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Las 10 reglas de oro para construir Resiliencia
- Establece relaciones sociales positivas.
- No veas las crisis como obstáculos insuperables.
- Acepta que el cambio es parte de la vida y que quizás este cambio genere nuevas circunstancias que te permitan alcanzar tus metas.
- Establece metas realistas y muévete hacia ellas.
- En situaciones adversas, lleva a cabo acciones decisivas, actúa.
- En cualquier situación, busca la oportunidad de aprender nuevas cosas sobre ti y crecer.
- Cultiva una visión positiva de ti y confía en tus capacidades.
- Aun cuando te enfrentes a sucesos muy dolorosos, trata de considerar la situación en un contexto más amplio y mantén una perspectiva a largo plazo.
- No pierdas nunca la esperanza.
- Cuida de ti. Presta atención a tus necesidades y deseos, busca actividades que te hagan disfrutar y que sean relajantes.
Si quieres saber más sobre la resiliencia, te lo contamos todo aquí
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Si la vida te da limones…
Seguramente habéis oído alguna vez ese dicho, creo que proviene de Norteamérica, que dice que “Si la vida te da limones, haz limonada”. Quizá es una de las maneras más sencillas de describir la resiliencia. Las personas resilientes son aquellas que hacen limonada con lo que las vida les da, incluso con los sucesos más negativos o amargos de su vida.
Buceemos un poco en los orígenes de este término: La palabra resiliencia proviene de un vocablo latino (resilio, resilire) que significa “saltar hacia atrás o rebotar”, aunque curiosamente es una palabra que no se recoge en los diccionarios en castellano (El Diccionario de la Real Academia Española lo recoge en estos momentos como propuesta o avance para su próxima edición). Podríamos definirlo como un anglicismo, pues su uso en nuestra lengua proviene del inglés resilience, que se utiliza para expresar la capacidad de un material de recuperar su forma original después de haber sido sometido a altas presiones. Es decir, es un término que proviene de la física y la ingeniería.
En el ámbito de la Psicología y las ciencias que estudian el comportamiento, este término comenzó a utilizarse en los años 70 del pasado siglo, y podríamos señalar al psiquiatra infantil Michael Rutter y al neuropsiquiatra y etólogo francés Boris Cyrulnik como padres de la criatura, pues comenzaron a utilizar este término para señalar la capacidad de las personas de superar tragedias o acontecimientos fuertemente traumáticos.
También se utiliza este concepto en otras disciplinas, como la ecología, la sociología, los sistemas tecnológicos o incluso el derecho, siempre para denotar la capacidad de un “sujeto” (ya sean comunidades, grupos sociales, sistemas o personas, según la disciplina de la que hablemos) para recuperar su “estado original” después de haber sido sometido a una fuerte presión externa. Como veis, algo similar en todos los campos.
Pero vamos a la Psicología, que es lo que nos ocupa: inicialmente, el uso del término fue motivado por la constatación de que algunos niños, a pesar de nacer y/o vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollaban psicológicamente sanos, llegando a generar éxito personal, social y moral (Cyrulnik, por ejemplo, estudió la capacidad de recuperación de los sobrevivientes de los campos de concentración durante la segunda guerra mundial y de niños criados en orfanatos). Se habla, por tanto, no sólo de la recuperación de su estado original, sino incluso de una mejora o fortalecimiento del yo después de una situación traumática.
Quizá con la definición que hemos planteado alguno de los lectores pensará que la resiliencia implica cierto grado de “indiferencia” o dureza ante las adversidades, pero no es así: ser resiliente no quiere decir ser insensible, no es que la persona no experimente dificultades o angustias. El dolor emocional o la tristeza son comunes en las personas que han sufrido grandes adversidades o traumas en sus vidas, y quienes presentan mayor resiliencia no se libran de ello; de hecho, el camino hacia la resiliencia probablemente está lleno de obstáculos que afectarán a nuestro estado emocional, y esta cualidad nos ayudará a dar sentido a determinados sucesos y centrarnos no en la capacidad de sufrir o resignarnos, sino en la idea de resurgir, resistir…
¿Qué ventajas o beneficios presentan las personas resilientes en sus vidas frente a las que no lo son? Podríamos destacar los siguientes aspectos:
- En la esfera intrapsíquica o personal: tienen mejor autoimagen, se critican menos a sí mismas, son más optimistas, afrontan los retos de forma positiva, cometen menos errores de pensamiento (exageración, sacar conclusiones precipitadas sin evidencias que lo corroboren…) e interpretan la realidad de un modo más exacto que las personas menos resilientes.
- En la esfera física o biológica: son más sanas físicamente y tienen menos predisposición a la depresión y a otros trastornos del estado de ánimo.
- En la esfera social: tienen más éxito en el trabajo o estudios y están más satisfechas con sus relaciones
Pero… ¿el resiliente nace o se hace? ¿Y puede entrenarse la resiliencia? Probablemente esto es lo que todos os preguntáis, ¿no?: ¿Cómo puedo ser más resiliente? ¿Cómo puedo aprender a afrontar los períodos más difíciles de mi vida, salir entero del trance y encima aprender algo positivo de ellos? Pues la cosa no estaba muy clara en un principio, ya que se partía de la idea de que la resiliencia era una capacidad extraordinaria que algunos individuos tenían y que otros nos limitaríamos simplemente a envidiar o anhelar.
¡TODOS PODEMOS SER RESILIENTES!
Sin embargo la investigación reciente en este campo nos da mejores esperanzas, pues ha demostrado que la resiliencia es ordinaria, es decir, es una capacidad que todos tenemos de forma natural, aunque desarrollada en mayor o menor medida, dependiendo de la configuración de otras capacidades o rasgos y también del ambiente que nos rodea y de las experiencias vividas.
Decimos que esto nos da mejores esperanzas porque parece claro que si todos tenemos “algo” de resiliencia, podemos entrenar nuestras capacidades para “tener más” resiliencia o aprender a sacarle el máximo partido a esta capacidad.
Aunque sea de manera resumida, vamos a intentar exponer a continuación qué características de personalidad son más frecuentes entre los individuos resilientes y en qué áreas se suele trabajar en un proceso terapéutico para ayudar a las personas a mejorar o desarrollar un comportamiento más resiliente.
Buena parte de la literatura sobre el tema se ha centrado en estudiar los factores de personalidad de las personas consideradas resilientes a posteriori (es decir, que se ha visto que encajan en ese concepto de resiliencia) para buscar elementos en común. Entre los más nombrados en los textos destacarían los siguientes: las personas resilientes saben aceptar la realidad tal y como es; tienen una profunda creencia en que la vida tiene sentido; tienen sentido del humor (entendido como la capacidad de reírse de uno mismo o encontrar la gracia o el absurdo en situaciones cotidianas desfavorables, que ayuda a quitarles el peso excesivo); y tienen una inquebrantable capacidad para mejorar.
Por si no os habéis visto reflejados en ninguna de las características anteriores, a continuación hemos elaborado una lista de factores que “ayudan” a construir resiliencia y de habilidades que podemos entrenar y desarrollar si no forman parte de nosotros, tanto en un proceso terapéutico, si fuera necesario, como en nuestro día a día:
- El optimismo es una cualidad importantísima para construir resiliencia. Es fundamental trabajar la visión de uno mismo, del mundo y del futuro. Confiar en las propias destrezas y habilidades, en que las cosas pueden ir bien en el futuro y pensar que se puede controlar el curso de nuestras vidas nos ayudará a afrontar cualquier cosa que pueda suceder. Afrontar el futuro y el cambio como la oportunidad de buscar nuevos retos y relaciones que lleven a lograr más éxito y satisfacción en la vida contribuye al optimismo y por lo tanto a construir resiliencia.
- No debemos olvidar que este optimismo debe ser un optimismo realista¸ en el que se refuerce la capacidad de hacer planes realistas y seguir los pasos necesarios para llevarlos a cabo sin dejarse llevar por la irrealidad o las fantasías (por ejemplo, que los problemas se resuelvan “mágicamente”, sin esfuerzo o intervención por nuestra parte).
- Derivado de lo anterior, resultan fundamentales actitudes como la aceptación y la responsabilidad. La capacidad de asumir que hay cosas que no pueden cambiarse, aceptar tanto nuestras virtudes como nuestros defectos (sin abandonar la intención de cambio o mejoría) y siendo responsables de las consecuencias de nuestras acciones de una manera proporcionada, es decir, sin posicionarse en el papel de víctima (echando la culpa siempre fuera), ni con un sentimiento de culpa exagerado.
- Para construir una actitud resiliente, una parte muy importante que se debe trabajar es la autorregulación. Este concepto se refiere a la capacidad de manejar los propios sentimientos e impulsos cuando son intensos y fuertes (ya sean de tipo positivo o negativo) sin reprimirlos pero sin que éstos sean los que controlen los propios actos. La autorregulación también se relaciona con la capacidad de perseverar en las metas y propósitos aun cuando surgen obstáculos; de recobrar el ánimo incluso en momentos de desesperación; y de manejar el estrés para utilizarlo en propio beneficio. Esto nos permitirá permanecer centrados en situaciones de crisis y controlar los impulsos y la conducta en situaciones de alta presión.
- A la hora de afrontar problemas o dificultades, es importante la orientación a la búsqueda de soluciones, identificando de manera precisa las causas de los problemas para impedir, en la medida de lo posible, que vuelvan a repetirse en el futuro. Asimismo, se deberá también trabajar el pensamiento creativo, que facilita el desarrollo de alternativas de solución.
- En la resiliencia tan importante es “el yo” como “los otros”. Saber pedir ayuda y saber aceptar la ayuda que nos ofrecen es crucial para construir resiliencia. Es substancial contar con redes sociales de apoyo (familia, amigos, vecindario, instituciones…) y rodearse de personas que aporten emociones positivas y transmitan ese “sentimiento de pertenencia” que es vital en todo ser humano. A la hora de desarrollar un comportamiento resiliente es positivo trabajar las habilidades para una correcta comunicación, la empatía (que permite leer las emociones de los demás y conectar con ellas) y una cierta flexibilidad social que permita interaccionar de forma positiva con los otros, evitando en lo posible malos entendidos, expectativas desproporcionadas o presuposiciones negativas en las interacciones sociales.
¿Es necesario haber sobrevivido a una catástrofe o a una guerra para poner a prueba nuestra resiliencia? La muerte de un ser querido, una enfermedad grave, la pérdida del trabajo, problemas financieros serios, la pérdida de lazos familiares y otros vínculos por un cambio de lugar de residencia (como le sucede a muchas personas que han de emigrar a otro país), etc., son sucesos que tienen un gran impacto en las personas, que pueden generar una gran sensación de inseguridad e incertidumbre, y muchas veces, un elevado dolor emocional. En estos casos, se ponen en marcha los mecanismos de la resiliencia, que nos permiten sobreponernos a estos sucesos, aún a pesar del dolor emocional, y adaptarnos de forma positiva a lo largo del tiempo.
Tengáis o no esta maravillosa capacidad bien desarrollada dentro de vuestro catálogo de cualidades, no dudéis que de todos los acontecimientos se puede extraer algo positivo para vuestras vidas y vuestro futuro. Si ahora no conseguís verlo, estáis pasando un mal momento o creéis que hay algún suceso en vuestra vida que os ha dejado una herida emocional, quizá sea un buen momento para ponerse en marcha. Llámanos, ven a vernos y cuéntanos tu caso. Seguro que en Decide Psicología podemos ayudarte a conseguirlo.
Por si os ha interesado el tema y queréis saber más sobre él, aquí van algunas recomendaciones y enlaces:
- “Los patitos feos” de Boris Cyrulnik
- “El amor que nos cura” de Boris Cyrulnik
- “El arte de rehacerse: La resiliencia” de Monika Gruhl
- “El hombre en busca del sentido” de Viktor Frankl
- “La resiliencia: el arte de resurgir a la vida” de Rosette Poletti y Barbara Dobbs
- “La felicidad es posible” de Stefan Vanistendael y Jacques LeComte
- http://es.wikipedia.org/wiki/Resiliencia
- http://www.psicologia-positiva.com/resiliencia.html
- http://www.resiliencia-ier.es/
Embaraza2
Es indiscutible que durante el embarazo el papel protagonista es el de la mujer que está gestando, pero no podemos por ello dejar de lado la figura de la pareja de esa mujer.
Aunque podríamos pensar que, desde el punto de vista biológico, el papel de la pareja de una mujer embarazada a lo largo de los nueve meses de gestación es irrelevante, desde un punto de vista personal, familiar y social sí que juega un papel muy importante. Tu papel es cuidar de la mujer embarazada y del futuro bebé. Y si tenéis más hijos, tu labor será crucial en su cuidado durante el embarazo y cuando nazca el bebé. Tu implicación durante el embarazo, tu presencia y tu apoyo pueden marcar la diferencia en cuanto a la vivencia que tu pareja tenga de todo el proceso.
El embarazo es, generalmente, un periodo de reflexión para ambos, donde cada cual valora cómo quiere desempeñar su nuevo rol. Se rememora la infancia vivida, se revisan los vínculos afectivos, la relación con la propia familia… Cada miembro de la pareja recordará la figura de sus propios padres, identificándose con su propio padre o madre, evaluando los aspectos positivos de su infancia, qué elementos de la relación con sus padres quiere poner en marcha en la relación con su futuro hijo o hija y cuáles querrá plantear de un modo distinto.
Para quien no vive el embarazo “en sus propias carnes”, ésta puede ser una época compleja: no estás viviendo los cambios físicos ni hormonales que experimenta la mujer embarazada, no sufres las molestias que suele conllevar un embarazo, pero tampoco puedes percibir en primera persona una vida creciendo dentro de ti, con todos los sentimientos que ello conlleva.
En el primer trimestre los sentimientos de ambivalencia de los que hablábamos en el caso de la mujer gestante se producirán también respecto a su pareja: el miedo a ese probable cambio de vida, el deseo de desempeñar bien tu papel, la preocupación por la salud del bebé y de la madre, la alegría por el próximo nacimiento, la inseguridad de no saber si todo irá bien…
Durante el segundo trimestre la llegada del bebé será cada vez una realidad más tangible; podrás verle en las ecografías, sabrás si será niño o niña y haréis planes sobre el futuro. Seguro que continúan tus preocupaciones sobre su salud o sobre cómo afrontarás este importante cambio, pero al ser un periodo en el que la embarazada se siente más tranquila y fuerte, podréis disfrutar del embarazo, de hacer planes o de preparar vuestra vida para la llegada del bebé.
También es posible que en algunos momentos te sientas en un segundo plano o incluso tengas celos al pensar que tu pareja no te está prestando la misma atención o que sólo está preocupada por lo relacionado con su embarazo. Por todo esto es fundamental mantener una buena comunicación, y compartir los preparativos de la llegada de vuestro hijo o hija. Cuando existe una pareja compartir las emociones y decisiones será beneficioso ya que ser padres es cosa de dos.
En el tercer trimestre tu papel es fundamental. La futura madre se sentirá, posiblemente, muy pesada y molesta, pueden aparecer miedos relacionados con los dolores del parto y el nacimiento del bebé. Por eso tu apoyo es crucial; tenerte a su lado le dará seguridad para enfrentarse al parto y al cuidado del bebé en los primeros días.
A continuación vamos a dar algunas ideas que podrás poner en práctica para vivir el embarazo de tu pareja de forma activa, involucrarte y sentirte parte de todo el proceso:
- Empieza a implicarte en la paternidad antes del nacimiento: acompañar a tu pareja a las consultas prenatales o preconcepcionales te ayudarán a vivir el proceso de cerca, a resolver tus dudas y además, tu pareja se sentirá más segura y apoyada. No dudes en preguntar en la consulta aquello que te preocupe o que no entiendas, por ejemplo, pedir que te expliquen qué es lo que estás viendo en las ecografías, eso te permitirá disfrutarlo realmente y sentir a tu bebé como algo más real. A partir de la semana 26, aproximadamente, podrás notar fácilmente al bebé en el abdomen de tu pareja.
- Busca información y aprende: Artículos de revistas, libros, la televisión, aquellos que ya tienen bebés, amistades, familiares, páginas de internet… A tu alrededor encontrarás gran cantidad de fuentes de información que te ayudarán a acercarte a la experiencia del embarazo: qué se siente, cómo se desarrolla el bebé o cómo preparar vuestro hogar. Y siempre que tengas dudas, pide ayuda profesional: profesionales de la medicina, matronas, etc.
- Planifica: es conveniente que organicéis con antelación los cambios que necesitará vuestro hogar tanto para la llegada del bebé como para hacer del embarazo un periodo lo más cómodo posible. Anticiparse y organizar estos cambios también os permitirá hacer un uso adecuado de los recursos económicos con los que contáis, porque los gastos se dispararán de ahora en adelante y las prisas en este caso son malas consejeras: la anticipación os permitirá comparar precios y “comprar con cabeza”, así como aprovechar las “donaciones” que seguramente os harán la familia y vuestras amistades.
- Hazte presente como pareja: No olvides que el embarazo supone un periodo de importantes cambios en la mujer, tanto a nivel físico como emocional. Las variaciones en los niveles hormonales pueden generar cambios en el comportamiento y los afectos; quizá se sientan tristes, otras veces eufóricas, desorganizadas, angustiadas o más susceptibles. Intenta ser paciente y trata de entender a tu pareja, haciéndole saber que estás ahí. Para que tu pareja se sienta apoyada en todo momento, tiene que sentirte cerca y contar contigo. No necesitará que estés todo el día con ella, pero necesita saberse querida, entendida y apoyada.
- Apoya a tu pareja para que lleve una vida saludable: ayúdala en su intento por limitar los hábitos inadecuados (alcohol, tabaco, drogas, mala alimentación, etc.). Recuérdale que es importante que acuda a las revisiones programadas y que siga las pautas que os hayan recomendado. Como una forma de compartir el embarazo y mostrar tu implicación, puedes aprovechar para reducir tú también el consumo de alcohol y tabaco, llevar una alimentación más saludable o hacer algún ejercicio suave con ella (como salir a caminar).
No dejes de lado la sexualidad: si no hay contraindicaciones médicas, la sexualidad puede continuar durante todo el embarazo si así lo deseáis. Puede que tu pareja sienta cierto rechazo hacia el sexo, debido a las molestias del embarazo, al cansancio o a la ausencia de deseo sexual; también puede ser que suceda lo contrario, que exista un aumento de deseo sexual por su parte y que sin embargo tú tengas ciertas reticencias por miedo a hacer daño al bebé: no temas, no le pasará nada si el embarazo transcurre con normalidad. La mejor vía para llegar a un acuerdo es hablarlo abiertamente, comprender al otro y ser pacientes.
Gracias a Drew Hays por la fotografía.
Lear MoreCambios psicológicos durante el embarazo
El embarazo es una experiencia física y emocional de gran complejidad; se asocia con cambios en la conducta alimentaria, el sueño y la actividad sexual y genera comportamientos y emociones que fuera del embarazo podrían incluso llegar a hacernos pensar en una depresión o una alteración del comportamiento, pero que dentro de las circunstancias de un embarazo se consideran normales.
En cuanto a lo meramente psicológico, vamos a hacer una distinción por trimestres de los aspectos más relevantes. No olvidéis que hablamos de forma general y orientativa: ni todas las mujeres presentan todos los cambios ni en todas las mujeres aparecen exactamente en el mismo momento. Esto se debe a que cada mujer (cada persona en realidad) es única: no todas las mujeres sienten de la misma forma, depende de su carácter, de las circunstancias que le rodean, de las circunstancias en que se ha producido el embarazo y del apoyo que disponga en cada momento, entre otras cosas.
Al principio del embarazo es habitual experimentar cambios frecuentes en los sentimientos y en el estado de ánimo. Es una reacción natural que se debe a las muchas transformaciones y alteraciones hormonales que se están produciendo en el cuerpo de la mujer y a las diferentes expectativas sobre cómo va a cambiar su vida por el hecho de dar a luz y ser madre. En la mayoría de los casos, estos cambios de humor tienen lugar entre la sexta y la décima semanas de gestación y se parecen a esas alteraciones del estado de ánimo que experimentan algunas mujeres durante lo que se suele conocer como síndrome premenstrual. Es normal pasar de la risa al llanto en cortos espacios de tiempo, sentirse más irascible y discutir con más frecuencia con las personas que tenemos cerca. Es importante consultar con tu médico si sientes que la tristeza, los cambios de humor, los problemas de sueño o los cambios en los hábitos de alimentación son muy severos.
Además en este periodo, especialmente si se trata del primer embarazo, aparecen temores respecto al bebé: si se estará desarrollando bien, si se puede producir algún problema, si al nacer “será normal”… Quizás lo más significativo en este primer trimestre, a nivel emocional, sea la inseguridad y la ambivalencia: por un lado, una fuerte emoción positiva relacionada con el deseo del nacimiento y por otro una gran preocupación por la propia salud y la del feto; en estos primeros meses se mezclan alegría y tristeza, ilusión y rechazo, inquietud, preocupación, etc.
Puede que te sientas más necesitada de compañía y muestras de cariño de tu pareja, familia y amistades. En estos primeros meses es importante darte tiempo para adaptarte a la nueva situación y afrontarla de forma positiva y buscar el apoyo y el cuidado de tu entorno social. Y, por supuesto, seguir las prescripciones médicas y controles prenatales.
En el segundo trimestre es habitual que la futura madre se sienta con más energía, positiva y tranquila. Las molestias del primer trimestre desaparecen o se atenúan, la barriga comienza a notarse y, al sentirte físicamente mejor, lo puedes disfrutar más. La conciencia de la maternidad es absoluta, pues el bebé ya se mueve, normalmente ya se sabe (si así se desea) si será niña o niño y le habrás podido ver en la ecografía. La experiencia de sentir a tu bebé te ayudará a olvidar tus temores.
Hacia el final de este periodo es muy importante una adecuada preparación para el momento del parto, tanto a nivel físico como a nivel psicológico. Las clases de preparación al parto suelen programarse a partir del sexto mes del embarazo. Tu matrona o especialista te informará sobre los mismos, el lugar donde se imparten, su duración, etc. En estos programas se ofrece información teórica útil sobre el embarazo, el parto, postparto, los cuidados del bebé y la lactancia. Estos cursos pueden suponer un importante apoyo para la mujer por el hecho de estar en contacto con otras embarazadas, ofrecen un espacio para resolver dudas, recibir consejos y compartir las propias experiencias, miedos y expectativas.
En el tercer trimestre volvemos a las emociones ambivalentes: la positividad y ese cierto relajo ante las cuestiones del día a día se empiezan a mezclar con la impaciencia porque llegue el momento de conocer y tocar a tu bebé, con el miedo y la preocupación por cómo será el parto, si nacerá sano y si serás capaz de cuidarlo adecuadamente. Ya empiezas a definir a tu bebé como un ser individual y con personalidad propia por cómo se mueve o a qué reacciona.
Algunas gestantes también refieren sufrir pequeñas pérdidas de memoria, despistes y dificultades de concentración. Además de problemas para dormir, debido a la dificultad para encontrar posturas cómodas para el sueño, calambres y “piernas inquietas”, y la presencia de pensamientos y sueños relacionados con el bienestar del bebé, la proximidad del parto, etc.
En general, la mujer experimenta muchos cambios, tanto a nivel físico como psicológico a lo largo del embarazo. Y la variabilidad de una mujer a otra también es muy elevada. Lo recomendable es no alarmarse, asumir que son transformaciones propias de la experiencia por la que se está atravesando y que todo volverá a la normalidad pasado un tiempo después del nacimiento. En cualquier caso, si algo te preocupa especialmente, no dudes en consultar con tu matrona o especialista, ellos te podrán guiar de una manera más personalizada sobre tu problema.
Lear MoreSaber cuidarse para poder cuidar
Apoyo psicológico a cuidadores de personas dependientes
Podríamos decir que son personas dependientes quienes por razones ligadas a la falta o pérdida de capacidad física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de una asistencia y/o ayuda importante -se entiende por ayuda importante la ayuda de otra persona- para la realización de las actividades de la vida diaria.
Cuidar a una persona que no puede valerse por sí misma supone un desgaste. Una carrera de fondo. A veces nos obliga a renunciar a nuestro tiempo libre, a nuestra vida privada, a nuestro trabajo. Esto puede suponer a largo plazo un sentimiento de frustración y a veces de rabia hacia la persona a la que cuidamos, lo que repercute en nuestra salud, física y mental, y en la manera en la que cuidamos.
Es frecuente que se produzcan cambios en las relaciones familiares, en el trabajo y la situación económica, en nuestro tiempo libre, nuestra salud o en el estado de ánimo:
- En las relaciones familiares: los demás miembros de la familia pueden sentir dividida la atención y muchas veces la persona que ha asumido la mayor responsabilidad percibe que el resto de la familia no valora suficientemente su esfuerzo.
- En el trabajo y la situación económica: El cuidador principal muchas veces no puede compaginar los cuidados de la persona dependiente con una jornada laboral completa, con la repercusión económica que ello supone; además, el cuidado de la persona dependiente suele suponer un coste económico adicional (medicinas, adaptaciones del hogar, productos específicos…)
- En el tiempo libre: el cuidado de una persona dependiente exige mucho tiempo y dedicación; este tiempo se sacrifica fundamentalmente de las actividades de ocio o con amigos. Es muy frecuente que el cuidador perciba que no tiene tiempo para sí mismo, incluso pueden aparecer sentimientos de culpa cuando la persona cuidadora disfruta de su tiempo libre, pues piensa que está abandonando su responsabilidad. La reducción de actividades en general, y sobretodo de actividades sociales es muy frecuente y está muy relacionada con sentimientos de tristeza y aislamiento.
- En la salud: Algo muy común en los cuidadores es el cansancio físico y la sensación de que su salud ha empeorado. En diversos estudios se ha comprobado que los cuidadores de personas dependientes tienen peor salud, acuden con más frecuencia al médico y tardan más en recuperarse de las enfermedades.
- En el estado de ánimo: la experiencia de cuidar a otra persona genera en muchos cuidadores sentimientos positivos. El simple hecho de que la persona a la que cuida y a la que quiere se encuentre bien puede conseguirlo. La persona a la que se cuida puede mostrarle su agradecimiento y eso le hace sentir bien. Hay quien cree que ofrecer estos cuidados es una obligación moral y cumplir con ello le hace sentirse satisfecho.
El carácter de estos cambios no tiene por qué ser necesariamente negativo, pues muchas personas cuidadoras de familiares dependientes explican que existen numerosos elementos positivos, satisfactorios: Puede estrechar la relación con la persona que cuidamos o con otros familiares y conseguir que descubramos en ellos y en nosotros mismos facetas interesantes que hasta entonces habían permanecido ocultas.
Sin embargo, debido a que las vidas de los cuidadores giran en torno a la satisfacción de las necesidades de su familiar dependiente, muchos suelen dejar sus propias vidas en un segundo plano. Esta situación, perfectamente comprensible, provoca que las tensiones y el malestar que experimentan muchos cuidadores provenga, pues, del hecho de que se olvidan de sus propias necesidades en beneficio de la de sus familiares. Esto puede traer a la persona cuidadora todas las consecuencias negativas expuestas en el punto anterior. Pero, ¿cómo puede saber una persona que el cuidado de su familiar le está originando una sobrecarga con condiciones negativas para su salud? El análisis de uno mismo y de las circunstancias vitales, junto a los cambios producidos en la vida, son elementos clave para saber si el cuidado de la persona dependiente está produciendo consecuencias negativas; existe una escala, la Escala de Carga de Zarit, que puede orientar la necesidad de una ayuda externa cuando existe una carga excesiva.
¿CÓMO PUEDE ESTAR AFECTÁNDOME EL CUIDADO DE UN FAMILIAR DEPENDIENTE?
En el siguiente listado se describen algunos de los síntomas que pueden aparecer en una situación de sobrecarga:
- Problemas de sueño (despertar de madrugada, dificultad para conciliar el sueño, demasiado sueño, etc.)
- Pérdida de energía, fatiga crónica, sensación de cansancio continuo, etc.
- Aislamiento.
- Consumo excesivo de bebidas con cafeína, alcohol o tabaco. Consumo excesivo de pastillas para dormir u otros medicamentos.
- Problemas físicos: palpitaciones, temblor de manos, molestias digestivas.
- Problemas de memoria y dificultad para concentrarse.
- Menor interés por actividades y personas que anteriormente eran objeto de interés.
- Aumento o disminución del apetito.
- Actos rutinarios repetitivos como, por ejemplo, limpiar de manera continua.
- Enfadarse fácilmente.
- Dar demasiada importancia a pequeños detalles.
- Cambios frecuentes de humor o de estado de ánimo.
- Propensión a sufrir accidentes.
- Dificultad para superar sentimientos de depresión o nerviosismo.
- No admitir la existencia de síntomas físicos o psicológicos que se justifican mediante otras causas ajenas al cuidado.
- Tratar a otras personas de la familia de forma menos considerada que habitualmente.
Si tienes a tu cargo el cuidado de una persona dependiente y crees que puedes estar sufriendo algunos de estos síntomas o el llamado síndrome del Cuidador, en Decide Psicología podemos ofrecerte asesoramiento y apoyo psicológico para afrontar esta situación y mejorar tu calidad de vida y el de la persona que cuidas. Llámanos y cuéntanos tu caso.
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