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WhatsApp vs Comunicación
¿Alguna vez has tenido algún problema con alguien por no haceros entender a través del WhatsApp?, ¿alguien se ha quejado porque «le has dejado en visto» y no le has respondido a un mensaje?, ¿has tratado de solucionar un conflicto a través de este medio y te has quedado con la sensación de que no está bien resuelto?.
Seguramente hayas respondido sí a alguna de estas preguntas, y si no lo has vivido tú en persona, lo habrás visto a tu alrededor.
Las nuevas tecnologías están cambiando nuestra manera de comunicarnos, pero… ¿realmente podemos confiar en que los chats nos facilitan la relación con otras personas?. Está claro que permiten mantener el contacto, pero cuando surge algún conflicto, debemos cuestionar su utilidad.
Las habilidades de comunicación conforman la herramienta más eficaz para garantizar un buen entendimiento entre personas. Dependiendo de cómo alguien se exprese, su lenguaje no verbal, las palabras elegidas, el momento y el medio adecuado… su mensaje llegará de manera efectiva al oyente, o podrán producirse malos entendidos.
Hace un tiempo escribí una entrada sobre algunas estrategias a tener en cuenta a la hora de afrontar conflictos interpersonales (“Las 9 claves para salvar una discusión”). Ahí planteaba que cuando necesitamos hablar sobre un tema importante o gestionar un conflicto con otra persona, el mejor medio para hacerlo es cara a cara y en la medida de lo posible evitar hacerlo por teléfono, por e-mail, y por supuesto por cualquier tipo de chat.
Pero la realidad es que ya son muchísimas las personas que están muy acostumbradas al uso de las nuevas tecnologías, y al final el WhatsApp y aplicaciones similares están siendo utilizados como uno de los medios de elección para comunicarse y gestionar situaciones tensas a nivel interpersonal.
Veamos los motivos por los que se extiende su uso:
LA INMEDIATEZ: a través de un chat se puede iniciar o contestar un hilo de conversación prácticamente en cualquier momento y lugar. Con esta inmediatez nos creemos que podemos aliviar la tensión interpersonal que se crea cuando surge algún conflicto. Ese momento en el que has detectado algo que no te gusta y tienes que soltarlo. Pero ya os adelanto que esto no siempre es así; ni se resuelve, ni es tan inmediato.
EL ESCUDO: cuántas veces nos vemos diciendo (escribiendo) cosas que no nos atreveríamos a decir cara a cara; porque son muy directas, atrevidas, agresivas o inapropiadas. Por WhatsApp nos “envalentonamos” porque no tenemos que enfrentarnos directamente a la reacción de la otra persona cuando suelto la bomba. El poder de provocar es una de las armas que nos ofrecen los chats a la hora de enfrentar los conflictos, pero realmente ¿ayuda a solventarlos?.
EL CONTROL: este tipo de chats nos permite conocer el momento en que la persona recibe un mensaje, cuándo lo lee, y cuánto tarda en contestarlo.
LA PERMANENCIA: todo lo escrito queda ahí, y podemos volver a ello siempre que queramos. Aquí, las palabras no se las lleva el viento. En cualquier momento pueden convertirse en la mejor defensa o en un letal ataque.
Que estos elementos contribuyan al creciente uso de los chats para afrontar temas importantes no significa que sean apropiados, o que lo que nos ofrecen realmente supongan ventajas a la hora de favorecer la comunicación.
Todos estos elementos tienen su parte claramente negativa:
- Tomarse un tiempo para la reflexión es una herramienta psicológica que nos va a permitir un mayor control emocional y una mejor gestión de los conflictos. La inmediatez que ofrecen los chats no siempre invita a ser reflexivo desde un primer momento, ni nos ayuda a controlar las conductas impulsivas.
- Nos vemos obligados a limitar nuestro lenguaje verbal. La cantidad de palabras utilizadas suele ser considerablemente menor cuando utilizamos los chats. Esto va a ir en contra de las posibilidades de expresarse y de hacerse entender.
- Perdemos también mucha información al no contar con un lenguaje no verbal. El lenguaje no verbal son todos aquellos elementos que acompañan a las palabras que utilizamos y que enriquecen su significado. El tono de voz, la postura corporal, los gestos, la mirada,…, aportan una valiosa información para entender el mensaje que nos llega. Los chats han incluido los emoticonos como herramientas para completar el tono de la conversación, pero, claro está, no es lo mismo, ni de lejos.
- El propio medio invita a desarrollar conductas obsesivas y de control. Releer hasta la agonía determinadas conversaciones, buscar y buscar el significado y los motivos de las palabras del otro, tratar de interpretar cualquier acción (“tarda mucho en responderme”, “lo ha leído pero no me contesta”, “está en línea pero a mí no me está escribiendo”, etc.). Todas estas acciones invitan a generar rumiaciones y otro tipo de pensamientos negativos que pueden avivar los conflictos en vez de ayudar a solventarlos.
- Paradójicamente, la inmediatez que proporciona el medio no está relacionado con el tiempo que se tarda en resolver un conflicto. De hecho, los tiempos se alargan. Entre que pienso lo que voy a decir, cómo lo escribo, lo tecleo, la otra persona lo recibe, lo lee, decide contestar, se piensa lo que va a decir y cómo, lo teclea y lo recibo yo de vuelta, pueden pasar desde unos pocos segundos hasta horas o ¡incluso días!. Yo siempre planteo a mis pacientes que varias horas de conversación a través de Whatsapp equivalen a unos minutos de conversación cara a cara.
- Otra particularidad es la subjetividad con la que interpretamos las palabras del otro. La entonación y el sentido que le damos a las palabras que recibimos los decidimos nosotros en función de factores que no siempre tienen mucho que ver con lo que la otra persona ha querido expresar. Pueden influir nuestro estado de ánimo, el tiempo que le podamos dedicar al mensaje, las expectativas que tenemos sobre lo que va a pasar, etc. Por poner un ejemplo, si yo le cuento a mi pareja por WhatsApp un posible plan y preveo que no le va a gustar, es fácil que, conteste lo que conteste, yo reaccione a la defensiva. Que me pone un “OK”, yo ya puedo pensar que es un mensaje muy escueto y que seguro que está molesto. Que me pregunta algún detalle sobre el plan, puedo pensar que ya va a empezar a ponerme pegas. Que tarda un rato en responderme, yo puedo ponerme impaciente y considerar que no le ha gustado. Y así sucesivamente.
Los fallos en la comunicación pueden generar muchos malos entendidos y el Whatsapp y otros tipos de chats ofrecen una comunicación llena de carencias.
Los chats pueden resultar útiles para contactar, transmitir una información neutral o como forma de esparcimiento. Pero no sustituye a las habilidades comunicativas de una persona.
Hagamos un uso práctico y responsable del Whatsapp.
Lear More¡Quiero un cambio!
Estoy en un momento de mi vida en el que me estoy planteando algunos cambios. Y en este proceso de cambio me ha venido a la mente un modelo que siempre me llamó la atención y quiero compartir con vosotros, ¡seguro que os resulta útil!
Se trata del Modelo Transteórico de Cambio de Prochaska y Diclemente. Inicialmente, este modelo se planteó en el contexto del tabaquismo, pero en la actualidad se le han encontrado otras muchas aplicaciones.
El modelo describe la evolución de los procesos mentales implicados a la hora de llevar a cabo un cambio en nuestras vidas. Plantea que el proceso de cambio se realiza a través de 6 etapas casi “circulares”. Para apoyar la descripción teórica del modelo, vamos a poner el ejemplo de una persona, “María”, que está experimentando algunas dificultades psicológicas y el proceso mental que sigue para afrontar su cambio.
1. PRECONTEMPLACIÓN: es una fase en la que la persona todavía no está valorando la necesidad de un cambio, porque no existe la conciencia de estar teniendo un problema que deba resolver. Es decir, negamos que exista un conflicto o nos apoyamos en excusas para no enfrentar la realidad del problema.
En esta fase María ya da algunas muestras de desadaptación a su entorno, como problemas en el control de impulsos, en la comunicación con sus allegados, problemas de relación con sus compañeros, irascibilidad, etc. Pero ella no considera que tenga un problema. Lo achaca a las circunstancias que le rodean. Nunca se plantearía acudir a terapia, y si lo hace es porque se ha visto obligada por su familia o por alguna otra circunstancia. Al no existir conciencia del problema, el índice de abandono del tratamiento sería más elevado.
2. CONTEMPLACIÓN: en esta etapa ya se reconoce la existencia de un problema, pero existen muchas dudas sobre cómo actuar. Es una fase donde se hace un balance decisional valorando los pros y los contras de la situación.
María empieza a darse cuenta de la cantidad de problemas que está generando a su alrededor por su comportamiento, y aunque reconoce lo desproporcionado de su actitud, sigue valorando que las circunstancias la empujan a comportarse así, por lo que duda que un proceso terapéutico pueda serle de utilidad.
3. PREPARACIÓN: la persona vive con determinación la necesidad del cambio y el cómo proceder. Si no avanza a la fase siguiente, podría llegar a retroceder a la etapa de contemplación.
María ya siente la necesidad firme de cambiar su situación, de hacer algo para volver a sentirse bien y recuperar de nuevo el control sobre sí misma. Ha considerado que una terapia psicológica puede brindarle el apoyo que necesita para avanzar en su problema.
4. ACCIÓN: se dan los pasos necesarios para iniciar el cambio.
María ha iniciado un proceso terapéutico, convencida de su decisión y con la predisposición adecuada para reconocer, afrontar e iniciar los cambios que necesita con el apoyo y guía de su psicóloga.
5. MANTENIMIENTO: es la fase donde tratamos de mantener en el tiempo los cambios que se han puesto en marcha y de prevenir una posible recaída.
María ya ha experimentado cambios en su manera de reaccionar frente al entorno y está disfrutando de los mismos, a la vez que trata de interiorizarlos y mantenerlos en el tiempo.
6. RECAÍDA: ocurre con relativa frecuencia. Se vuelve a la situación que habíamos definido previamente como problemática. En cuanto al proceso de cambio, se retrocede a etapas anteriores, siendo mejor para el proceso cuanto más cerca de la fase de ACCIÓN.
María se encuentra en una situación en la que vuelve a exhibir algunos comportamientos desadaptativos. Al identificarlos vuelve, por ejemplo, a la fase de acción, recurriendo de nuevo al profesional que le ayudó en un momento anterior.
Este modelo plantea dos ideas muy interesantes. La primera es que hace especial hincapié en la MOTIVACIÓN como un factor muy importante para el cambio. Y la segunda es que considera que las RECAÍDAS son probables, por lo que normaliza el “fracaso” con la intención de motivar a seguir intentándolo. A través de las recaídas, como forma de aprendizaje, podemos ir incorporando nuevas estrategias y conocimientos que nos van acercando a nuestro objetivo.
La idea es que cada persona puede pasar varias veces por las distintas fases del proceso de cambio para conseguir RESULTADOS ESTABLES. Así, este proceso no sería lineal, sino que seguiría un patrón circular o en espiral.
Si estamos intentando conseguir un cambio determinado en nuestras vidas sin conseguir los resultados esperados, puede que necesitemos buscar otro tipo de soluciones.
“Si deseas un resultado diferente, necesitas implantar una solución distinta.”
Muchas personas intentan durante un tiempo hacer frente a sus problemas con sus propios medios, sin conseguir una mejoría estable y suficiente, y acaban recurriendo a la figura del profesional de la psicología para poder avanzar hasta donde no han sido capaces de llegar por sí mismas.
“Encuentra la solución adecuada a tu problema en Decide Psicología”
Lear More¿Cuánto influyen las redes sociales en tus relaciones?
La tecnología ha entrado de lleno en nuestras vidas influyendo directamente en el modo en el que nos relacionamos, en nuestra forma de comunicarnos y por supuesto en la experiencia de tener pareja, especialmente en aquellas personas que dominan y están acostumbradas al uso de las distintas aplicaciones y redes sociales.
Recuerdo la frase de un anuncio de televisión que decía algo así como “recuerdas cuando antes llamabas a un lugar en vez de a una persona….”. Y efectivamente, ya no llamamos a “casa de” o al “trabajo de” sino que contactamos directamente con la persona. Y tenemos multitud de medios para hacerlo, ya no sólo existe la posibilidad de hacer una llamada: facebook, twitter, whatsapp, telegram, instagram, youtube, blogs, correo electrónico, …, el listado es más largo y seguramente vaya creciendo con el tiempo. Estos medios no solo nos proporcionan distintas maneras de contactar con alguien, si no también nos facilitan tener información del otro en cualquier momento.
En muchas ocasiones se plantea el debate de si tener acceso a gran cantidad de información de manera inmediata es realmente bueno para nosotros o no. Supongo que la cuestión es el uso que hacemos de la tecnología que tenemos a mano. En general, parece que la tecnología nos facilita la vida y nos da un sinfín de oportunidades, pero por otro lado, puede complicarnos mucho las cosas.
En el caso de las relaciones interpersonales y sentimentales, ¿quién no ha tenido un roce, una discusión a causa del nuevo modo de “relación virtual”. Os puedo poner ejemplos que durante las terapias me cuentan los pacientes.
- “…como me ha bloqueado en facebook, whatsapp, y no me contesta a la llamadas, me he metido en el perfil de mi amiga para saber qué hace”
- “mi novia se enfadó porque vio que mi última hora de conexión al whatsapp fue a las cuatro de la mañana y pensó que había salido de fiesta”
- “me pongo nervioso cuando veo que ha recibido el mensaje, que lo ha leído y aún así no me contesta”
- “sospecho que mi novio y mi amiga están liados porque siempre aparecen “en línea” a la vez”
- “alguna vez he aprovechado que mi pareja está en el baño para mirarle el móvil, a ver si veo algo sospechoso”
- “la comunicación y la convivencia con mi pareja se está volviendo insoportable, se pasa todo el día con el móvil en la mano y no atiende a nada más”
- “anoche nos pusimos a discutir por el móvil y acabamos cortando la relación”
Todos estos ejemplos que he puesto tienen un aspecto en común, y es la tendencia a desarrollar conductas obsesivas y de control sobre el otro, desplazando a otras cualidades importantes y necesarias en las “relaciones sanas” como son la paciencia, la confianza, la intimidad y el espacio personal.
Seguramente las generaciones más jóvenes son las más vulnerables a los efectos negativos de las tecnologías en nuestras relaciones sociales y de pareja, por ello es muy importante enseñarles a hacer un uso apropiado y controlado de las redes sociales y demás aplicaciones, y mostrarles otras vías de comunicación y de solución de problemas.
Lear More¿Cuándo debo ir a un psicólogo?
En algunos momentos de nuestra vida nos encontramos con circunstancias que rebasan nuestra capacidad de afrontamiento; esto puede generarnos estrés, ansiedad, rabia, frustración, culpabilidad o tristeza, y sin embargo, no nos impiden seguir adelante con nuestra vida.
Pero en ocasiones, estas emociones, que son normales en todos los seres humanos, pueden llegar a provocar un grado de sufrimiento más intenso, duradero o incontrolable, que nos hagan necesitar ayuda externa.
Si no les hacemos frente, estas emociones negativas puedan «enquistarse» y acompañarnos en nuestras vidas mucho más tiempo del deseado, interfiriendo en nuestra vida cotidiana de tal forma que no nos permita llevar una “vida normal” (con esto nos referimos por ejemplo a que no podemos dormir, o comer, relacionarnos con nuestros amigos, terminar nuestros estudios o desempeñar adecuadamente nuestro trabajo).
Para enfrentar la inestabilidad emocional hace falta tiempo y poner en marcha determinadas estrategias que nos ayuden a superar los síntomas y sus consecuencias.
En muchas ocasiones la persona decide hacer este trabajo solo, o contando con la ayuda de quienes le rodean. Y en otras, además, se decide recurrir a un profesional de la salud mental.
El psicólogo sería el médico del alma, el especialista de las emociones, el comportamiento y el pensamiento humanos. Es quien nos puede ayudar a encontrar soluciones a circunstancias a las que no hemos sabido enfrentarnos por nosotros mismos. Igual que si tenemos un dolor de espalda, que no conseguimos paliar con calor y una pomada, acudimos al fisioterapeuta, cuando tenemos un malestar emocional que no somos capaces de superar, podemos acudir al psicólogo.
En la sociedad actual, la figura del profesional de la psicología no siempre está bien vista y está rodeada por muchos mitos: puede leer la mente, puede cambiar tu forma de ser, puede influirte sin que te des cuenta, puede saber cosas de ti mismo que ni tú conoces, te hacen remover el pasado para nada. Incluso se piensa que hay que estar muy mal para decidirse a ir, o que quien va es porque está loco y que puede ser objeto de miradas y comentarios.
Lo cierto es que no es necesario estar enfermo para poder reclamar la ayuda de un profesional.
En ocasiones las personas piden ayuda cuando creen haber llegado a un límite o la situación está bastante descontrolada. Esto implica que quien acude al psicólogo lleva un periodo de tiempo relativamente largo “fracasando” en sus intentos por solucionar el problema, lo que conlleva un determinado sufrimiento e inevitablemente lleva a un detrimento de su bienestar y/o felicidad. (te invitamos a leer esta interesante entrada sobre las dificultades que se pueden experimentar cuando se tienen algunas dificultades psicológicas: ¡no quiero sentir malestar emocional!
Además, cuanto más tiempo esperemos, probablemente la situación esté más deteriorada, y por lo tanto el tiempo que uno tiene que invertir para mejorar será, frecuentemente, mayor.
Así, parece más sensato no solo acudir al psicólogo cuando se percibe una lesión emocional grave, sino cuando se empiezan a detectar pequeños signos, síntomas, que por sí mismo, uno no es capaz de sanar.
El planteamiento es que, aunque no podemos controlar todas las variables del universo, ni evitar que ciertas cosas no funcionen bien en nuestras vidas, sí que podemos trabajar para «procurar el menor sufrimiento posible ante las cosas malas que nos ocurren».
¿En qué y cómo puede ayudar un psicólogo?, es decir ¿para qué situaciones o problemas está aconsejado?
Acudir al psicólogo no significa que estemos “locos”, ni que tengamos un “problema grave”.
La figura del psicólogo es la que nos va a ayudar a desarrollar las estrategias necesarias para hacer frente a los problemas que no hemos podido resolver por nosotros mismos.
Nos puede ayudar a superar una ruptura sentimental, a buscar la forma de salir adelante en “una mala racha”, a mejorar nuestra manera de relacionarnos con los otros o comunicarnos mejor, a superar la pérdida de un ser querido, una vivencia traumática o cuando existe una situación de violencia o maltrato.
Podemos necesitar consejo profesional a la hora de educar a nuestros hijos, cuando existe alguna circunstancia o problemática añadida (por ejemplo, un niño con necesidades educativas especiales) o en periodos del desarrollo más conflictivos (por ejemplo, en la adolescencia).
También puede resultar positiva la aportación de un profesional de la psicología cuando existen problemas de pareja o problemas en el ámbito sexual.
Asimismo existen numerosas patologías, lo que se conoce como enfermedades o trastornos mentales (que tendrán mayor o menor gravedad según el caso), en las que la intervención de un psicólogo no sólo es muy recomendable, sino prácticamente imprescindible: trastornos de ansiedad, del estado de ánimo, de la conducta alimentaria, adicciones, toc, etc.
Como podéis ver, son incontables las situaciones en las que una persona puede encontrarse superado por las circunstancias y buscar la ayuda de un profesional.
Probablemente encontraréis personas que opinarán que existe una tendencia en la actualidad a acudir al psicólogo “por motivos insignificantes”, que utilizarán argumentos como “eso antes se arreglaba con un par de bofetadas”, “en mis tiempos se aguantaba más” o “pues de toda la vida cuando te ha dejado la novia te vas de borrachera y arreglado”.
No creemos que exista un nivel de sufrimiento o malestar determinado a partir del cual haya que ir al psicólogo necesariamente, cada persona tiene unos aprendizajes, experiencias y vivencias propias y sufre y disfruta de forma única e intransferible, por lo que la situación que a una persona le lleva a decidir que necesita acudir al psicólogo puede ser difícilmente comprensible para otra.
Incluso hay personas que, sin presentar un sufrimiento intenso en ningún ámbito de su vida, deciden acudir a la consulta de un psicólogo para experimentar un crecimiento personal o desarrollar determinados aspectos de su personalidad en los que observan alguna carencia: mejorar su capacidad de liderazgo, aprender a comunicarse mejor, a desenvolverse en determinadas situaciones o desarrollar una autoestima más fuerte.
¿Cómo trabaja el psicólogo en el ámbito sanitario?
El psicólogo es una persona normal y corriente que, con una formación académica y una actitud adecuada, trabaja sobre la información que le trae el paciente de una manera distinta a como la harían la familia o las amistades.
- El psicólogo no juzga, ni critica, ni entra a hacer valoraciones sobre “lo que está bien” o “lo que está mal”. La información que se recoge se utiliza sólo como medio para conocer las experiencias que ha vivido el paciente, para detectar síntomas, comportamientos y actitudes poco adaptativos y los mecanismos de afrontamiento de los que dispone el paciente. Es decir, la información se utiliza para el tratamiento.
- El psicólogo sirve de guía. No dispone de fórmulas mágicas, ni de la solución a cada problema que se le plantea. No nos dice lo que tenemos que hacer, pero sí nos ayuda a encontrar nuestras propias soluciones, a plantearnos nuestros propios objetivos y propósitos. Nos ayuda a visualizar otras perspectivas, a enfrentar nuestros conflictos personales desde puntos de vista alternativos, a marcarnos metas realistas, coherentes y alcanzables. En definitiva, nos acompaña en el proceso de superación personal y sanación.
- El psicólogo sirve como apoyo. A través de la escucha activa el paciente puede verbalizar sus problemas, desde un clima de tranquilidad, comprensión y empatía. Relatar los miedos, inseguridades o problemas pueden tener un efecto aliviador al que llamamos ventilación emocional.
- El psicólogo busca establecer un clima de confianza que le ayude a trabajar junto con el paciente en alcanzar los objetivos planteados; es lo que se conoce como alianza terapéutica: este concepto se refiere al vínculo que se establece entre terapeuta y paciente, partiendo de la base de que el paciente necesita ser comprendido y aceptado. Para construir una buena alianza terapéutica es importante que exista cierto grado de acuerdo entre ambos tanto en los objetivos a conseguir como en los medios necesarios para conseguirlos. Para ello el terapeuta ayudará al paciente, al principio de la terapia, a definir claramente cuáles son los objetivos que éste último persigue; además es importante que el psicólogo explique al paciente cuáles serán los medios y técnicas que utilizarán durante las sesiones, de forma que el paciente pueda mostrar su acuerdo o desacuerdo con ellas.
A través de estas y otras herramientas, que dependerán tanto de los objetivos que tenga el paciente respecto a su intervención como de la corriente psicológica a la que se adscriba el terapeuta, se irá trabajando durante las sesiones para lograr un cambio duradero que permita al paciente desenvolverse en su vida diaria ahora y en el futuro.
¿Te atreves a probar la experiencia y saber cómo podemos ayudarte? Decídete y ponte en contacto con nosotras; ¡la primera sesión es gratis!
Lear More¿Soy adicto al movil?
En pleno siglo XXI, es casi imposible negar la utilidad de las nuevas tecnologías y la importancia del papel que juega en nuestras vidas. Aunque muchos de nosotros hemos pensado en algún momento que “nos roban el tiempo”, las nuevas tecnologías tienen un importante papel en la vida del ciudadano occidental y sin duda, son herramientas potencialmente útiles y generadoras de calidad de vida.
¿Podemos hablar de una conducta adictiva relacionada con las nuevas tecnologías? La APA (Asociación Americana de Psiquiatría) y la OMS (Organización Mundial de la Salud), cuando hablan de los trastornos relacionados con sustancias (lo que comúnmente conocemos como “adicción”) distinguen entre la dependencia y el abuso. Veamos cómo definen cada uno de estos términos:
La dependencia de una o varias sustancias se produce cuando existe “un patrón desadaptativo de consumo de dicha sustancia que conlleva un deterioro o malestar clínicamente significativos”, como manifestaría la presencia de tres o más de los siguientes síntomas en algún momento durante un período de 12 meses:
- Tolerancia, que se define como la necesidad de aumentar la cantidad de sustancia ingerida para conseguir los mismos síntomas, o como la disminución del efecto de la misma cantidad de sustancia debido al consumo continuado.
- Abstinencia, que se define en función de una sintomatología específica, dependiendo del tipo de sustancia (suelen incluir, casi siempre, inquietud, irritabilidad, temblor, agitación o hiperactividad física, problemas de sueño, dificultad para concentrarse…), o en el hecho de que el consumo de la sustancia (o de otra parecida) se produzca fundamentalmente para evitar los síntomas de la abstinencia.
- La sustancia es tomada con frecuencia en cantidades mayores o durante un período más largo de lo que inicialmente se pretendía
- Existe un deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o interrumpir el consumo de la sustancia
- Se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia, en el consumo de la sustancia o en la recuperación de los efectos de la sustancia
- Se produce una reducción importante de actividades sociales, laborales o recreativas debido al consumo de la sustancia
- Se continúa tomando la sustancia a pesar de tener conciencia de problemas psicológicos o físicos persistentes que parecen causados o exacerbados por el consumo de la sustancia
El abuso de sustancias se define por la presencia de “un patrón desadaptativo de consumo de sustancias que conlleva un deterioro o malestar clínicamente significativos”, manifestado en uno de los siguientes síntomas en un periodo de 12 meses:
- Consumo recurrente de la sustancia, que da lugar al incumplimiento de obligaciones en el trabajo, la escuela o el hogar.
- Consumo recurrente de la sustancia en situaciones en las que hacerlo es físicamente peligroso
- Problemas legales repetidos relacionados con la sustancia
- Consumo continuado de la sustancia, a pesar de tener problemas sociales continuos o recurrentes o problemas interpersonales causados o exacerbados por los efectos de la sustancia.
Si en estas definiciones consideramos el uso de la tecnología (móvil, ordenador, tablet, internet, redes sociales, whatssapp, videoconsola…) en donde se habla de sustancia nos encontramos con que algunos de estos síntomas definitorios podrían encajar con el uso que hacen algunos individuos de la tecnología. No existe un consenso al respecto dentro de la comunidad científica; la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) no ha incluido ninguna categoría relacionada con la adicción a nuevas tecnologías en la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de las enfermedades mentales (DSM V) por falta de estudios concluyentes, pero considera este tema de la suficiente envergadura como para incluirlo dentro del apéndice de “Estudios adicionales”.
Aunque algunos autores prefieren hablar de un “uso excesivo” o “uso problemático” en lugar de hablar de un abuso o una dependencia, es cierto que en algunos casos la relación de la persona con las nuevas tecnologías es de tal magnitud e intensidad que llega a interferir de forma importante en otras áreas de su vida, como puede ser el abandono de relaciones interpersonales reales, dificultades para concentrarse en el ámbito laboral o escolar, pérdida de la capacidad de disfrutar en entorno analógicos (alejados de las nuevas tecnologías), etc.
Probablemente, la cuestión más difícil de resolver en este caso es poner el límite entre lo normal y lo patológico, pues ¿quién no ha cortado alguna vez una conversación con un amigo al oír el sonido de entrada de un mensaje? Todos hemos podido sentir cierta inquietud alguna vez al ver que nuestra batería está a punto de agotarse, y muchas veces nos damos explicaciones más o menos coherentes como “es que si me pasa algo, ya no hay forma de encontrar un teléfono por la calle” o “es por si mi familia necesita hablar conmigo“. Quizá el elemento diferenciador está en el nivel de angustia que esta situación nos genera, o en la interferencia de estos sentimientos en nuestro día a día.
El problema se plantea cuando la tecnología pasa de “herramienta” a “motor” de la vida de las personas. Algunas de las conductas que pueden hacernos pensar que existe un uso abusivo de las nuevas tecnologías se describen a continuación:
- Cuando quedarse sin cobertura o no tener acceso a una red wifi genera un intenso malestar, con síntomas que deberíamos asociar más a un ataque de ansiedad de una persona que sufre una fobia que a un teléfono sin cobertura: respiración y pulso acelerados, dificultad para concentrarse, malestar y sensación de que algo malo va a suceder…
- Cuando el pitido de la batería baja hace que toda nuestra atención se concentre en encontrar un enchufe y ponemos en marcha toda clase de estrategias para impedir la posibilidad de que nuestro teléfono, tablet o portátil se apague, incluso cuando estas estrategias pueden llegar a acarrearnos problemas. Por ejemplo, ausentarse de una comida familiar para cargar tu “aparato”, o finalizar un día de playa o de campo antes de lo planeado para poder volver a estar conectado.
- Cuando la necesidad de estar “a la última” en nuevas tecnologías se escapa a nuestro control y nos lleva en alguna ocasión a invertir en éstas más dinero del que habíamos previamente planeado o que podemos permitirnos por nuestra situación económica. Así, cualquier producto nuevo, pasa de ser algo funcional a ser una necesidad en nuestras vidas.
- Cuando la urgencia por consultar los mensajes, las llamadas o el correo electrónico nos llevan a conductas de riesgo o al margen de las normas legales o de buena educación, tales como utilizar el móvil conduciendo o encender el teléfono en un avión o en un cine.
- Cuando dejamos de relacionarnos con las personas que tenemos a nuestro alrededor porque nos preocupa más lo que se está diciendo en las redes.
- Cuando dedicamos un número excesivo de horas al día a estas tecnologías y descuidamos otras responsabilidades, obligaciones y hábitos. Por ejemplo, disminuir nuestro rendimiento laboral, descuidar nuestra alimentación, aseo, y tareas del hogar, grave interferencia en actividades formativas, dificultad para mantener la atención en otras actividades, etc.
¿Qué consecuencias puede tener un uso excesivo del teléfono móvil, la tablet o el ordenador?: los estudios hablan de mayores niveles de estrés mantenido en las personas que utilizaban de un modo excesivo las nuevas tecnologías, de dificultades para concentrarse o atender situaciones ajenas a las nuevas tecnologías, e incluso de pensamientos melancólicos y bajo estado de ánimo en aquellos sujetos que más se conectaban a las redes sociales.
La inmediatez de acceso a la información y la gran cantidad de ella que tenemos gracias a internet tiene, sin duda, muchas ventajas, pero también pueden disminuir nuestro nivel de tolerancia a la espera, y la rapidez en la toma de decisiones puede alterar nuestra capacidad de reflexionar y tomar decisiones “sensatas”.
Detrás de una persona hiperconectada se encuentra en ocasiones alguien que teme estar solo, que necesita estar permanentemente en contacto con otros, pero que prefiere relacionarse a través del mundo virtual, donde es más fácil controlar las interacciones y al mismo tiempo es menos exigente que una relación de amistad en el mundo real.
El primer paso es hacer un sincero análisis de nuestro comportamiento y preguntarnos si estamos dedicando a las nuevas tecnologías más tiempo del que nos gustaría, si ese nivel de de implicación con el mundo virtual nos está alejando del mundo real, o si esa libertad que defendemos que nos aportan las nuevas tecnologías es realmente una elección libre o comienza a escaparse de nuestro control.
Si piensas que la tecnología está empezando a tener un papel demasiado importante en tu vida o las personas de tu alrededor te recriminan que “ya no se puede hablar contigo” porque estás todo el día con el móvil, a lo mejor ha llegado el momento de buscar la opinión de un experto. En Decide Psicología podemos ayudarte a establecer relaciones más sanas y equilibradas, tanto con la tecnología como con las personas de tu alrededor.
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