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«Quiero ser menos perfeccionista»
Mucho se habla ya del perfeccionismo, esa cualidad que lleva a algunas personas a hacer las cosas de una única manera posible, ¡perfectas!.
¿Pero realmente sólo existe una única manera de hacer algo perfecto?
Seguramente, si ponemos juntas a dos personas altamente perfeccionistas a hacer la misma tarea, cada una desarrollará su propia manera de llevarla a cabo. Y por supuesto, va a encontrar fallos en la ejecución de la otra persona.
El perfeccionismo es de esas cualidades que pueden estar bien valoradas en determinados contextos, por ejemplo en entornos laborales, al menos en la teoría. Porque en la práctica, el perfeccionismo no resulta tan útil como aparenta. Y la persona que lo es, lo sabe y lo sufre.
Tarde o temprano la persona perfeccionista acaba sufriendo las consecuencias de serlo, y las personas de su alrededor también.
Es agotador.
Es estresante estar en continua búsqueda de unas circunstancias que nunca parecen lo suficientemente buenas.
Es frustrante el grandísimo esfuerzo que una persona tiene que hacer para intentar llegar a un objetivo de perfección, que nunca alcanza.
Y también es limitante, porque aunque al perfeccionista le cueste reconocerlo, la realidad es que en ocasiones decide no embarcarse en algunos proyectos o actividades solo por el hecho de saber que no va a ser perfecto en ellos.
El perfeccionismo suele llevar a un pensamiento dicotómico: “o se hace perfecto o no vale”.
El perfeccionismo no tolera el error.
El perfeccionismo no encuentra el fin.
Y la frustrante realidad con la que se topan los perfeccionistas es que LA PERFECCIÓN NO EXISTE. Siempre hay algo que se puede mejorar: menor tiempo, menor inversión, menor sacrificio, mejores resultados, mejor presencia, resultados más estables o duraderos, etc.
Entonces, ¿por qué exigirse un objetivo inalcanzable?
Algunas teorías sostienen que la persona perfeccionista tiene una motivación de logro excesiva y mal entendida. La motivación de logro es la que nos orienta hacia el éxito, hacia la consecución de objetivos y metas, hacia la superación y el desarrollo personal.
El problema radica cuando lo único que motiva a la persona es el querer mejorar, conseguir el éxito, orientarse únicamente hacia unos resultados óptimos, sin que aparentemente nada más le satisfaga.
Veamos ahora otras características que pueden tener las personas perfeccionistas:
Los perfeccionistas son personas inconformistas y meticulosas.
- Suelen tener muy desarrollado un radar hacia la imperfección, hacia los fallos.
- Tienen dificultades para coexistir con los errores. Para el perfeccionista todo lo que no es “perfecto” lo considera “malo” o un “error”.
- No están cómodos desarrollando trabajos en equipo. Son críticos y suelen quejarse de la manera de funcionar de los demás; así que no es raro que eviten este tipo de situaciones.
- Suelen querer tener todo controlado y saber qué es lo que va a suceder.
- Pueden tener dificultades para aceptar las críticas.
- En muchas ocasiones está asociado a un problema de inseguridad y de falta de confianza hacia los demás.
- Pueden mostrar dificultades para aceptar la diversidad.
- Con frecuencia, las personas perfeccionistas han tenido padres rígidos y exigentes.
- Pueden responder con ansiedad, con enfado o a la defensiva en entornos donde se sienten evaluados, ante situaciones novedosas y ante los cambios.
- Cuando una situación no se revuelve del modo que considera “perfecto” pueden reaccionar con enfado.
- La persona perfeccionista tiende a evitar situaciones que no tiene controladas como actividades nuevas o determinados tipos de interacciones sociales, por miedo a no encontrar esa solución perfecta, al fin y al cabo, por miedo al fracaso.
- Con frecuencia tienen conflictos interpersonales. Pueden generar un ambiente competitivo; el ambicionar su propio éxito a veces les lleva a querer estar por encima del otro.
- El sobresfuerzo continuado le puede conllevar estrés y enfermedades psicosomáticas.
Sin embargo, no todas las personas perfeccionistas lo son en todas las áreas de su vida, sino que pueden serlo sólo en algunas parcelas.
Y ¿cómo confrontar el perfeccionismo?
Cuando en terapia trabajo con una persona altamente perfeccionista solemos debatir sobre la existencia o no de la perfección.
Le propongo que reflexione sobre algo que haya hecho en su vida que sea objetivamente perfecto, y claro, no lo encuentra, siempre se puede encontrar algún pero o algún área de mejora.
Otra de las realidades con las que le confronto es que valore todo lo que se está perdiendo, todo lo que está sacrificando y todo lo que está invirtiendo para intentar alcanzar el perfeccionismo en alguna tarea o área de su vida.
Buscar la perfección distrae a la persona del auténtico objetivo de ser más feliz en la vida.
También resulta interesante el darse cuenta cómo el perfeccionismo de uno afecta a la gente que le rodea: los compañeros de trabajo, la pareja, los hijos, etc. El perfeccionista experimenta una sensación permanente de insatisfacción, y puede llegar a generar en las personas de su alrededor frustración, impotencia, o incluso una sensación de no valer, de no ser lo suficientemente bueno por no conseguir alcanzar el nivel de exigencia de la persona perfeccionista.
Una vez que has entendido lo poco útil que resulta el perfeccionismo, te interesará saber qué herramientas te pueden a ayudar a combatirlo, ¿verdad? Pues sigue leyendo:
Lo mejor es enemigo de lo bueno
- Desear ser perfecto es eso, un deseo, no es una necesidad fundamental. Si lo consideramos así, la frustración que percibiremos cuando no lo consigamos será aún mayor. Trabaja en esta consigna: “me gustaría ser perfecto para esta situación, pero no necesito serlo”.
- El empeño en alcanzar el perfeccionismo suele estar relacionado con la anticipación de consecuencias catastróficas si no se consigue una solución correcta al problema al que uno se enfrenta. Pero estos “desastres” que el perfeccionista se imagina no son reales, están en su cabeza. Y a pesar de esa subjetividad, la persona puede llegar a experimentar las emociones propias (miedo, desesperanza, impotencia, etc.) como si fueran reales. Para afrontarlo trata de llevar a tu mente al aquí y ahora, a tu realidad actual. También puedes utilizar este tipo de frase: “Esto no me ha salido bien, pero no es una catástrofe. Puedo sobrevivir a ello”.
- Cuando te enfrentes a un problema, piensa en varias soluciones posibles a elegir, y escoge la más factible y no la “perfecta“, sabiendo que todo tiene sus ventajas e inconvenientes.
- En esta misma línea, esfuérzate por buscar entre las opciones extremas (blanco o negro) los puntos intermedios y moderados (grises).
- Intenta ver las situaciones difíciles como un desafío del que hemos de aprender y acepta que para algunas tareas es necesario practicar y practicar antes de conseguir el éxito.
- Asume que ningún ser humano es perfecto y lánzate a hacer una actividad que no tengas controlada.
- Si asumimos que ningún ser humano es perfecto, también estaremos aceptando que errar es de humanos. Así, la valía de una persona como ser humano no se reduce a sus conductas y resultados. “No por hacer algo mejor o peor soy más o menos persona”.
- Cambia el perfeccionismo por exigencia y perseverancia. Se trata de saber definir unos objetivos que sí sean alcanzables y realistas, donde calibramos el esfuerzo que nos va a suponer alcanzarlos y el beneficio que obtendremos por ello; pero también se trata de saber parar cuando no es posible llegar a un determinado resultado y asumirlo, es decir, aceptar que las cosas son como son.
- Necesitas aprender a renunciar. Renunciar a esos detalles que supuestamente son imprescindibles para llegar a “la perfección”, pero que conllevan un coste elevado en tiempo, en sacrificio o que tensan tus relaciones interpersonales.
- En Psicología siempre que tratamos de instaurar una conducta nueva o modificaciones en nuestro modo de proceder, recomendamos empezar por tareas sencillas, fáciles y con menor implicación emocional. Así, te propongo que elijas una tarea que no te resulte especialmente importante y, a propósito, la realices menos bien de lo que podrías haberlo hecho. Inmediatamente cambia a otra actividad que sea especialmente gratificante para ti. Se trata de buscar otra motivación que te genere satisfacción (por ejemplo, deja sin terminar de clasificar tu correo y ponte a ver la serie que te guste, a jugar con tu hijo o mantén una conversación agradable con alguien significativo para ti).
- Para otro tipo de tareas, fija un resultado y un tiempo de ejecución que sean aceptables para ponerle un fin y trata de cumplirlo.
- Si tienes dificultades para dar por óptima y terminada una tarea, ten en cuenta esta máxima: “Es mejor terminar gran parte de lo que te has propuesto, que no terminar nunca nada”. Disfruta del proceso, y no te concentres tanto en el resultado.
- Por último y no menos importante, atiende a tu discurso interno. Seguramente esté cargado de autocrítica y reproches, porque te fijas más en los errores o en lo que no ha salido bien, que en lo que sí ha funcionado o llevas ya avanzado. Ve haciendo progresivamente una transformación hacia un lenguaje más positivo y amable (pincha aquí para saber más).
Recuerda que si sigues intentado hacer las cosas de una manera perfecta, sentirás continuamente presión, frustración e insatisfacción.
Intenta sustituir el hacer las cosas «perfectamente» por «adecuadamente»”.
Toma toda la información que te presento aquí, léela con frecuencia y trata de poner en práctica estas pautas. ¡Toma la decisión de cambiar!
Sé que no te va a salir “perfecto” desde el principio, je je, pero sé perseverante en tu objetivo de reducir el perfeccionismo.
Acepta el aprendizaje, con sus aciertos y errores como parte del proceso, y disfruta….
Disfruta… y lograrás una vida más satisfactoria y relajada.
Por supuesto, no dudes en contactar conmigo, en Decide Psicología, si tienes dificultades para lograrlo. No pasa nada por pedir ayuda, mucha gente lo hace y consigue alcanzar sus objetivos. ¡Tú puedes ser uno de ellos!
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