a la persona que todavía sigue siendo nuestra pareja. Pero este tipo de barreras nos pueden llevar a alargar indefinidamente una situación donde no nos sentimos bien. Y si nos mantenemos en una relación que no está funcionando, es muy posible que se produzca tal desgaste, que la convivencia llegue a ser muy desagradable o lleguen a darse conflictos importantes. Y en algún momento, tendremos que hacer frente a la ruptura igualmente, pero más débiles, por todo el desgaste sufrido.
Además, es más importante conseguir poner fin a una situación que no es positiva para ninguno de los miembros de la pareja, y que cada uno tenga la posibilidad de rehacer su vida, que el hecho de “romper bien”. Pasado un tiempo, no se recordará tanto el modo en que se produjo la ruptura, sino la oportunidad de construir una nueva vida.
“Cuánto menos dolorosa sea la ruptura para ambos, mejor. Pero si no es posible, mejor romper que quedarse atrapado en una relación insatisfactoria”
Otra de las barreras que aparece con frecuencia y que nos impiden tomar la decisión, es que consideramos que la otra persona es más vulnerable, la vemos más enamorada o ha generado mucha dependencia de nosotros y no consideramos que sea capaz de aceptar la decisión fácilmente, y al final nos mantenemos en la relación “por pena”.
Pues bien, lo mejor que puedes hacer por una persona a la que quieres, pero no como una pareja, es darle la libertad para poder rehacer su vida.
Tras una ruptura, tanto si eres el que ha tomado la decisión, como si eres el “dejado”, supone una pérdida y es necesario pasar por el duelo correspondiente. Quizás es importante «desdramatizar» este sufrimiento, una vez que uno ha conseguido romper definitivamente con el otro, sin contactos ni nuevas interacciones, es posible que en unas pocas semanas ya estemos lo suficientemente reestablecidos. Eso sí, es normal que los primeros días uno sufra episodios de llanto frecuentes, eche mucho de menos a la otra persona, tenga impulsos difíciles de controlar de contactar con su expareja y tenga dudas sobre si ha tomado la decisión adecuada.
El hecho de romper puede resultar doloroso, pero también, trae cosas buenas. Ganamos libertad, podemos tomar decisiones atendiendo sólo a nuestras necesidades y deseos, podemos crear un nuevo estilo de vida, conocer gente nueva e iniciarnos en actividades diferentes.
Tras la ruptura, tenemos la oportunidad de volver a conectar con uno mismo.
Los problemas de pareja, la toma de decisiones o el superar una ruptura, son consultas muy frecuentes en psicoterapia. Contacta con Decide Psicología si te encuentras “atascado” en una situación así.
Lear MoreLas 9 claves para «salvar» una discusión.
En los entornos sociales, lidiamos con multitud de situaciones, que si no son bien gestionadas, pueden derivar en un conflicto con sus posibles consecuencias: malestar emocional, deterioro del entorno social, problemas de pareja, etc.
Las claves que exponemos aquí nos pueden servir cuando nos hemos enfadado con nuestra pareja y vamos a hablar sobre ello, cuando queremos tocar un tema delicado o exponer una crítica personal, ya sea a un familiar, a un compañero de trabajo o a un amigo.
La idea es poder afrontar una situación potencialmente conflictiva sin que de ello se derive un problema mayor o una discusión, y poder llegar a un entendimiento. Para ello, debemos tener en cuenta las siguientes circunstancias para asegurarnos tener éxito en nuestro propósito:
- Buscar el lugar adecuado; mejor si disfrutamos de cierta intimidad, sin miedo a que alguien ajeno al conflicto pueda estar escuchando y nos cohíba o nos interrumpa (por ejemplo: nuestros hijos si estamos en casa, otros amigos si estamos en un evento, otros desconocidos si estamos en un lugar público, etc.).
- Buscar el momento adecuado. Fácilmente estas conversaciones llevan su tiempo, por lo que lo ideal sería encontrar un momento donde las personas implicadas no tengan prisa, o estén demasiado cansadas para tratar un tema delicado.
- Utilizar el medio adecuado. El lenguaje no verbal aporta gran cantidad de información en la comunicación (el tono utilizado, los gestos, la expresión facial, etc.), por lo que dialogar cara a cara va a ser la mejor elección siempre que sea posible. Con frecuencia utilizamos medios como el Whatsapp para tocar temas delicados, sin embargo al no existir un lenguaje no verbal (los emoticonos no lo sustituyen ni de lejos), genera inevitablemente fallos en la comunicación. (Consulta aquí los motivos por los que desaconsejamos el uso de los chats para la gestión de conflictos interpersonales.)
- Ambas partes tienen que estar en la disposición adecuada para dialogar. A veces nos encontramos que uno tiene la necesidad de hablar, pero el otro está demasiado afectado, enfadado, nervioso, etc. Es importante respetar también las circunstancias del otro para que la comunicación sea efectiva. Si obligamos a alguien a tratar un tema cuando para él no es el momento adecuado, nos podemos encontrar con respuestas que no favorecen el entendimiento.
- Reflexionar sobre lo que uno tiene que decir y cómo lo va a expresar. La idea es asegurarnos que a la otra persona le llegue exactamente la información que le quiero transmitir y no perdernos en otros detalles menos importantes.
- En ocasiones sacamos conclusiones de las palabras del otro, es decir, trabajamos con interpretaciones subjetivas que pueden estar sesgadas y damos a esa inferencia la categoría de “hecho real”. ¿y si hemos sacado una conclusión errónea? Es mejor pedir una aclaración de manera respetuosa antes de sacar una conclusión precipitada. Por ejemplo: “¿Cuándo me has dicho “esto”, qué es lo que me querías transmitir?”.
- El fin de iniciar una conversación potencialmente conflictiva va a ser acercarse a una solución. En ocasiones aprovechamos cuando salen temas delicados para “vomitar” sobre el otro nuestro enfado y entonces caeremos fácilmente en el uso de un lenguaje agresivo. Si el objetivo es solucionar el conflicto, debemos tratar de mantener una actitud diplomática que favorezca la comunicación. Para ello, además de dialogar sobre el problema en cuestión hay que dedicar un tiempo a buscar propuestas de solución, mejor cuanto más concretas sean. En caso de no existir una solución fácil, podemos, por lo menos, plantear ciertos acercamientos sobre los que ir trabajando poco a poco.
- Si alguna de las partes se altera durante la conversación, es mejor posponerla para otro momento. No se trata de no tener esa conversación, si no de retrasarla. Mientras tanto, ambas partes pueden reflexionar sobre lo que uno ha dicho, sobre lo que quería llegar a decir, sobre lo que el otro ha podido entender y viceversa (tratar de entender lo que el otro realmente querría haber dicho). La idea no es “envenenarse” más con lo ocurrido, si no de relajarse y tratar de acercarse a esa actitud conciliadora.
- Durante la conversación, es necesario tener en cuenta determinadas condiciones: escuchar al otro para entender y no solo para contestar (defenderse); respetar los turnos de palabra; evitar dramatizaciones, exageraciones y victimismos; no amenazar y no caer en un lenguaje inapropiado con insultos o descalificaciones. Es posible que tengamos normalizados algunos de estos elementos a evitar cuando surge un conflicto, pero también sabemos que no favorecen para nada la comunicación. Suelen obstaculizar el llegar a un entendimiento porque la conversación acaba convirtiéndose en un cruce de acusaciones donde cada vez la situación se pone más tensa y se hace inviable el acercarse a una solución.
Aprender a gestionar los conflictos y mantener una actitud asertiva durante los mismos es una habilidad que puede entrenarse y se aprende poco a poco.
No perdáis estos puntos de vista, y después de cada “discusión”, reflexionar sobre lo que uno ha hecho y si habría algo en mi actuación que se podría mejorar. Si detectamos algún fallo importante o consideramos que hemos podido “hacer daño” a la otra persona, siempre podemos ser responsables y pedir perdón por nuestros errores.
Lear MoreConvivir con la depresión
La depresión se está configurando como una de las enfermedades más frecuentes en nuestra sociedad actual. Esto significa que muchas personas sufrirán depresión en algún momento de su vida y que los allegados a estas personas, también se verán en la situación de convivir con una enfermedad, en ocasiones, difícil de entender.
En consulta, es frecuente, que la persona que está sufriendo depresión, explique las dificultades que está teniendo en relación con su familia y amigos. A veces porque se sienten incomprendidos, porque les dan consejos que no les están ayudando, otras porque se sienten abandonados. En alguna ocasión, son los propios familiares de la persona que está experimentando depresión, los que solicitan ayuda para saber qué pueden hacer para ayudar al familiar que está sufriendo, y cómo sobrellevar ellos también la enfermedad.
Mi intención con este artículo es dar una orientación a esos acompañantes para ayudarles a “convivir con la depresión” y para ello os invito a reflexionar sobre las siguientes ideas:
- Algunas frases, que seguramente se digan con una buena intención, no siempre tienen ese efecto deseado. Son frases que de alguna manera juzgan el estado emocional de la persona que sufre depresión, o minimizan la importancia de su malestar, o los responsabiliza de su estado, o incluso les hablan de soluciones “fáciles” a su situación. Es importante aprender a detectar este tipo de frases que no ayudan y evitarlas en la medida de lo posible. Algunos ejemplos podrían ser: “venga, anímate un poco y se te pasa”, “lo que tienes que hacer es salir un poco más y no ponerte tan dramático”, etc.
- Uno de los síntomas que con frecuencia aparece en la depresión es el sentimiento de soledad. En ocasiones no hace falta decir nada con la intención de ayudar, solo estar ahí, acompañando.
- A este acompañamiento se le podría añadir el contacto físico. Una palmada en el hombro, un abrazo silencioso, puede ayudar a la persona con depresión a sentir cerca a su gente.
- Para no añadir mayor malestar a la persona deprimida, es importante mostrarse comprensivo ante sus emociones, escuchar sin juzgar, y así favorecer su desahogo.
- Como puedes leer en este enlace sobre la depresión, otro de los síntomas que aparece en este tipo de cuadros es la anhedonía. Consiste en la incapacidad para experimentar placer por actividades donde antes uno sí disfrutaba. Así, una opción de los allegados o familiares, podría ser la de facilitar actividades placenteras y de ocio. No se trata de obligarles, si no de proponer o ayudar a llevarlo a cabo. Por ejemplo: ayudar a planificar una quedada con amigos íntimos, comer su plato favorito, salir a la calle, hacer ejercicio físico, recibir un masaje, etc.
- Otro de los síntomas que puede aparecer en la depresión son pensamientos sobre la muerte e ideas de suicidio. Los familiares y personas cercanas al paciente tienen un papel importantísimo en la prevención del suicidio puesto que son las personas que más le conocen y a las que seguramente acuda si “llega a su límite”. Según los datos, en la mayoría de los casos, antes de intentar llevar a cabo el suicidio, el afectado ha solicitado algún tipo de ayuda en su entorno. Hablar de ello, desahogarse o ayudar a tomar decisiones (como solicitar ayuda profesional) puede ser de gran ayuda para la persona enferma.
- Otro aspecto importante a tener en cuenta como familiar o allegado de una persona que sufre depresión, es la necesidad de autocuidado, de seguir teniendo una vida y de no verse arrastrado por la depresión de la persona con la que convive. El acompañante no puede comportarse como una persona enferma (por ejemplo sin salir de casa, abandonando las relaciones sociales o las actividades de ocio). Para poder apoyar al otro debe cuidarse como cuidador.
- Por último, quería comentar, que en ocasiones, con el afán de ayudar a una persona que vemos abatida, podemos caer en el error de facilitarles en exceso la vida ocupándonos de muchas sus responsabilidades, solucionando sus problemas o eximiéndoles de sus tareas. Como explicamos en este enlace «El pozo de la depresión«, parte del proceso de cura pasa por ir enfrentándose a ciertos esfuerzos controlados (mejor si están supervisados por un profesional), y el hecho de que de manera indirecta pueden obtener algún tipo de beneficio secundario al hecho de padecer depresión, podría dilatar involuntariamente el problema en el tiempo.
Si estás en la situación de tener que convivir con una persona con depresión, o eres tú mismo quien la sufre, no dudes en ponerte en contacto con nosotros. En Decide Psicología podemos ayudarte, sabemos ayudarte.
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