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¡No quiero sentir malestar emocional!
Si estás pasando por una época de cierta inestabilidad emocional, si sufres algunas dificultades a nivel psicológico, estás sintiendo limitaciones en tu vida o si sientes que no puedes con todo, puede que además de todo lo anterior también estés experimentando otro tipo de malestar emocional adicional:
Culpabilidad por sentirte mal.
Culpabilidad por no ser capaz de mejorar.
Culpabilidad por “mostrarte débil”.
Vergüenza porque los demás sepan que no estás del todo bien.
Vergüenza porque piensen “que le estás echando morro”.
Vergüenza por reconocer que sufres una “enfermedad mental”.
Miedo a que no te crean.
Miedo a que parezca que estás fingiendo.
Miedo a que hablen mal de ti.
¿Crees que alguna de las frases anteriores define cómo te sientes? Si la respuesta es que sí, desde aquí tengo que decirte que te ocurre lo mismo que a otras muchas personas que están pasando un mal momento a nivel emocional
Parece que nuestra sociedad actual aún no está del todo preparada para aceptar las dificultades psicológicas como algo normal, sin estigmatizar la enfermedad mental y sin juzgar de alguna manera a la persona que sufre un trastorno de ansiedad, un cuadro depresivo, una adicción o un trastorno de alimentación, por poner algunos ejemplos.
Porque de alguna manera se asocia el malestar emocional con debilidad, con falta de fuerza de voluntad,
o con falta de capacidad para afrontar determinadas situaciones.
Existe otra dificultad para la normalización de las enfermedades mentales y los problemas psicológicos. Y es el no saber cómo tratar las dificultades psicológicas y a las personas que las sufren. A veces se tiende a minimizar el malestar de la persona, o se ofrecen consejos vagos y superficiales: “tienes que esforzarte por ponerte bien”, “anímate y sal a la calle para que te dé el aire”, “tienes que poner de tu parte”.
Seguramente, la mayor parte de estos consejos estén motivados por un interés genuino en ayudar. Pero la persona que está sufriendo puede sentirse poco comprendida: “¿crees que no he intentado de todo para no sentirme así?”, “si fuera tan fácil, ya lo habría hecho”, “parece que piensas que elijo estar así”.
Evidentemente la realidad de la enfermedad mental es infinitamente más compleja que una mera cuestión de esfuerzo para ponerse bien.
Cuando se trata de salud física, sí entendemos que la enfermedad es compleja y requiere de un tratamiento o cuidados para su curación. No es solo una cuestión de actitud.
No le decimos a una persona con gastroenteritis: “tienes que esforzarte más para no vomitar”.
No le decimos a una persona con una fractura en la tibia: “sal a la calle, intenta caminar, te sentirás mucho mejor”.
No le decimos a una persona con fiebre “si te lo propones, seguro que consigues bajar tu temperatura”.
Quizás tenemos que asumir que el avance que debe hacer la sociedad para comprender mejor las dificultades psicológicas lleva su tiempo y es algo que se escapa de nuestra zona de control.
Pero sí tenemos más capacidad de acción sobre lo que pensamos y sobre lo que nos decimos.
No podemos controlar la estigmatización social sobre la enfermedad mental.
Pero sí podemos trabajar sobre lo que pensamos acerca de las dificultades psicológicas que sufrimos.
Nadie cuenta con vergüenza que cuando era más joven le operaron de apendicitis, pero seguramente no hable abiertamente de haber tenido un trastorno por atracón.
Nadie se siente culpable por tener unos días de baja tras una operación quirúrgica, pero hay muchas personas que sí se sienten culpables de necesitar una baja por sufrir ansiedad.
Es importante tener en cuenta que la mente viene a ser un conjunto de estructuras cerebrales, con unas conexiones extremadamente complejas, que como cualquier otro órgano, también falla y enferma.
La salud mental es tan importante como la salud física.
La salud mental es tan digna como la salud física.
No eliges sufrir una enfermedad física, y tampoco eliges sentir tristeza o experimentar pánico.
No es tu culpa, no tienes de qué avergonzarte.
Sin salud emocional nada funciona.
Lear MorePRIMEROS AUXILIOS EMOCIONALES EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS
PAUTAS PSICOLÓGICAS PARA PREVENIR Y/O AFRONTAR EL MALESTAR EMOCIONAL
Uno de los lemas con los que yo trabajo en mi consulta es “procurar el menor sufrimiento posible ante las cosas malas que nos ocurren”. Fijaos que no planteo que tenemos que ser fuertes todo el tiempo o que no podemos dejar que nos afecten las circunstancias negativas que suceden a nuestro alrededor, ni que hay que estar todo el tiempo estable o equilibrado.
No lo planteo porque no es realista.
Hasta el árbol o la roca más fuerte pueden romperse. Y una vez que lo haga, nunca más volverá a recuperar su forma, su esencia; quedará dañado para siempre.
Se trata de ser flexibles, no fuertes. No pasa nada por sentirnos mal en un momento determinado, lo importante es ser capaz de sobreponerse.
Este planteamiento de procurarse el menor sufrimiento posible implica un doble trabajo. Por un lado amortiguar, en lo que se pueda, el impacto negativo de aquello que nos está sucediendo. Y por otro lado, una vez que todo acabe, tratar de superarlo.
A día de hoy, quién no está preocupado o preocupada por su salud y la de sus familiares, por la economía de su casa y la global, por su estabilidad laboral y la de sus allegados, quién no ha sentido miedo por las consecuencias de esta pandemia, quién no se ha planteado con cierto temor lo que está por venir…, seguro que te sientes identificado o identificada con varios de estos planteamientos.
En la situación actual priman el miedo, la preocupación y la incertidumbre. Y son respuestas perfectamente normales ante una circunstancia que es completamente anormal.
Estas emociones están ahí, no las podemos negar o esconder. Tampoco es sano que nos sintamos culpables por no poder reaccionar de otra manera. Estas emociones nos afectan y nos hacen sufrir, en mayor o menor medida. Y justo de eso se trata, de aceptar que esas emociones están presentes en este momento de nuestras vidas, expresarlas, darles un espacio, limitarlo y después continuar.
Pero si alimentamos estas emociones negativas, se hacen fuertes y se convierten en un monstruo difícil de manejar. Vamos a aceptarlas, pero no vamos a permitir que nos controlen. Vamos a darle un espacio, pero no vamos a permitir que lo inunden todo.
Además de conocer cómo tratar a nuestras emociones, veamos juntos qué más podemos hacer para gestionarlas mejor:
AUTOCUIDADO
Hace unos días preparé un escrito con el kit básico para afrontar la situación de confinamiento. Hablaba principalmente sobre el autocuidado: mantener unas rutinas, cierto nivel de actividad, ratos de ocio, contactar con nuestra gente y generar hábitos saludables de higiene, sueño, alimentación y ejercicio físico. Os dejo el enlace para quien lo quiera consultar: “Yo me quedo en casa”. Guía básica para afrontar el confinamiento.
EXPOSICIÓN A LA INFORMACIÓN
Debemos ser conscientes de la sobreexposición a la que estamos siendo sometidos, por todos los medios de comunicación, con noticias sobre el coronavirus y su pandemia (datos de infectados y fallecidos, comparativas con otros países, información sobre las circunstancias en nuestros hospitales, su repercusión en la economía, en las empresas y en los trabajadores, etc.)
Ya sabemos que las cosas no están nada bien, pero no nos ayuda escucharlo innumerables veces a lo largo del día. ¿Te has dado cuenta que cada vez que escuchas las noticias te sobreviene cierta angustia?
Los noticiarios suelen abusar de un formato alarmista para captar nuestra atención, y apuntan directamente a nuestros miedos y preocupaciones.
Te recomiendo que no hagas un uso indiscriminado de estas fuentes de información. Limita el tiempo que te expones a las noticias.
Decide tú cuándo y cómo quieres tener acceso a la información sobre la actualidad, y el resto del tiempo desconecta de estas noticias.
USO DEL MÓVIL Y REDES SOCIALES
Para ayudar a desconectar, a veces también tendremos que tomar medidas con respecto al uso del móvil. ¿a cuántos de vosotros os llegan exactamente las mismas noticias, memes, fotos o cadenas desde distintos grupos o personas? El uso que estamos haciendo de los chats está siendo desbordante, ¡es como vivir en el Día de Nochevieja de manera interminable!, continuamente están entrando mensajes.
Es un buen momento para decidir silenciar o salir de algunos grupos, y de abandonar el móvil a ratos para no enterarte de todos los mensajes que te están entrando. Decide tú el mejor momento para leerlos, por ejemplo, cuando termines una actividad o tarea o en un descanso.
Revisar cada poco tiempo el móvil supone una importante pérdida de tiempo, no te permite concentrarse en otra tarea, aunque sea de ocio, y contribuye a la dispersión mental. Haz un uso razonable de tus redes sociales.
DISCURSO INTERNO
Para una mejor adaptación a las nuevas circunstancias es muy recomendable aprender a gestionar nuestro discurso interno. Nuestro cerebro se cree todo lo que nos decimos y la información que maneja nuestro cerebro provocará una respuesta emocional más o menos intensa.
Trata de evitar exageraciones y dramatismos en tu manera de expresarte. La situación ya es difícil de por sí, no nos conviene ponerle un excesivo énfasis.
Una idea a la que podemos aferrarnos es que sabemos que esto es una situación temporal, tarde o temprano va a remitir y podremos recuperar nuestra normalidad. Así que cuando hablemos de las dificultades que estamos experimentando, no olvides señalar la temporalidad de la situación. Por ejemplo, en vez de decir “esto es horroroso”, podemos expresarnos de la siguiente manera: “me está resultando dura la situación, pero sé que es algo temporal”. La respuesta emocional que sigue a una u otra manera de expresarse va a ser bien distinta.
EL CONTENIDO DE TUS PENSAMIENTOS
Sé crítico con el contenido de tus pensamientos, en especial con el que te hace sentir mal.
A veces nos ponemos a pensar en todo lo que podría salir mal, y nos imaginamos a nosotros mismos luchando y experimentando todo el malestar de una terrible situación. Pero, ¿para qué? Este tipo de pensamientos anticipatorios no nos ayudan, no nos preparan, y sin embargo nos hacen sentir realmente mal. No podemos tener la certeza de que va a llegar ese momento tan temido, sin embargo empezamos a sufrirlo antes de tiempo. Tanto si llega a ocurrirnos algo negativo o no, anticipar el malestar no parece útil.
Y si finalmente llega, habrá que ver cómo es exactamente la situación, para generar las respuestas adecuadas para afrontarlo, pero antes no podemos hacerlo.
“Cuando lleguemos a ese río, ya veremos cómo cruzamos el puente”
Así que trata de desterrar todo ese pensamiento negativo con la autocrítica, la distracción y concentrándote en tareas agradables.
PERSPECTIVA POSITIVA
También puede resultar muy útil trabajar sobre la perspectiva con la que afrontamos la situación actual. Por ejemplo si vivimos el confinamiento como un castigo o como “estar encerrados”, evidentemente, la idea nos va a generar sensaciones negativas. Puede ayudarnos el pensar que quedándonos en casa, no sólo nos protegemos a nosotros mismos, sino que también estamos protegiendo a otras personas, estamos contribuyendo a un bien común.
Tomamos la decisión de permanecer en casa por solidaridad y responsabilidad social.
GENERA SENSACIONES POSITIVAS
A pesar de lo difícil de la situación, nos quedan poderosos aliados:
El sentido del humor ayuda a relajar la tensión asociada a la situación actual. Las redes están llenas de memes, chistes y bromas que fácilmente nos sacan una sonrisa. (No deja de sorprenderme la originalidad y buen humor de la gente).
El continuo contacto con nuestros seres queridos. Seguro que muchos estáis viendo cómo, aunque sea en la distancia, tenéis mucho más contacto con personas significativas. Y así se estrechan lazos. Ya sé, por un lado lo hacemos para asegurarnos de que están bien y por otro como una forma de combatir el aburrimiento. Pero me parece una consecuencia encantadora y entrañable de esta dichosa pandemia.
El ocio como forma de desconexión: leer, dibujar, pintar, restaurar, jugar, crear, tejer, escribir, cantar, bailar, el ejercicio físico, las series y películas, etc. Todas son fuentes de sensaciones gratificantes. Busca ratitos que puedas dedicar a lo que te apasiona y desconecta.
Las técnicas que ayudan a la desactivación emocional son aquellas que nos conectan con nosotros mismos y nos generan sensaciones agradables de calma, seguridad, serenidad, … Ya hay muchas opciones disponibles: meditación, yoga, mindfulness, relajación, respiraciones abdominales profundas, etc. Si practicabas alguna de ellas antes de todo esto, no lo interrumpas y continúa con ello. Si no, en internet tienes muchas opciones que te pueden ayudar a adentrarte en el mundillo. Por aquí te dejo otro enlace con lo que debes conocer sobre las técnicas de relajación. Ya que tenemos tiempo, podemos practicar a diario.
Toda esta experiencia nos está dejando un importante aprendizaje: APRECIAR LO VERDADERAMENTE IMPORTANTE; pasear con tu familia, comer con un amigo, perderte por las calles de tu ciudad o disfrutar de un bonito paisaje…
La normalidad que antes nos parecía rutinaria, sosa y poco apasionante, se convertirá en un gran motivo de FELICIDAD. ¡TODO VA A SALIR BIEN!
Quizá me ha quedado un escrito algo largo, pero creo que la situación lo merece.
Quería que os llegara el mensaje de que os entiendo, no estáis solo y tenéis recursos a vuestro alcance para lograr “el menor sufrimiento posible ante esta anormal situación”
Los contenidos que te expongo aquí pueden ser realmente valiosos para ayudar a personas a sobrellevar esta situación. Sé generoso y difúndelo entre tu gente para que otros también se puedan beneficiar.
Siguen quedándome muchos contenidos útiles de los que me gustaría hablaros, así que seguiré sacando ratitos para escribiros.
Os dejo por aquí información interesante a tener en cuenta si tienes peques en casa: Sobrevivir al confinamiento con niños en casa
Si queréis consultarme vuestra situación, preguntar alguna duda, hacerme alguna sugerencia o concertar alguna cita online no dudéis en escribirme a miriamps@decidepsicologia.com o en el 620930561.
Os mando todo mi apoyo y abrazos virtuales para todos.
Lear MoreSUFRO ANSIEDAD
Hoy quiero hablaros de nuevo sobre la ansiedad. Los problemas psicológicos relacionados con la ansiedad son relativamente frecuentes en la población y es uno de los motivos de consulta que más atiendo en mi consulta.
Los problemas de ansiedad llegan a ser muy limitantes para la persona que los experimenta y genera una respuesta de miedo intenso: miedo a perder el control, miedo a sufrir determinadas sensaciones en su cuerpo, miedo a volver a tener otra crisis de ansiedad, miedo a que le ocurra algo grave cuando está experimentando ese nerviosismo. Miedo al miedo.
Cuando una persona lleva un tiempo arrastrando problemas de ansiedad, sin ser capaz de manejarla, se siente vulnerable, bloqueada, atemorizada, incontrolada y desesperada por encontrar una solución a su problema.
La solución pasa por pedir ayuda profesional.
Puede que no confíes en que un psicólogo pueda ayudarte realmente en tu problema. Puedes pensar que tu vida está ya tan alterada que te resignas; te resignas a que pase el tiempo y consigas salir. Puede que pienses que un psicólogo es un servicio caro, que no te puedes permitir y que los tratamientos son muy largos.
Pero ahora quiero que pienses en cuánto tiempo llevas experimentando ansiedad, ¿meses?, ¿años? Quiero que pienses cuántas cosas has dejado de hacer por la ansiedad. Reflexiona sobre cuánto ha cambiado tu vida y tu manera de sentir; sobre cómo han cambiado las relaciones con tus amigos, tu pareja o tu familia; sobre cómo ha influido en tu trabajo o en tus estudios.
Dedícale unos minutos a estas preguntas…
Las respuestas son abrumadoras, ¿verdad?
Si deseas recuperar tu calidad de vida, invertir en tu salud emocional es tu mejor opción.
En terapia podrás conocer cómo funciona tu ansiedad, cómo se origina, qué lo mantiene en el tiempo y aprenderás estrategias para manejarla.
Yo empiezo a trabajar la ansiedad con unas sesiones de psicoeducación que suelen tener un efecto muy poderoso. Convertimos al “monstruo” de la ansiedad en algo más abordable, en algo que no da tanto miedo. Estas sesiones se complementan con el aprendizaje de estrategias para la gestión emocional cuyo objetivo final será conseguir que la persona vuelva a recuperar la percepción de controlabilidad sobre sus síntomas de ansiedad.
El tratamiento psicológico para la gestión de la ansiedad es realmente eficaz.
Imagina tu vida sin todas esas limitaciones que te ha generado la ansiedad, sin temores, sin angustia. Sin sentirte vulnerable. Sin condiciones.
Imagina que no tienes nada que esconder, que no temes que otros piensen de ti que «estás loco o loca», que no te preocupe que te miren sin comprender qué te está pasando o por qué sufres en situaciones que para ellos son normales.
Imagina y decide.
¿Qué quieres hacer? ¿Quieres seguir tratando de afrontar tú solo o sola la ansiedad?, o ¿quieres empezar a ponerle fin a todo ese malestar?
Yo te animo a que te procures la ayuda profesional que necesitas.
En Decide Psicología sabemos ayudarte, queremos ayudarte.
Lear MoreConvivir con la depresión
La depresión se está configurando como una de las enfermedades más frecuentes en nuestra sociedad actual. Esto significa que muchas personas sufrirán depresión en algún momento de su vida y que los allegados a estas personas, también se verán en la situación de convivir con una enfermedad, en ocasiones, difícil de entender.
En consulta, es frecuente, que la persona que está sufriendo depresión, explique las dificultades que está teniendo en relación con su familia y amigos. A veces porque se sienten incomprendidos, porque les dan consejos que no les están ayudando, otras porque se sienten abandonados. En alguna ocasión, son los propios familiares de la persona que está experimentando depresión, los que solicitan ayuda para saber qué pueden hacer para ayudar al familiar que está sufriendo, y cómo sobrellevar ellos también la enfermedad.
Mi intención con este artículo es dar una orientación a esos acompañantes para ayudarles a “convivir con la depresión” y para ello os invito a reflexionar sobre las siguientes ideas:
- Algunas frases, que seguramente se digan con una buena intención, no siempre tienen ese efecto deseado. Son frases que de alguna manera juzgan el estado emocional de la persona que sufre depresión, o minimizan la importancia de su malestar, o los responsabiliza de su estado, o incluso les hablan de soluciones “fáciles” a su situación. Es importante aprender a detectar este tipo de frases que no ayudan y evitarlas en la medida de lo posible. Algunos ejemplos podrían ser: “venga, anímate un poco y se te pasa”, “lo que tienes que hacer es salir un poco más y no ponerte tan dramático”, etc.
- Uno de los síntomas que con frecuencia aparece en la depresión es el sentimiento de soledad. En ocasiones no hace falta decir nada con la intención de ayudar, solo estar ahí, acompañando.
- A este acompañamiento se le podría añadir el contacto físico. Una palmada en el hombro, un abrazo silencioso, puede ayudar a la persona con depresión a sentir cerca a su gente.
- Para no añadir mayor malestar a la persona deprimida, es importante mostrarse comprensivo ante sus emociones, escuchar sin juzgar, y así favorecer su desahogo.
- Como puedes leer en este enlace sobre la depresión, otro de los síntomas que aparece en este tipo de cuadros es la anhedonía. Consiste en la incapacidad para experimentar placer por actividades donde antes uno sí disfrutaba. Así, una opción de los allegados o familiares, podría ser la de facilitar actividades placenteras y de ocio. No se trata de obligarles, si no de proponer o ayudar a llevarlo a cabo. Por ejemplo: ayudar a planificar una quedada con amigos íntimos, comer su plato favorito, salir a la calle, hacer ejercicio físico, recibir un masaje, etc.
- Otro de los síntomas que puede aparecer en la depresión son pensamientos sobre la muerte e ideas de suicidio. Los familiares y personas cercanas al paciente tienen un papel importantísimo en la prevención del suicidio puesto que son las personas que más le conocen y a las que seguramente acuda si “llega a su límite”. Según los datos, en la mayoría de los casos, antes de intentar llevar a cabo el suicidio, el afectado ha solicitado algún tipo de ayuda en su entorno. Hablar de ello, desahogarse o ayudar a tomar decisiones (como solicitar ayuda profesional) puede ser de gran ayuda para la persona enferma.
- Otro aspecto importante a tener en cuenta como familiar o allegado de una persona que sufre depresión, es la necesidad de autocuidado, de seguir teniendo una vida y de no verse arrastrado por la depresión de la persona con la que convive. El acompañante no puede comportarse como una persona enferma (por ejemplo sin salir de casa, abandonando las relaciones sociales o las actividades de ocio). Para poder apoyar al otro debe cuidarse como cuidador.
- Por último, quería comentar, que en ocasiones, con el afán de ayudar a una persona que vemos abatida, podemos caer en el error de facilitarles en exceso la vida ocupándonos de muchas sus responsabilidades, solucionando sus problemas o eximiéndoles de sus tareas. Como explicamos en este enlace «El pozo de la depresión«, parte del proceso de cura pasa por ir enfrentándose a ciertos esfuerzos controlados (mejor si están supervisados por un profesional), y el hecho de que de manera indirecta pueden obtener algún tipo de beneficio secundario al hecho de padecer depresión, podría dilatar involuntariamente el problema en el tiempo.
Si estás en la situación de tener que convivir con una persona con depresión, o eres tú mismo quien la sufre, no dudes en ponerte en contacto con nosotros. En Decide Psicología podemos ayudarte, sabemos ayudarte.
Lear MoreEl pozo de la depresión
PSICOLOGÍA EN PEQUEÑAS DOSIS.
Cuando una persona está sufriendo un cuadro de tipo depresivo, se puede sentir hundido, como en el fondo de un pozo donde todo está oscuro, donde se siente perdido y no ve la luz o la manera de salir de ahí.
En algunas ocasiones, al trabajar los síntomas depresivos con mis pacientes, suelo hacerles un pequeño dibujo de un pozo, que trata de representar de una manera más visual la situación emocional que experimentan. Pero en la misma ilustración les dibujo también una escalera que va desde el fondo del pozo hasta la superficie y que representa el camino a seguir para avanzar en su situación.
La incapacidad de ver una salida a su situación emocional está relacionada con la desesperanza, sentimiento típico en la depresión.
Pero la depresión no tiene por qué ser un agujero sin salida.
Les explico que la escalera simboliza todas aquellas estrategias que están a su alcance, y que pueden ayudarle a avanzar. Cada pasito que dan, por pequeño que sea, ayuda a subir por esa escalera. En ocasiones, un avance implica subir un escalón, y en otras, la mejora es menos perceptible; es como si permaneciendo en el mismo sitio, nos preparásemos para subir el siguiente peldaño.
Trato de transmitir a mis pacientes que en la depresión, a veces, es necesario hacer ciertos esfuerzos. Yo los llamo “esfuerzos controlados”. Y son todas aquellas cosas que nos pueden ayudar a sentirnos mejor, aunque de primeras no nos apetezcan. Hablo de estrechar lazos con personas importantes en nuestras vidas, mantener el contacto social, implicarse en actividades de ocio, asumir algunas responsabilidades, hacer ejercicio físico, transformar nuestro discurso interno, guiar a nuestros pensamientos hacia perspectivas más positivas, etc.
Muchos pacientes me explican, que como no se sienten bien, no están animados, no tienen fuerzas y nada les apetece; abandonan algunas de las actividades que antes sí realizaban y con las que disfrutaban. Estas circunstancias hacen que tengan una vida menos activa y dedican más tiempo a profundizar en sus pensamientos y emociones negativas, consiguiendo, en muchos casos, que la depresión empeore y se bajen más peldaños hacia el fondo del pozo.
En terapia ayudo a mis pacientes a entender más sobre la depresión, sobre qué actitudes, qué circunstancias y qué comportamientos empeoran sus síntomas, y cuáles pueden ayudarles a ir subiendo por esa escalera que les acerca a su bienestar.
Lear MoreAlianza terapéutica; el «vínculo sanador» entre paciente y terapeuta
Cuando se inicia un proceso terapéutico con un nuevo paciente, uno de los primeros objetivos de la intervención psicológica es generar una sana alianza terapéutica.
La alianza terapéutica es el “vínculo sanador” que se establece entre el terapeuta y el paciente desde las primeras sesiones y a partir del cual se va a articular toda la intervención psicológica y va a favorecer el cambio que el paciente necesita.
En el inicio de la terapia, el profesional debe crear un entorno agradable donde el paciente pueda expresar los motivos que le han llevado a pedir ayuda psicológica, y también mostrar interés en conocer las circunstancias que rodean a la persona con la que está trabajando, y así entender mejor su situación.
Las principales habilidades terapéuticas que el psicólogo debe mostrar en estos primeros momentos y a lo largo de toda la intervención son la escucha activa, la objetividad y la empatía. En estos primeros momentos es adecuado también que el profesional explique de forma clara y cercana en qué consiste un proceso terapéutico, qué puede esperar de él, y aclarar las dudas que el paciente pudiera tener.
El psicólogo debe conseguir acomodarse a las necesidades y características personales del paciente al que está tratando.
Es importante que el profesional se muestre cercano, disponible, seguro, profesional, empático y comprensivo. Esto ayudará al paciente a expresarse sin miedo a ser juzgado. En las terapias, el paciente suele narrar episodios o circunstancias de su vida muy personales e íntimas, y es importante que pueda hacerlo con libertad, sintiéndose comprendido y seguro. Esto facilitará que experimente la ventilación emocional propia del propio proceso terapéutico.
En ocasiones el éxito de la terapia depende de la calidad de esta relación. Si el paciente no termina de sentirse cómodo con su psicólogo, o no confía en el tipo de trabajo que se está realizando, con toda seguridad, acabará abandonando la terapia antes de alcanzar su objetivo de bienestar. Y el “fracaso” en un proceso terapéutico, puede desanimar al paciente a intentarlo de nuevo con otro profesional. De ahí la importancia y la responsabilidad del psicólogo de ser capaz de crear un vínculo adecuado con el paciente para poder llevar a cabo la intervención psicológica que necesita.
Lear More«Cuando me quiero morir…», la depresión.
PSICOLOGÍA EN PEQUEÑAS DOSIS;
Algunos pacientes que sufren depresión me cuentan en consulta que las personas de su entorno no logran entender su situación, y se encuentran escuchando “consejos” que no les ayudan y sus allegados tratan de restar importancia a algunos de sus síntomas, seguramente con la intención de animarles a seguir adelante, o también se alarman ante la presencia de otro tipo de respuestas depresivas. (Puede leer más sobre esta circunstancia en «Convivir con la depresión«).
Hoy quería hablaros sobre uno de los síntomas que aparecen en la depresión con relativa frecuencia; las ideas recurrentes de muerte e ideación autolítica. Todo lo relacionado con la muerte se convierte en muchas ocasiones en un tema tabú; el que experimenta este tipo de ideas puede vivirlas con culpa, vergüenza o miedo al rechazo, e incluso pueden evitar expresarlas para no generar más alarma o preocupación en las personas de su entorno.
En primer lugar vamos a hacer un repaso de las características de un cuadro depresivo, (podéis leer más sobre la depresión pinchando aquí). Los episodios depresivos cursan con una sintomatología que varía de un sujeto a otro y que suele tratarse de sentimientos de tristeza, vacío o desesperanza, incapacidad para disfrutar de actividades que antes sí resultaban placenteras, alteraciones de la alimentación, del sueño y del nivel de actividad, apatía, sentimientos de culpa, alteración en procesos cognitivos de atención, concentración y memoria, e ideas recurrentes sobre la muerte o ideación autolítica.
Las ideas relacionadas con la muerte suelen experimentarse en forma de pensamientos como “no me importaría no despertarme mañana”, “no encuentro motivos para seguir viviendo”, “la vida me supone un esfuerzo enorme”. Y la ideación autolítica es cuando aparecen pensamientos transitorios, pero recurrentes en torno a la posibilidad de dañarse a uno mismo. Un nivel más grave es cuando el individuo tiene cierta planificación sobre su posible suicidio.
Cuando una persona sufre una depresión, las emociones negativas, las alteraciones en su nivel de funcionamiento y los síntomas físicos como el cansancio, pueden generar un nivel muy elevado de sufrimiento. Además se suele sumar la desesperanza, es decir, pensamientos negativos respecto a su futuro; es como tener la certeza de que su situación no tiene solución. Así el nivel de malestar alcanzado junto con la percepción de no ver posible una mejoría, les llevan a percibir la muerte como una salida a su situación, se ve la muerte como un descanso del sufrimiento que uno siente, una forma de conseguir dejar de sentirse mal.
Como he expuesto al principio, las ideas relacionadas con la muerte son un síntoma más dentro de un cuadro depresivo, pero por su contenido, generan gran alarma en la propia persona que las experimenta y también en sus allegados.
En psicoterapia abordamos la depresión desde distintas áreas, trabajando en cada momento diferentes síntomas o quejas, para ir consiguiendo progresivamente una mejora a nivel global. Tratamos de “vigilar” de cerca la sintomatología relacionada con ideas sobre muerte o ideación autolítica y hacemos un seguimiento de los mismos desde el respeto y la comprensión. Se pueden abordar desde la reestructuración cognitiva, señalando los aspectos que sí funcionan bien en su vida, con psicoeducación y con la elaboración de planes de acción en situaciones de alto riesgo. Y si procede, es necesario valorar el internamiento para evitar la autolisis. Cuando conseguimos ciertos avances en la clínica depresiva del paciente, este tipo de síntomas, tienden a remitir.
Contacta con Decide Psicología si necesitas más información sobre este tema o deseas pedir una cita para abordar cualquier problema que te genere malestar.
Lear MoreLas 10 reglas de oro para construir Resiliencia
- Establece relaciones sociales positivas.
- No veas las crisis como obstáculos insuperables.
- Acepta que el cambio es parte de la vida y que quizás este cambio genere nuevas circunstancias que te permitan alcanzar tus metas.
- Establece metas realistas y muévete hacia ellas.
- En situaciones adversas, lleva a cabo acciones decisivas, actúa.
- En cualquier situación, busca la oportunidad de aprender nuevas cosas sobre ti y crecer.
- Cultiva una visión positiva de ti y confía en tus capacidades.
- Aun cuando te enfrentes a sucesos muy dolorosos, trata de considerar la situación en un contexto más amplio y mantén una perspectiva a largo plazo.
- No pierdas nunca la esperanza.
- Cuida de ti. Presta atención a tus necesidades y deseos, busca actividades que te hagan disfrutar y que sean relajantes.
Si quieres saber más sobre la resiliencia, te lo contamos todo aquí
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Si la vida te da limones…
Seguramente habéis oído alguna vez ese dicho, creo que proviene de Norteamérica, que dice que “Si la vida te da limones, haz limonada”. Quizá es una de las maneras más sencillas de describir la resiliencia. Las personas resilientes son aquellas que hacen limonada con lo que las vida les da, incluso con los sucesos más negativos o amargos de su vida.
Buceemos un poco en los orígenes de este término: La palabra resiliencia proviene de un vocablo latino (resilio, resilire) que significa “saltar hacia atrás o rebotar”, aunque curiosamente es una palabra que no se recoge en los diccionarios en castellano (El Diccionario de la Real Academia Española lo recoge en estos momentos como propuesta o avance para su próxima edición). Podríamos definirlo como un anglicismo, pues su uso en nuestra lengua proviene del inglés resilience, que se utiliza para expresar la capacidad de un material de recuperar su forma original después de haber sido sometido a altas presiones. Es decir, es un término que proviene de la física y la ingeniería.
En el ámbito de la Psicología y las ciencias que estudian el comportamiento, este término comenzó a utilizarse en los años 70 del pasado siglo, y podríamos señalar al psiquiatra infantil Michael Rutter y al neuropsiquiatra y etólogo francés Boris Cyrulnik como padres de la criatura, pues comenzaron a utilizar este término para señalar la capacidad de las personas de superar tragedias o acontecimientos fuertemente traumáticos.
También se utiliza este concepto en otras disciplinas, como la ecología, la sociología, los sistemas tecnológicos o incluso el derecho, siempre para denotar la capacidad de un “sujeto” (ya sean comunidades, grupos sociales, sistemas o personas, según la disciplina de la que hablemos) para recuperar su “estado original” después de haber sido sometido a una fuerte presión externa. Como veis, algo similar en todos los campos.
Pero vamos a la Psicología, que es lo que nos ocupa: inicialmente, el uso del término fue motivado por la constatación de que algunos niños, a pesar de nacer y/o vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollaban psicológicamente sanos, llegando a generar éxito personal, social y moral (Cyrulnik, por ejemplo, estudió la capacidad de recuperación de los sobrevivientes de los campos de concentración durante la segunda guerra mundial y de niños criados en orfanatos). Se habla, por tanto, no sólo de la recuperación de su estado original, sino incluso de una mejora o fortalecimiento del yo después de una situación traumática.
Quizá con la definición que hemos planteado alguno de los lectores pensará que la resiliencia implica cierto grado de “indiferencia” o dureza ante las adversidades, pero no es así: ser resiliente no quiere decir ser insensible, no es que la persona no experimente dificultades o angustias. El dolor emocional o la tristeza son comunes en las personas que han sufrido grandes adversidades o traumas en sus vidas, y quienes presentan mayor resiliencia no se libran de ello; de hecho, el camino hacia la resiliencia probablemente está lleno de obstáculos que afectarán a nuestro estado emocional, y esta cualidad nos ayudará a dar sentido a determinados sucesos y centrarnos no en la capacidad de sufrir o resignarnos, sino en la idea de resurgir, resistir…
¿Qué ventajas o beneficios presentan las personas resilientes en sus vidas frente a las que no lo son? Podríamos destacar los siguientes aspectos:
- En la esfera intrapsíquica o personal: tienen mejor autoimagen, se critican menos a sí mismas, son más optimistas, afrontan los retos de forma positiva, cometen menos errores de pensamiento (exageración, sacar conclusiones precipitadas sin evidencias que lo corroboren…) e interpretan la realidad de un modo más exacto que las personas menos resilientes.
- En la esfera física o biológica: son más sanas físicamente y tienen menos predisposición a la depresión y a otros trastornos del estado de ánimo.
- En la esfera social: tienen más éxito en el trabajo o estudios y están más satisfechas con sus relaciones
Pero… ¿el resiliente nace o se hace? ¿Y puede entrenarse la resiliencia? Probablemente esto es lo que todos os preguntáis, ¿no?: ¿Cómo puedo ser más resiliente? ¿Cómo puedo aprender a afrontar los períodos más difíciles de mi vida, salir entero del trance y encima aprender algo positivo de ellos? Pues la cosa no estaba muy clara en un principio, ya que se partía de la idea de que la resiliencia era una capacidad extraordinaria que algunos individuos tenían y que otros nos limitaríamos simplemente a envidiar o anhelar.
¡TODOS PODEMOS SER RESILIENTES!
Sin embargo la investigación reciente en este campo nos da mejores esperanzas, pues ha demostrado que la resiliencia es ordinaria, es decir, es una capacidad que todos tenemos de forma natural, aunque desarrollada en mayor o menor medida, dependiendo de la configuración de otras capacidades o rasgos y también del ambiente que nos rodea y de las experiencias vividas.
Decimos que esto nos da mejores esperanzas porque parece claro que si todos tenemos “algo” de resiliencia, podemos entrenar nuestras capacidades para “tener más” resiliencia o aprender a sacarle el máximo partido a esta capacidad.
Aunque sea de manera resumida, vamos a intentar exponer a continuación qué características de personalidad son más frecuentes entre los individuos resilientes y en qué áreas se suele trabajar en un proceso terapéutico para ayudar a las personas a mejorar o desarrollar un comportamiento más resiliente.
Buena parte de la literatura sobre el tema se ha centrado en estudiar los factores de personalidad de las personas consideradas resilientes a posteriori (es decir, que se ha visto que encajan en ese concepto de resiliencia) para buscar elementos en común. Entre los más nombrados en los textos destacarían los siguientes: las personas resilientes saben aceptar la realidad tal y como es; tienen una profunda creencia en que la vida tiene sentido; tienen sentido del humor (entendido como la capacidad de reírse de uno mismo o encontrar la gracia o el absurdo en situaciones cotidianas desfavorables, que ayuda a quitarles el peso excesivo); y tienen una inquebrantable capacidad para mejorar.
Por si no os habéis visto reflejados en ninguna de las características anteriores, a continuación hemos elaborado una lista de factores que “ayudan” a construir resiliencia y de habilidades que podemos entrenar y desarrollar si no forman parte de nosotros, tanto en un proceso terapéutico, si fuera necesario, como en nuestro día a día:
- El optimismo es una cualidad importantísima para construir resiliencia. Es fundamental trabajar la visión de uno mismo, del mundo y del futuro. Confiar en las propias destrezas y habilidades, en que las cosas pueden ir bien en el futuro y pensar que se puede controlar el curso de nuestras vidas nos ayudará a afrontar cualquier cosa que pueda suceder. Afrontar el futuro y el cambio como la oportunidad de buscar nuevos retos y relaciones que lleven a lograr más éxito y satisfacción en la vida contribuye al optimismo y por lo tanto a construir resiliencia.
- No debemos olvidar que este optimismo debe ser un optimismo realista¸ en el que se refuerce la capacidad de hacer planes realistas y seguir los pasos necesarios para llevarlos a cabo sin dejarse llevar por la irrealidad o las fantasías (por ejemplo, que los problemas se resuelvan “mágicamente”, sin esfuerzo o intervención por nuestra parte).
- Derivado de lo anterior, resultan fundamentales actitudes como la aceptación y la responsabilidad. La capacidad de asumir que hay cosas que no pueden cambiarse, aceptar tanto nuestras virtudes como nuestros defectos (sin abandonar la intención de cambio o mejoría) y siendo responsables de las consecuencias de nuestras acciones de una manera proporcionada, es decir, sin posicionarse en el papel de víctima (echando la culpa siempre fuera), ni con un sentimiento de culpa exagerado.
- Para construir una actitud resiliente, una parte muy importante que se debe trabajar es la autorregulación. Este concepto se refiere a la capacidad de manejar los propios sentimientos e impulsos cuando son intensos y fuertes (ya sean de tipo positivo o negativo) sin reprimirlos pero sin que éstos sean los que controlen los propios actos. La autorregulación también se relaciona con la capacidad de perseverar en las metas y propósitos aun cuando surgen obstáculos; de recobrar el ánimo incluso en momentos de desesperación; y de manejar el estrés para utilizarlo en propio beneficio. Esto nos permitirá permanecer centrados en situaciones de crisis y controlar los impulsos y la conducta en situaciones de alta presión.
- A la hora de afrontar problemas o dificultades, es importante la orientación a la búsqueda de soluciones, identificando de manera precisa las causas de los problemas para impedir, en la medida de lo posible, que vuelvan a repetirse en el futuro. Asimismo, se deberá también trabajar el pensamiento creativo, que facilita el desarrollo de alternativas de solución.
- En la resiliencia tan importante es “el yo” como “los otros”. Saber pedir ayuda y saber aceptar la ayuda que nos ofrecen es crucial para construir resiliencia. Es substancial contar con redes sociales de apoyo (familia, amigos, vecindario, instituciones…) y rodearse de personas que aporten emociones positivas y transmitan ese “sentimiento de pertenencia” que es vital en todo ser humano. A la hora de desarrollar un comportamiento resiliente es positivo trabajar las habilidades para una correcta comunicación, la empatía (que permite leer las emociones de los demás y conectar con ellas) y una cierta flexibilidad social que permita interaccionar de forma positiva con los otros, evitando en lo posible malos entendidos, expectativas desproporcionadas o presuposiciones negativas en las interacciones sociales.
¿Es necesario haber sobrevivido a una catástrofe o a una guerra para poner a prueba nuestra resiliencia? La muerte de un ser querido, una enfermedad grave, la pérdida del trabajo, problemas financieros serios, la pérdida de lazos familiares y otros vínculos por un cambio de lugar de residencia (como le sucede a muchas personas que han de emigrar a otro país), etc., son sucesos que tienen un gran impacto en las personas, que pueden generar una gran sensación de inseguridad e incertidumbre, y muchas veces, un elevado dolor emocional. En estos casos, se ponen en marcha los mecanismos de la resiliencia, que nos permiten sobreponernos a estos sucesos, aún a pesar del dolor emocional, y adaptarnos de forma positiva a lo largo del tiempo.
Tengáis o no esta maravillosa capacidad bien desarrollada dentro de vuestro catálogo de cualidades, no dudéis que de todos los acontecimientos se puede extraer algo positivo para vuestras vidas y vuestro futuro. Si ahora no conseguís verlo, estáis pasando un mal momento o creéis que hay algún suceso en vuestra vida que os ha dejado una herida emocional, quizá sea un buen momento para ponerse en marcha. Llámanos, ven a vernos y cuéntanos tu caso. Seguro que en Decide Psicología podemos ayudarte a conseguirlo.
Por si os ha interesado el tema y queréis saber más sobre él, aquí van algunas recomendaciones y enlaces:
- “Los patitos feos” de Boris Cyrulnik
- “El amor que nos cura” de Boris Cyrulnik
- “El arte de rehacerse: La resiliencia” de Monika Gruhl
- “El hombre en busca del sentido” de Viktor Frankl
- “La resiliencia: el arte de resurgir a la vida” de Rosette Poletti y Barbara Dobbs
- “La felicidad es posible” de Stefan Vanistendael y Jacques LeComte
- http://es.wikipedia.org/wiki/Resiliencia
- http://www.psicologia-positiva.com/resiliencia.html
- http://www.resiliencia-ier.es/
¿Cómo podemos ayudar en sucesos trágicos como el accidente de Santiago?
Cuando está a punto de cumplirse una semana del trágico accidente ferroviario cerca de Santiago de Compostela, desde esta página queremos compartir con todos vosotros nuestra experiencia en este campo y ayudaros a conocer algunas cosas importantes sobre el tema, quizá alguno pueda necesitar estos conocimientos en algún momento de su vida (aunque
esperamos de corazón que no sea así).
Lo primero que debemos saber es quiénes son las víctimas en una situación así, pues nos dará una idea de a quién debemos atender y dirigir nuestros recursos: hay que valorar y asistir a las víctimas primarias, que son los afectados directos por el suceso (heridos de menor o mayor gravedad, testigos directos del accidente; las víctimas secundarias, que son sus allegados
(familiares y amigos cercanos; las víctimas terciarias serían los que están implicados en el proceso de rescate y primera atención (policías, bomberos, enfermeros, médicos, etc… y en este caso concreto, también los vecinos que se acercaron a socorrer y ayudar a las víctimas); y por último, las víctimas cuaternarias, que somos todos nosotros, los testigos a través de las
redes sociales y los medios de comunicación (ya sea por la radio, la televisión u otros medios).
En segundo lugar, es importante saber qué le sucede, psicológicamente hablando, a las personas que sufren una catástrofe o trauma similar.
Durante los primeros días, es posible que la persona presente sintomatología diversa relacionada con la ansiedad (dificultades para dormir o para concentrarse, hipervigilancia, inquietud, sensación de intranquilidad…), así como sentimientos de irrealidad, de falta de apego hacia las personas de su entorno, cambios de humor, recuerdos o pensamientos sobre
el suceso que no puede controlar… Estos síntomas suelen aparecer inmediatamente tras el hecho traumático (o hasta dos días después) y pueden durar hasta un mes. Es lo que llamamos estrés agudo.
En ocasiones estos síntomas no aparecen inmediatamente después, sino varias semanas, meses o incluso años después. También puede suceder que los síntomas no disminuyan con el paso del tiempo, sino que se agraven o se “enquisten”, si no se tratan de forma adecuada. Aparecería entonces lo que llamamos estrés postraumático: malestar intenso (horror, desesperanza), cambios de humor, sensación de que lo que pasó no se ha acabado, ansiedad, llanto fácil, trastornos del sueño, trastornos alimentarios, irritabilidad, sensación de desapego o restricción de los afectos y emociones, falta de concentración, sueños con pesadillas repetitivas, recuerdos repetitivos que no se pueden controlar, evitación patológica de todo
aquello que recuerde el trauma, etc.
Además, la pérdida brusca y traumática de un familiar (como puede ser el caso de las víctimas secundarias) puede generar sintomatología de tipo depresivo (falta de interés por el entorno y de “ganas” de hacer cosas, tristeza, irritabilidad…) y tiene más probabilidades de generar un duelo patológico, que puede precisar intervención especializada.
Desde la psicología clínica existen distintas terapias de intervención específicas, como por ejemplo, la terapia de EMDR, que ha recogido resultados muy positivos en este tipo de problemáticas.
También desde la psicología de emergencias existe una importante labor asistencial, tanto en esa primera intervención directa (en las víctimas primarias, secundarias y terciarias) como indirecta (de divulgación e información, fundamentalmente en las víctimas cuaternarias).
¿CÓMO PUEDEN AYUDAR LAS PERSONAS QUE INTERVIENEN TRAS UNA CATÁSTROFE?
En los medios de comunicación se ha hablado estos días sobre esta primera intervención en crisis y el papel de los psicólogos, voluntarios y no voluntarios, los trabajadores sociales y los miembros de los distintos equipos de emergencias. Existe, aún hoy, cierto desconocimiento sobre su labor y la utilidad de estas intervenciones, por eso a continuación os explicamos algunas de las actuaciones que se pueden llevar a cabo en los primeros momentos tras la situación traumática y que pueden ayudar a minimizar la sintomatología posterior:
CONECTAR: en caso de emergencias, la comunicación con los seres queridos es vital. Llama por él/ella a su familia. Antes de llamar averigua bien el lugar donde está (calle, número; planta; habitación), para aportar una información lo más exacta posible. Averigua bien el número al que vas a llamar para evitar dar malas noticias a gente equivocada (las prisas generan errores)
ESCUCHAR: Permitir expresar el dolor, el llanto, a veces incluso la rabia. No pretender que “No llores, sé fuerte. No te quejes, podría haber sido peor”. Es muy dañino. Por lo menos los primeros días prestar el hombro y el oído al dolor, la ansiedad, la angustia, que son como el pus que tiene que salir.
CONTENER: estar disponible un tiempo razonable, para mirar a los ojos, escuchar, preguntar cosas que muestren nuestro interés, dando un “espacio emocional” donde dejarle expresarse y construir un relato de lo ocurrido. Y si el otro no quiere hablar, respeta su silencio, simplemente estando a su lado, sonriendo con amabilidad, compartiendo una bebida, tomándole de la mano, prestándole el teléfono si es necesario…
TOCAR, ABRIGAR: el contacto físico es muy saludable; un buen abrazo da muchísimo consuelo. A veces puede resultarnos incómodo este contacto físico hacia un desconocido y creer que para ese desconocido también será incómodo, pero no debemos olvidar que ese abrazo o esa en el hombro genera gran seguridad. Y en último término, una buena manta también puede
dar una sensación muy protectora.
EXPLICAR: en situaciones como éstas, muchas preguntas pasan por la mente de las víctimas (tanto primarias como secundarias), existe mucho miedo (a las sensaciones que están viviendo, al caos a su alrededor, a la incertidumbre que se crea) y confusión (la persona puede no saber qué ha ocurrido o cómo ha llegado hasta allí). Podemos, poco a poco, ir respondiendo
a aquello que verbaliza o a lo que intuimos que está pensando (por ejemplo, explicando esas sensaciones físicas de las que hablábamos antes y porqué se producen), transmitiendo cierta sensación de seguridad con la información que podamos aportar.
Todo esto podría resumirse en una palabra: ACOMPAÑAR. Este tipo de situaciones traumáticas suelen crear, en muchas ocasiones, una gran sensación de soledad y de alejamiento del resto del mundo. Nuestra labor en estos primeros momentos es estar junto a las víctimas.
Esperamos que os haya servido de alguna manera este artículo. Desde el equipo de Decide Psicología, todo nuestro apoyo a las víctimas y sus familias, a los equipos de emergencias y vecinos de Angrois que acudieron al lugar del suceso y a todos aquellos que, de alguna manera, hayan sufrido con este terrible accidente.
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