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Cambios psicológicos durante el embarazo
El embarazo es una experiencia física y emocional de gran complejidad; se asocia con cambios en la conducta alimentaria, el sueño y la actividad sexual y genera comportamientos y emociones que fuera del embarazo podrían incluso llegar a hacernos pensar en una depresión o una alteración del comportamiento, pero que dentro de las circunstancias de un embarazo se consideran normales.
En cuanto a lo meramente psicológico, vamos a hacer una distinción por trimestres de los aspectos más relevantes. No olvidéis que hablamos de forma general y orientativa: ni todas las mujeres presentan todos los cambios ni en todas las mujeres aparecen exactamente en el mismo momento. Esto se debe a que cada mujer (cada persona en realidad) es única: no todas las mujeres sienten de la misma forma, depende de su carácter, de las circunstancias que le rodean, de las circunstancias en que se ha producido el embarazo y del apoyo que disponga en cada momento, entre otras cosas.
Al principio del embarazo es habitual experimentar cambios frecuentes en los sentimientos y en el estado de ánimo. Es una reacción natural que se debe a las muchas transformaciones y alteraciones hormonales que se están produciendo en el cuerpo de la mujer y a las diferentes expectativas sobre cómo va a cambiar su vida por el hecho de dar a luz y ser madre. En la mayoría de los casos, estos cambios de humor tienen lugar entre la sexta y la décima semanas de gestación y se parecen a esas alteraciones del estado de ánimo que experimentan algunas mujeres durante lo que se suele conocer como síndrome premenstrual. Es normal pasar de la risa al llanto en cortos espacios de tiempo, sentirse más irascible y discutir con más frecuencia con las personas que tenemos cerca. Es importante consultar con tu médico si sientes que la tristeza, los cambios de humor, los problemas de sueño o los cambios en los hábitos de alimentación son muy severos.
Además en este periodo, especialmente si se trata del primer embarazo, aparecen temores respecto al bebé: si se estará desarrollando bien, si se puede producir algún problema, si al nacer “será normal”… Quizás lo más significativo en este primer trimestre, a nivel emocional, sea la inseguridad y la ambivalencia: por un lado, una fuerte emoción positiva relacionada con el deseo del nacimiento y por otro una gran preocupación por la propia salud y la del feto; en estos primeros meses se mezclan alegría y tristeza, ilusión y rechazo, inquietud, preocupación, etc.
Puede que te sientas más necesitada de compañía y muestras de cariño de tu pareja, familia y amistades. En estos primeros meses es importante darte tiempo para adaptarte a la nueva situación y afrontarla de forma positiva y buscar el apoyo y el cuidado de tu entorno social. Y, por supuesto, seguir las prescripciones médicas y controles prenatales.
En el segundo trimestre es habitual que la futura madre se sienta con más energía, positiva y tranquila. Las molestias del primer trimestre desaparecen o se atenúan, la barriga comienza a notarse y, al sentirte físicamente mejor, lo puedes disfrutar más. La conciencia de la maternidad es absoluta, pues el bebé ya se mueve, normalmente ya se sabe (si así se desea) si será niña o niño y le habrás podido ver en la ecografía. La experiencia de sentir a tu bebé te ayudará a olvidar tus temores.
Hacia el final de este periodo es muy importante una adecuada preparación para el momento del parto, tanto a nivel físico como a nivel psicológico. Las clases de preparación al parto suelen programarse a partir del sexto mes del embarazo. Tu matrona o especialista te informará sobre los mismos, el lugar donde se imparten, su duración, etc. En estos programas se ofrece información teórica útil sobre el embarazo, el parto, postparto, los cuidados del bebé y la lactancia. Estos cursos pueden suponer un importante apoyo para la mujer por el hecho de estar en contacto con otras embarazadas, ofrecen un espacio para resolver dudas, recibir consejos y compartir las propias experiencias, miedos y expectativas.
En el tercer trimestre volvemos a las emociones ambivalentes: la positividad y ese cierto relajo ante las cuestiones del día a día se empiezan a mezclar con la impaciencia porque llegue el momento de conocer y tocar a tu bebé, con el miedo y la preocupación por cómo será el parto, si nacerá sano y si serás capaz de cuidarlo adecuadamente. Ya empiezas a definir a tu bebé como un ser individual y con personalidad propia por cómo se mueve o a qué reacciona.
Algunas gestantes también refieren sufrir pequeñas pérdidas de memoria, despistes y dificultades de concentración. Además de problemas para dormir, debido a la dificultad para encontrar posturas cómodas para el sueño, calambres y “piernas inquietas”, y la presencia de pensamientos y sueños relacionados con el bienestar del bebé, la proximidad del parto, etc.
En general, la mujer experimenta muchos cambios, tanto a nivel físico como psicológico a lo largo del embarazo. Y la variabilidad de una mujer a otra también es muy elevada. Lo recomendable es no alarmarse, asumir que son transformaciones propias de la experiencia por la que se está atravesando y que todo volverá a la normalidad pasado un tiempo después del nacimiento. En cualquier caso, si algo te preocupa especialmente, no dudes en consultar con tu matrona o especialista, ellos te podrán guiar de una manera más personalizada sobre tu problema.
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Saber cuidarse para poder cuidar
Apoyo psicológico a cuidadores de personas dependientes
Podríamos decir que son personas dependientes quienes por razones ligadas a la falta o pérdida de capacidad física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de una asistencia y/o ayuda importante -se entiende por ayuda importante la ayuda de otra persona- para la realización de las actividades de la vida diaria.
Cuidar a una persona que no puede valerse por sí misma supone un desgaste. Una carrera de fondo. A veces nos obliga a renunciar a nuestro tiempo libre, a nuestra vida privada, a nuestro trabajo. Esto puede suponer a largo plazo un sentimiento de frustración y a veces de rabia hacia la persona a la que cuidamos, lo que repercute en nuestra salud, física y mental, y en la manera en la que cuidamos.
Es frecuente que se produzcan cambios en las relaciones familiares, en el trabajo y la situación económica, en nuestro tiempo libre, nuestra salud o en el estado de ánimo:
- En las relaciones familiares: los demás miembros de la familia pueden sentir dividida la atención y muchas veces la persona que ha asumido la mayor responsabilidad percibe que el resto de la familia no valora suficientemente su esfuerzo.
- En el trabajo y la situación económica: El cuidador principal muchas veces no puede compaginar los cuidados de la persona dependiente con una jornada laboral completa, con la repercusión económica que ello supone; además, el cuidado de la persona dependiente suele suponer un coste económico adicional (medicinas, adaptaciones del hogar, productos específicos…)
- En el tiempo libre: el cuidado de una persona dependiente exige mucho tiempo y dedicación; este tiempo se sacrifica fundamentalmente de las actividades de ocio o con amigos. Es muy frecuente que el cuidador perciba que no tiene tiempo para sí mismo, incluso pueden aparecer sentimientos de culpa cuando la persona cuidadora disfruta de su tiempo libre, pues piensa que está abandonando su responsabilidad. La reducción de actividades en general, y sobretodo de actividades sociales es muy frecuente y está muy relacionada con sentimientos de tristeza y aislamiento.
- En la salud: Algo muy común en los cuidadores es el cansancio físico y la sensación de que su salud ha empeorado. En diversos estudios se ha comprobado que los cuidadores de personas dependientes tienen peor salud, acuden con más frecuencia al médico y tardan más en recuperarse de las enfermedades.
- En el estado de ánimo: la experiencia de cuidar a otra persona genera en muchos cuidadores sentimientos positivos. El simple hecho de que la persona a la que cuida y a la que quiere se encuentre bien puede conseguirlo. La persona a la que se cuida puede mostrarle su agradecimiento y eso le hace sentir bien. Hay quien cree que ofrecer estos cuidados es una obligación moral y cumplir con ello le hace sentirse satisfecho.
El carácter de estos cambios no tiene por qué ser necesariamente negativo, pues muchas personas cuidadoras de familiares dependientes explican que existen numerosos elementos positivos, satisfactorios: Puede estrechar la relación con la persona que cuidamos o con otros familiares y conseguir que descubramos en ellos y en nosotros mismos facetas interesantes que hasta entonces habían permanecido ocultas.
Sin embargo, debido a que las vidas de los cuidadores giran en torno a la satisfacción de las necesidades de su familiar dependiente, muchos suelen dejar sus propias vidas en un segundo plano. Esta situación, perfectamente comprensible, provoca que las tensiones y el malestar que experimentan muchos cuidadores provenga, pues, del hecho de que se olvidan de sus propias necesidades en beneficio de la de sus familiares. Esto puede traer a la persona cuidadora todas las consecuencias negativas expuestas en el punto anterior. Pero, ¿cómo puede saber una persona que el cuidado de su familiar le está originando una sobrecarga con condiciones negativas para su salud? El análisis de uno mismo y de las circunstancias vitales, junto a los cambios producidos en la vida, son elementos clave para saber si el cuidado de la persona dependiente está produciendo consecuencias negativas; existe una escala, la Escala de Carga de Zarit, que puede orientar la necesidad de una ayuda externa cuando existe una carga excesiva.
¿CÓMO PUEDE ESTAR AFECTÁNDOME EL CUIDADO DE UN FAMILIAR DEPENDIENTE?
En el siguiente listado se describen algunos de los síntomas que pueden aparecer en una situación de sobrecarga:
- Problemas de sueño (despertar de madrugada, dificultad para conciliar el sueño, demasiado sueño, etc.)
- Pérdida de energía, fatiga crónica, sensación de cansancio continuo, etc.
- Aislamiento.
- Consumo excesivo de bebidas con cafeína, alcohol o tabaco. Consumo excesivo de pastillas para dormir u otros medicamentos.
- Problemas físicos: palpitaciones, temblor de manos, molestias digestivas.
- Problemas de memoria y dificultad para concentrarse.
- Menor interés por actividades y personas que anteriormente eran objeto de interés.
- Aumento o disminución del apetito.
- Actos rutinarios repetitivos como, por ejemplo, limpiar de manera continua.
- Enfadarse fácilmente.
- Dar demasiada importancia a pequeños detalles.
- Cambios frecuentes de humor o de estado de ánimo.
- Propensión a sufrir accidentes.
- Dificultad para superar sentimientos de depresión o nerviosismo.
- No admitir la existencia de síntomas físicos o psicológicos que se justifican mediante otras causas ajenas al cuidado.
- Tratar a otras personas de la familia de forma menos considerada que habitualmente.
Si tienes a tu cargo el cuidado de una persona dependiente y crees que puedes estar sufriendo algunos de estos síntomas o el llamado síndrome del Cuidador, en Decide Psicología podemos ofrecerte asesoramiento y apoyo psicológico para afrontar esta situación y mejorar tu calidad de vida y el de la persona que cuidas. Llámanos y cuéntanos tu caso.
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