Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Sobrevivir al confinamiento con niños en casa.
Yo tengo dos peques en casa, de 8 y 4 años, que llevan más de 15 días sin salir a la calle.
Me está sorprendiendo lo bien que se están adaptando a la situación.
¡Creo que lo llevan bastante mejor que yo!
Apenas se quejan, se les ve felices, entienden perfectamente que no se puede salir a la calle y, bueno, más allá de tener algo más de alboroto en casa y de las peleas que hay siempre entre hermanos, la cosa está fluyendo bastante bien.
Los niños y niñas tienen una maravillosa capacidad de adaptación.
Creo que hay dos motivos principales que justifican el sorprendente bienestar ante esta extraordinaria situación: el primero es que pasan 24 horas al día con sus padres. Y no hay cosa que deseen más los niños que compartir más tiempo con sus padres y tener su atención. Y el otro punto que favorece la dinámica familiar es la falta de prisas y de horarios rígidos. Ya no es necesario andar corriendo de un lado a otro, mirando continuamente el reloj y metiendo prisa a los niños para llegar a tiempo al cole, a las extraescolares, a la hora del baño,…
Ahora me gustaría contaros lo que estoy tratando de hacer con los niños en casa para llevar lo mejor posible el encierro.
COMPRENSIÓN Y EMPATÍA
Hasta ahora, como os he comentado antes, la convivencia con los niños ha fluido razonablemente bien. Pero soy consciente de que vendrán más situaciones de tensión.
Porque esta vivencia es anormal, y lo normal es que tengamos momentos que nos superen, que la paciencia nos abandone, que los niños expresen su frustración con malas conductas, que se muestren inquietos o enfadados, que se vuelvan más exigentes o que se alteren patrones ya adquiridos como el del sueño.
Entender que este escenario es más que probable nos puede ayudar a prepararnos para ello. La comprensión y la empatía tanto para los niños como para nosotros, son herramientas fundamentales para solventar los conflictos que puedan ir surgiendo.
Observa a tu hijo, trata de entender cuál es el motivo por el que está teniendo un peor comportamiento y busca alguna manera de ofrecer alivio a aquello que necesita. Puede tratarse de aburrimiento, de necesidad de atención, de miedo o de inquietud por “moverse”.
Los padres y madres acabamos siendo un elemento fundamental para la regulación emocional de nuestros hijos e hijas. Si esta condición ya es muy exigente en condiciones normales, en las circunstancias actuales puede suponer un esfuerzo titánico.
En caso de estar los dos padres presentes en casa, recomiendo que de vez en cuando se echen un quite el uno al otro. Si uno está sobrepasado por una situación en un momento dado, puede ser recomendable que el otro intervenga para ayudar a gestionarlo y el otro se retire. También en la medida de lo posible, tratar de que que ambos cuidadores tengan la posibilidad de desconectar de los niños y obligaciones durante breves períodos de tiempo (un rato de lectura a solas en el dormitorio, un baño relajante, una conversación entre adultos, etc.)
RUTINAS FLEXIBLES
Todos llevamos semanas recibiendo información sobre la importancia de las rutinas para sobrellevar esta situación. Yo misma lo he recomendado en mis anteriores entradas del blog: «Yo me quedo en casa» y Primeros auxilios emocionales en tiempos de coronavirus.
Con los niños, las rutinas son especialmente necesarias, y pueden incluir actividades de distinto tipo (tareas para el cole, tareas de casa, aseo, juegos, actividad física, tiempo libre y tiempos para tecnologías como tablet, tv, ordenador o videoconsolas).
Un punto importante es que los niños conozcan esas rutinas y qué es lo que se espera de ellos. Cuando comienza el día yo suelo explicarles qué vamos a ir haciendo a lo largo de ese día.
Otro punto aún más importante es el ser flexible con esas rutinas. No es necesario que los horarios sean rígidos, tenemos mucho tiempo por delante para cumplir con todo. Por ejemplo, si tenemos la rutina de quitarnos el pijama y cambiarnos de ropa después del desayuno, y al niño o niña no le apetece, antes de generar un conflicto, se le puede pedir un compromiso de hacerlo en un momento posterior. Cuando tenemos que ir al colegio, no cabe esta negociación, pero ahora las circunstancias en nuestra dinámica no son tan rígidas y es posible cierta flexibilidad. Yo sello los tratos con los niños con un apretón de manos, alguna carantoña y la explicación de que “esto ahora lo podemos hacer, pero cuando empiece de nuevo el cole, no”.
TAREAS DEL COLEGIO EN CASA
En el colegio, sobre todo con los más pequeños, el aprendizaje se realiza a través del juego, de la música y del movimiento y tienen disponibles un montón de recursos materiales.
Los niños están rodeados de sus compañeros, todos saben lo que toca hacer en cada momento y se imitan. Forman parte de un grupo y el grupo contribuye a la motivación de los niños para implicarse en las tareas y actividades que realizan en clase. Y no nos olvidemos de los profesores, que son profesionales súper preparados para conectar con los niños y transmitir conocimiento.
¿Qué os quiero decir con todo esto? Que en estos momentos lo que prima es tener una convivencia agradable y para ello se necesita flexibilidad. Bastante dura es ya la situación como para añadir tensiones adicionales. Tenemos que asumir que ni somos profesores, ni tenemos tantos recursos, ni los niños se encuentran en la dinámica grupal que ayuda a que participen activamente en las tareas. Además, muchos tenemos otras circunstancias que atender a la vez: otros hijos, tareas de casa o nuestro trabajo. Compaginar todo esto puede convertirse en todo un ejercicio de malabarismo.
Es aconsejable que hagan las tareas, ¡claro!, pero debemos integrarlo dentro de la rutina, en la medida de lo posible ponerle un matiz lúdico, utilizar el reforzamiento positivo (yo suelo tirar mucho de comentarios graciosos alabando una habilidad) y ser flexibles con lo que como padres podemos hacer y con las tareas que los niños realizan cada día.
ACTIVIDAD FÍSICA
Los niños tienen muchísima energía. Pueden pasarse el día entero correteando y saltando. Y muchas de nuestras viviendas no están adaptadas para aguantar tanto trote.
No podemos tenerles toda una mañana sentados haciendo tareas o viendo la televisión. Al rato acabarán dando saltos en el sofá o subiéndose a las mesas.
Yo os propongo que busquéis, dentro de vuestras rutinas, actividades que incluyan música y movimiento. Si dirigís vosotros un poco estas actividades de más movimiento, contribuimos a que gasten parte de esa energía que tienen y evitamos accidentes y destrozos por casa.
Si hacéis algo de ejercicio en casa, podéis pedirles que se unan a vosotros, podemos ponerles música que puedan bailar, ataques de cosquillas, jugar con globos o pelotas de papel o recorrerse la casa jugando a ser distintos animales; ¡imaginación al poder!
JUEGOS Y CREATIVIDAD:
Seguramente muchos de nosotros estamos jugando y dedicando más tiempo a nuestros hijos que de costumbre.
La creatividad e imaginación para sacar adelante cada día van a ser muy necesarios.
Recupera los juegos y juguetes que muchas veces tienen olvidados en los armarios, recicla materiales para hacer manualidades o crear más juegos y aprovecha a sacar ideas de todas esas informaciones que van circulando por los chats de whatsapp, por las redes sociales y por internet (soy consciente de que a veces nos llega tal cantidad de información que acabamos saturados. Decide a qué le quieres prestar atención y cuándo e ignora el resto).
COMUNICACIÓN
En este apartado os quiero explicar varias ideas:
- Es recomendable controlar la información a la que están expuestos los niños. Cuidado con los informativos, la radio y los audios que escuchamos y ellos también pueden oír. “No necesitan conocer cuántas personas han fallecido en las últimas horas o el número de contagiados”.
- Somos nosotros los que debemos ofrecerles información sobre la situación que estamos viviendo, pero ajustada a su edad y a su nivel de comprensión. En esta tarea, es mejor utilizar frases desde una perspectiva positiva. Recalcar que esta situación es temporal, que acabaremos retomando nuestras rutinas, que podrán volver al cole, al parque y a jugar con sus amigos. Explicarles la ya extendida idea de “nos quedamos en casa para salvar la vida a otras personas, como si fuéramos superhéroes”.
- En caso de que algún familiar, dentro o fuera de la casa, esté enfermo es recomendable explicárselo a los niños (de nuevo con contenidos adaptados a su nivel de comprensión), sobre todo cuando son los suficientemente mayores para entender que algo está pasando.
- Mostraos disponibles para aclarar cualquier duda o curiosidad que tengan sobre esta situación. Si les resulta difícil expresarse con palabras, dibujar y pintar puede ayudarles en esa tarea. No menosprecieis sus miedos o preocupaciones. Es normal que las tengan, igual que las tenemos los adultos. Les podemos escuchar, explicarles que les entendemos para que se sientan comprendidos y añadir algún comentario que les ayude a sentirse más seguros o protegidos.
Si por desgracia os veis en la situación de tener que informar a un niño sobre la muerte de algún familiar o conocido, os dejo este enlace para ayudaros en esa difícil tarea: Cómo hablar de la muerte a un niño/a. El duelo en la infancia.
Los padres y madres tenemos todo un reto por delante para afrontar este periodo de confinamiento. Tratemos de estar unidos y ayudarnos los unos a los otros. Si este material te ha resultado útil, difúndelo entre tus conocidos.
Y si alguien tiene alguna duda o necesita hacerme alguna consulta os dejo mi contacto: tlf 620 93 05 61 y miriamps@decidepsicologia.com .


GRACIAS
Ya tenemos encima la Navidad, y esta época se presta a acercarnos más a nuestra gente; más besos, más abrazos, más llamadas y más sonrisas.
Nos juntamos, nos ponemos guapos, hacemos y recibimos regalos, jugamos, cantamos, bailamos, hablamos y cómo no, las comilonas.
Pero no todo es alegría y felicidad en esta época. Hay personas que lidian con el dolor por una pérdida importante (y en estas fechas el dolor se agudiza), hay personas que no tienen cerca a sus seres queridos, hay personas que no tienen seres queridos con quien celebrar, y hay personas, que simplemente no le ven el encanto a esta época del año.
Yo soy de las que sí disfruta de esta época. Me encanta compartir tiempos con mi gente y los disfruto muchísimo. Y claro, en Navidad, sí o sí, conseguimos reunirnos. Y cuando tienes peques, disfrutas viendo cómo alucinan con la magia de la Navidad. Le veo menos encanto a la parte tan comercial de estas fechas y que todo son aglomeraciones y atascos, pero puedo sobrellevarlo.
También es una época de reflexión, de propósitos y de agradecimientos.
Y yo tengo mucho por lo que sentirme agradecida.
Y en especial quiero dar las gracias a todos los que estáis ahí:
A mi compañera Lucía, porque siempre es un placer trabajar contigo.
A toda mi gente que me apoya en este proyecto.
A todos los que me vais siguiendo por las redes sociales.
A todos aquellos que dedicáis unos minutos a leer los contenidos que voy publicando y los compartís.
A todos los que os ponéis en contacto conmigo para contarme vuestro caso o vuestras dudas.
Y por supuesto a todos los valientes que se han atrevido a hacer frente a sus dificultades y han decidido que yo les acompañe en ese proceso.
GRACIAS POR CONFIAR EN MÍ. GRACIAS POR CONFIAR EN DECIDE PSICOLOGÍA.
Por último quiero mandar un fuerte abrazo y mucho ánimo a todas esas personas que sé que no estáis pasando un buen momento. También me acuerdo mucho de vosotros.
Lear More
WhatsApp vs Comunicación
¿Alguna vez has tenido algún problema con alguien por no haceros entender a través del WhatsApp?, ¿alguien se ha quejado porque «le has dejado en visto» y no le has respondido a un mensaje?, ¿has tratado de solucionar un conflicto a través de este medio y te has quedado con la sensación de que no está bien resuelto?.
Seguramente hayas respondido sí a alguna de estas preguntas, y si no lo has vivido tú en persona, lo habrás visto a tu alrededor.
Las nuevas tecnologías están cambiando nuestra manera de comunicarnos, pero… ¿realmente podemos confiar en que los chats nos facilitan la relación con otras personas?. Está claro que permiten mantener el contacto, pero cuando surge algún conflicto, debemos cuestionar su utilidad.
Las habilidades de comunicación conforman la herramienta más eficaz para garantizar un buen entendimiento entre personas. Dependiendo de cómo alguien se exprese, su lenguaje no verbal, las palabras elegidas, el momento y el medio adecuado… su mensaje llegará de manera efectiva al oyente, o podrán producirse malos entendidos.
Hace un tiempo escribí una entrada sobre algunas estrategias a tener en cuenta a la hora de afrontar conflictos interpersonales (“Las 9 claves para salvar una discusión”). Ahí planteaba que cuando necesitamos hablar sobre un tema importante o gestionar un conflicto con otra persona, el mejor medio para hacerlo es cara a cara y en la medida de lo posible evitar hacerlo por teléfono, por e-mail, y por supuesto por cualquier tipo de chat.
Pero la realidad es que ya son muchísimas las personas que están muy acostumbradas al uso de las nuevas tecnologías, y al final el WhatsApp y aplicaciones similares están siendo utilizados como uno de los medios de elección para comunicarse y gestionar situaciones tensas a nivel interpersonal.
Veamos los motivos por los que se extiende su uso:
LA INMEDIATEZ: a través de un chat se puede iniciar o contestar un hilo de conversación prácticamente en cualquier momento y lugar. Con esta inmediatez nos creemos que podemos aliviar la tensión interpersonal que se crea cuando surge algún conflicto. Ese momento en el que has detectado algo que no te gusta y tienes que soltarlo. Pero ya os adelanto que esto no siempre es así; ni se resuelve, ni es tan inmediato.
EL ESCUDO: cuántas veces nos vemos diciendo (escribiendo) cosas que no nos atreveríamos a decir cara a cara; porque son muy directas, atrevidas, agresivas o inapropiadas. Por WhatsApp nos “envalentonamos” porque no tenemos que enfrentarnos directamente a la reacción de la otra persona cuando suelto la bomba. El poder de provocar es una de las armas que nos ofrecen los chats a la hora de enfrentar los conflictos, pero realmente ¿ayuda a solventarlos?.
EL CONTROL: este tipo de chats nos permite conocer el momento en que la persona recibe un mensaje, cuándo lo lee, y cuánto tarda en contestarlo.
LA PERMANENCIA: todo lo escrito queda ahí, y podemos volver a ello siempre que queramos. Aquí, las palabras no se las lleva el viento. En cualquier momento pueden convertirse en la mejor defensa o en un letal ataque.
Que estos elementos contribuyan al creciente uso de los chats para afrontar temas importantes no significa que sean apropiados, o que lo que nos ofrecen realmente supongan ventajas a la hora de favorecer la comunicación.
Todos estos elementos tienen su parte claramente negativa:
- Tomarse un tiempo para la reflexión es una herramienta psicológica que nos va a permitir un mayor control emocional y una mejor gestión de los conflictos. La inmediatez que ofrecen los chats no siempre invita a ser reflexivo desde un primer momento, ni nos ayuda a controlar las conductas impulsivas.
- Nos vemos obligados a limitar nuestro lenguaje verbal. La cantidad de palabras utilizadas suele ser considerablemente menor cuando utilizamos los chats. Esto va a ir en contra de las posibilidades de expresarse y de hacerse entender.
- Perdemos también mucha información al no contar con un lenguaje no verbal. El lenguaje no verbal son todos aquellos elementos que acompañan a las palabras que utilizamos y que enriquecen su significado. El tono de voz, la postura corporal, los gestos, la mirada,…, aportan una valiosa información para entender el mensaje que nos llega. Los chats han incluido los emoticonos como herramientas para completar el tono de la conversación, pero, claro está, no es lo mismo, ni de lejos.
- El propio medio invita a desarrollar conductas obsesivas y de control. Releer hasta la agonía determinadas conversaciones, buscar y buscar el significado y los motivos de las palabras del otro, tratar de interpretar cualquier acción (“tarda mucho en responderme”, “lo ha leído pero no me contesta”, “está en línea pero a mí no me está escribiendo”, etc.). Todas estas acciones invitan a generar rumiaciones y otro tipo de pensamientos negativos que pueden avivar los conflictos en vez de ayudar a solventarlos.
- Paradójicamente, la inmediatez que proporciona el medio no está relacionado con el tiempo que se tarda en resolver un conflicto. De hecho, los tiempos se alargan. Entre que pienso lo que voy a decir, cómo lo escribo, lo tecleo, la otra persona lo recibe, lo lee, decide contestar, se piensa lo que va a decir y cómo, lo teclea y lo recibo yo de vuelta, pueden pasar desde unos pocos segundos hasta horas o ¡incluso días!. Yo siempre planteo a mis pacientes que varias horas de conversación a través de Whatsapp equivalen a unos minutos de conversación cara a cara.
- Otra particularidad es la subjetividad con la que interpretamos las palabras del otro. La entonación y el sentido que le damos a las palabras que recibimos los decidimos nosotros en función de factores que no siempre tienen mucho que ver con lo que la otra persona ha querido expresar. Pueden influir nuestro estado de ánimo, el tiempo que le podamos dedicar al mensaje, las expectativas que tenemos sobre lo que va a pasar, etc. Por poner un ejemplo, si yo le cuento a mi pareja por WhatsApp un posible plan y preveo que no le va a gustar, es fácil que, conteste lo que conteste, yo reaccione a la defensiva. Que me pone un “OK”, yo ya puedo pensar que es un mensaje muy escueto y que seguro que está molesto. Que me pregunta algún detalle sobre el plan, puedo pensar que ya va a empezar a ponerme pegas. Que tarda un rato en responderme, yo puedo ponerme impaciente y considerar que no le ha gustado. Y así sucesivamente.
Los fallos en la comunicación pueden generar muchos malos entendidos y el Whatsapp y otros tipos de chats ofrecen una comunicación llena de carencias.
Los chats pueden resultar útiles para contactar, transmitir una información neutral o como forma de esparcimiento. Pero no sustituye a las habilidades comunicativas de una persona.
Hagamos un uso práctico y responsable del Whatsapp.
Lear More
La comunicación con un hijo adolescente
Dentro del marco de los problemas familiares, con frecuencia atiendo a padres y madres con hijos/as adolescentes o jóvenes, que reclaman ayuda para mejorar la relación y la convivencia.
Con frecuencia, los padres y las madres se quejan de que existe una brecha importante entre ellos y sus hijos/as, y los jóvenes se quejan de que sus padres no les entienden y no siempre los sienten como la persona de referencia a quien acudir en caso de necesitar un apoyo.
Este escenario suele ser complejo porque abarca multitud de factores que influyen en cómo está funcionando la dinámica familiar: estilos educativos de los padres, las circunstancias particulares de cada miembro de la familia, la trayectoria de la relación paterno-filial, acontecimientos vitales significativos en el entorno familiar, etc.
Así, es complicado exponer un modelo concreto de intervención en estos casos, porque cada familia tiene sus propias particularidades y la terapia debe adaptarse a cada grupo familiar.
Aun sabiendo que existen muchos aspectos de la dinámica familiar que es importante tratar cuando surgen problemas, y ya que no es posible tratar todos ellos en un mismo artículo, me gustaría abordar un aspecto particular en los estilos comunicativos dentro de una familia con hijos/as adolescentes:
Cuando tratamos con adolescentes, debemos tener en cuenta su propia manera de entender el mundo que, no en pocas ocasiones, dista mucho de la manera del adulto:
- Su vida social suele ser una de sus principales prioridades y, aparentemente, por delante incluso de la vida familiar. Digo «aparentemente» porque, aunque el adolescente no lo perciba como tal, el seno familiar es el que le proporciona estabilidad emocional e influye enormemente en su desarrollo personal.
- Tienden a tener una visión egocéntrica de la vida. Son muy sensibles a sus propias necesidades y deseos, pero no tanto a los de otras personas por las que no sienten especial interés.
- En la dinámica familiar, el adolescente suele luchar por su propia individualidad; busca la reafirmación de su “yo”. Quiere tomar las decisiones que afectan a su vida y se siente preparado para realizar actividades propias del adulto: manejar dinero, mantener relaciones sexuales, salir de noche, viajar con amigos, etc. Sin embargo, el adulto siente que todavía necesita cierta supervisión.
Para mejorar la comunicación entre el adulto y el joven es importante tener en cuenta la perspectiva del adolescente, ponernos en su lugar, comprender sus prioridades y su manera particular de entender el mundo. Para romper esa brecha es necesario hablar el mismo idioma:
- Aunque el adulto tenga necesidad de conocer cosas sobre la vida de su hijo/hija, debe tratar de conseguir que las conversaciones fluyan y no sean un interrogatorio (“¿dónde has estado?, ¿con quién has salido?, ¿qué hacéis tanto tiempo en la calle?”). Nos puede ayudar a entenderlo pensar en la situación de cuando un amigo nos cuenta algo que le ha ocurrido; en ese caso, no le reprochamos de primeras su actitud o sus decisiones, si no que tratamos de empatizar con él, entender sus motivos y apoyarle, además de ofrecerle después nuestra opinión o consejo. Un esquema parecido es el que podemos tratar de imitar con nuestros hijos adolescentes, necesitan sentirse comprendidos y escuchados.
- Con los jóvenes, es difícil imponer unas normas porque sí, es recomendable explicar los motivos sinceros por los que creemos que las cosas se deben hacer de una determinada manera, y estar abierto a escuchar sus argumentos y negociar. Los límites son necesarios, sí, pero también pueden ser flexibles en determinados momentos.
- Los adolescentes están pasando por una época de cambios importantes y nuevas vivencias. Mostrarse disponible (receptivo a escucharles), y atender a la parte emocional de sus experiencias, les puede ayudar a sentir que pueden contar con sus padres si lo necesitan. Si deciden contarnos alguna experiencia personal, no debemos quedarnos sólo en determinados detalles que no nos han gustado e interesarnos más por cómo se han sentido.
- Para que la relación sea cercana, es importante compartir tiempos agradables en familia, momentos de calidad. Compartir alguna actividad de ocio (deportes, juegos de mesa, eventos familiares, etc.) y reunirse en la mesa tanto como sea posible (desayunos, comidas, y cenas), a ser posible sin televisión ni móviles para que fluyan las conversaciones.
- Los jóvenes también necesitan sentir que no se les trata como a niños. Que el adulto comparta sus propias vivencias (pasadas o presentes) o les consulte sobre algún problema que han tenido, puede servir para acercarse a ellos, para que entiendan que su opinión también cuenta y vean al adulto como a una persona accesible.
- En las conversaciones es muy importante evitar las etiquetas. Existen numerosos estudios que explican que una persona tiende a comportarse según la etiqueta que se le ha puesto. Así, si yo reitero mucho la expresión “mi hija es una chica difícil de llevar”, en parte puedo estar condicionando su repertorio de comportamientos. Es mejor señalar los comportamientos o actitudes concretos de cada situación que no aprobamos, que hacer un reproche a la persona en general.
Introducir cambios en los hábitos comunicativos en el seno familiar, como todo, lleva tiempo y requiere constancia.
Necesitamos identificar dónde se pueden estar produciendo problemas y encontrar las soluciones más eficaces para cada caso. Es posible que no apreciemos resultados significativos nada más poner en marcha los cambios que nos proponemos, nos desanimemos en nuestro empeño y volvamos al estilo con el que solíamos funcionar antes.
Debemos darnos tiempo, para que nosotros nos sintamos más cómodos con los cambios, nuestros hijos/hijas empiecen también a aceptar esos nuevos estilos comunicativos y la dinámica familiar vaya mejorando poco a poco.
Siempre que veamos que la situación nos sobrepasa, o que no somos capaces de mejorar la situación, tenemos la opción de recurrir a la ayuda profesional de un psicólogo que nos sirva de guía para identificar los problemas y a implementar las soluciones apropiadas para cada caso.
Lear More
Cómo hablar de la muerte a un niño/a. El duelo en la infancia.
La muerte de un ser querido es un hecho difícil de asimilar. Puede suponer un punto de inflexión en nuestras vidas. Y el trabajo del duelo puede resultar largo y costoso. La situación se complica cuando además de lidiar con nuestro dolor, tenemos que explicar a un niño o niña lo que ha sucedido y acompañarles en su proceso.
A continuación os facilitamos unos planteamientos para tener en cuenta en esta difícil tarea:
- Cada niño percibe la muerte de una manera diferente dependiendo de su edad, de su nivel de madurez, de sus propias vivencias, etc. Por lo que sería recomendable que el adulto que va a tratar la muerte con el niño le conozca bien para poder adaptarse a él. Es importante elegir un momento de calma, dedicándole todo el tiempo necesario y permitiéndole que exprese sus emociones.
- Cuando en el entorno cercano al niño hay una persona que sufre una enfermedad grave o ha fallecido alguien, los menores perciben que algo está ocurriendo. Aunque tratemos de “protegerlos” de una situación desagradable; los niños perciben cambios en el tono y en el estado de ánimo de los adultos que le rodean, puede haber cambios en sus rutinas, etc. Por lo tanto, lo mejor es que los niños sean informados de lo que está ocurriendo (adaptando la información a su nivel de desarrollo) y aprovechar también ese momento para tranquilizarlos.
- Cuando vamos a hablar sobre la muerte a un niño pequeño (aproximadamente menos de 6 años) le explicaremos que el cuerpo se detiene del todo; deja de respirar, de moverse y de sentir. Es importante no asociarlo a cuando alguien está dormido porque la persona no volverá a despertarse y además pueden adquirir miedos en torno al hecho de quedarse dormido. Cuando la muerte se produce tras una enfermedad grave, debemos explicar que esa enfermedad no es como cuando se tiene un resfriado o nos duele la tripa. Necesitan entender que existen muchos tipos de enfermedades y con diferentes niveles de gravedad. Añadir múltiples “muy” les puede ayudar a entender la diferencia; “estaba muy muy muy muy muy enfermo y eso le pasa a poca gente”. En el caso de tratarse de una persona mayor, le diríamos algo como “ya estaba muy muy muy muy muy viejito”, para que no se asusten ante el hecho de hacerse mayor o del “envejecimiento” de las personas adultas de su entorno.
- Cuando los niños son más mayores pueden ya entender la irreversibilidad de la muerte y más que explicarles en qué consiste, pueden necesitar información adaptada a su nivel sobre la causa del fallecimiento para evitar que generen angustia en torno a la posibilidad de su propia muerte o a la de otros seres queridos.
- Es muy importante escuchar al niño y permitir que exprese sus emociones sin censurarlo. En ocasiones generan fantasías, miedos o incluso culpa ante la muerte de un ser cercano y necesitan de la comprensión y aclaración del adulto. No debe preocuparnos si durante la conversación también lloramos, le estaremos transmitiendo que pueden expresar sus emociones. Si el adulto se contiene pueden entender que no es adecuado sentir o expresar la pena o la tristeza.
- Recomendamos evitar eufemismos del tipo “pérdida”, “se la ha llevado” o “ha emprendido un largo viaje”, porque pueden entenderlo de manera literal y porque se corre el riesgo de generar en los menores el miedo a ser abandonados generándoles más ansiedad.
- La decisión sobre que los menores asistan o no al entierro o funeral es muy personal. Sin embargo, que estén presentes en los actos de despedida les puede hacer sentirse parte del proceso y les ayuda en la elaboración del duelo.
- Durante el periodo posterior de duelo es recomendable facilitar la expresión emocional del niño mediante dibujos, diarios o cartas (en los más mayores). Seguir atentos para poder aclarar sus dudas o aliviar sus miedos. Mejor si sus rutinas no se ven muy trastocadas y evitar en la medida de lo posible que pasen mucho tiempo con otras personas que no son sus cuidadores habituales.
Por su nivel evolutivo, es común que los niños no tomen la iniciativa a la hora de hablar sobre la muerte y las preocupaciones que les genera, pero no quiere decir que no tengan sus dudas o sus miedos en relación a la muerte. Muchas veces hacen algún comentario aislado y eso nos puede dar la pista de que tienen alguna preocupación asociada a la muerte. Sería el adulto el que en este caso puede buscar el momento adecuado para sacar el tema.
Si tiene alguna consulta o desea información sobre este tema, no dude en ponerse en contacto con nosotras a través de info@decidepsicologia.com o a través del formulario de contacto de esta misma página web.
Lear More