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¿Cuándo debo ir a un psicólogo?
En algunos momentos de nuestra vida nos encontramos con circunstancias que rebasan nuestra capacidad de afrontamiento; esto puede generarnos estrés, ansiedad, rabia, frustración, culpabilidad o tristeza, y sin embargo, no nos impiden seguir adelante con nuestra vida.
Pero en ocasiones, estas emociones, que son normales en todos los seres humanos, pueden llegar a provocar un grado de sufrimiento más intenso, duradero o incontrolable, que nos hagan necesitar ayuda externa.
Si no les hacemos frente, estas emociones negativas puedan «enquistarse» y acompañarnos en nuestras vidas mucho más tiempo del deseado, interfiriendo en nuestra vida cotidiana de tal forma que no nos permita llevar una “vida normal” (con esto nos referimos por ejemplo a que no podemos dormir, o comer, relacionarnos con nuestros amigos, terminar nuestros estudios o desempeñar adecuadamente nuestro trabajo).
Para enfrentar la inestabilidad emocional hace falta tiempo y poner en marcha determinadas estrategias que nos ayuden a superar los síntomas y sus consecuencias.
En muchas ocasiones la persona decide hacer este trabajo solo, o contando con la ayuda de quienes le rodean. Y en otras, además, se decide recurrir a un profesional de la salud mental.
El psicólogo sería el médico del alma, el especialista de las emociones, el comportamiento y el pensamiento humanos. Es quien nos puede ayudar a encontrar soluciones a circunstancias a las que no hemos sabido enfrentarnos por nosotros mismos. Igual que si tenemos un dolor de espalda, que no conseguimos paliar con calor y una pomada, acudimos al fisioterapeuta, cuando tenemos un malestar emocional que no somos capaces de superar, podemos acudir al psicólogo.
En la sociedad actual, la figura del profesional de la psicología no siempre está bien vista y está rodeada por muchos mitos: puede leer la mente, puede cambiar tu forma de ser, puede influirte sin que te des cuenta, puede saber cosas de ti mismo que ni tú conoces, te hacen remover el pasado para nada. Incluso se piensa que hay que estar muy mal para decidirse a ir, o que quien va es porque está loco y que puede ser objeto de miradas y comentarios.
Lo cierto es que no es necesario estar enfermo para poder reclamar la ayuda de un profesional.
En ocasiones las personas piden ayuda cuando creen haber llegado a un límite o la situación está bastante descontrolada. Esto implica que quien acude al psicólogo lleva un periodo de tiempo relativamente largo “fracasando” en sus intentos por solucionar el problema, lo que conlleva un determinado sufrimiento e inevitablemente lleva a un detrimento de su bienestar y/o felicidad. (te invitamos a leer esta interesante entrada sobre las dificultades que se pueden experimentar cuando se tienen algunas dificultades psicológicas: ¡no quiero sentir malestar emocional!
Además, cuanto más tiempo esperemos, probablemente la situación esté más deteriorada, y por lo tanto el tiempo que uno tiene que invertir para mejorar será, frecuentemente, mayor.
Así, parece más sensato no solo acudir al psicólogo cuando se percibe una lesión emocional grave, sino cuando se empiezan a detectar pequeños signos, síntomas, que por sí mismo, uno no es capaz de sanar.
El planteamiento es que, aunque no podemos controlar todas las variables del universo, ni evitar que ciertas cosas no funcionen bien en nuestras vidas, sí que podemos trabajar para «procurar el menor sufrimiento posible ante las cosas malas que nos ocurren».
¿En qué y cómo puede ayudar un psicólogo?, es decir ¿para qué situaciones o problemas está aconsejado?
Acudir al psicólogo no significa que estemos “locos”, ni que tengamos un “problema grave”.
La figura del psicólogo es la que nos va a ayudar a desarrollar las estrategias necesarias para hacer frente a los problemas que no hemos podido resolver por nosotros mismos.
Nos puede ayudar a superar una ruptura sentimental, a buscar la forma de salir adelante en “una mala racha”, a mejorar nuestra manera de relacionarnos con los otros o comunicarnos mejor, a superar la pérdida de un ser querido, una vivencia traumática o cuando existe una situación de violencia o maltrato.
Podemos necesitar consejo profesional a la hora de educar a nuestros hijos, cuando existe alguna circunstancia o problemática añadida (por ejemplo, un niño con necesidades educativas especiales) o en periodos del desarrollo más conflictivos (por ejemplo, en la adolescencia).
También puede resultar positiva la aportación de un profesional de la psicología cuando existen problemas de pareja o problemas en el ámbito sexual.
Asimismo existen numerosas patologías, lo que se conoce como enfermedades o trastornos mentales (que tendrán mayor o menor gravedad según el caso), en las que la intervención de un psicólogo no sólo es muy recomendable, sino prácticamente imprescindible: trastornos de ansiedad, del estado de ánimo, de la conducta alimentaria, adicciones, toc, etc.
Como podéis ver, son incontables las situaciones en las que una persona puede encontrarse superado por las circunstancias y buscar la ayuda de un profesional.
Probablemente encontraréis personas que opinarán que existe una tendencia en la actualidad a acudir al psicólogo “por motivos insignificantes”, que utilizarán argumentos como “eso antes se arreglaba con un par de bofetadas”, “en mis tiempos se aguantaba más” o “pues de toda la vida cuando te ha dejado la novia te vas de borrachera y arreglado”.
No creemos que exista un nivel de sufrimiento o malestar determinado a partir del cual haya que ir al psicólogo necesariamente, cada persona tiene unos aprendizajes, experiencias y vivencias propias y sufre y disfruta de forma única e intransferible, por lo que la situación que a una persona le lleva a decidir que necesita acudir al psicólogo puede ser difícilmente comprensible para otra.
Incluso hay personas que, sin presentar un sufrimiento intenso en ningún ámbito de su vida, deciden acudir a la consulta de un psicólogo para experimentar un crecimiento personal o desarrollar determinados aspectos de su personalidad en los que observan alguna carencia: mejorar su capacidad de liderazgo, aprender a comunicarse mejor, a desenvolverse en determinadas situaciones o desarrollar una autoestima más fuerte.
¿Cómo trabaja el psicólogo en el ámbito sanitario?
El psicólogo es una persona normal y corriente que, con una formación académica y una actitud adecuada, trabaja sobre la información que le trae el paciente de una manera distinta a como la harían la familia o las amistades.
- El psicólogo no juzga, ni critica, ni entra a hacer valoraciones sobre “lo que está bien” o “lo que está mal”. La información que se recoge se utiliza sólo como medio para conocer las experiencias que ha vivido el paciente, para detectar síntomas, comportamientos y actitudes poco adaptativos y los mecanismos de afrontamiento de los que dispone el paciente. Es decir, la información se utiliza para el tratamiento.
- El psicólogo sirve de guía. No dispone de fórmulas mágicas, ni de la solución a cada problema que se le plantea. No nos dice lo que tenemos que hacer, pero sí nos ayuda a encontrar nuestras propias soluciones, a plantearnos nuestros propios objetivos y propósitos. Nos ayuda a visualizar otras perspectivas, a enfrentar nuestros conflictos personales desde puntos de vista alternativos, a marcarnos metas realistas, coherentes y alcanzables. En definitiva, nos acompaña en el proceso de superación personal y sanación.
- El psicólogo sirve como apoyo. A través de la escucha activa el paciente puede verbalizar sus problemas, desde un clima de tranquilidad, comprensión y empatía. Relatar los miedos, inseguridades o problemas pueden tener un efecto aliviador al que llamamos ventilación emocional.
- El psicólogo busca establecer un clima de confianza que le ayude a trabajar junto con el paciente en alcanzar los objetivos planteados; es lo que se conoce como alianza terapéutica: este concepto se refiere al vínculo que se establece entre terapeuta y paciente, partiendo de la base de que el paciente necesita ser comprendido y aceptado. Para construir una buena alianza terapéutica es importante que exista cierto grado de acuerdo entre ambos tanto en los objetivos a conseguir como en los medios necesarios para conseguirlos. Para ello el terapeuta ayudará al paciente, al principio de la terapia, a definir claramente cuáles son los objetivos que éste último persigue; además es importante que el psicólogo explique al paciente cuáles serán los medios y técnicas que utilizarán durante las sesiones, de forma que el paciente pueda mostrar su acuerdo o desacuerdo con ellas.
A través de estas y otras herramientas, que dependerán tanto de los objetivos que tenga el paciente respecto a su intervención como de la corriente psicológica a la que se adscriba el terapeuta, se irá trabajando durante las sesiones para lograr un cambio duradero que permita al paciente desenvolverse en su vida diaria ahora y en el futuro.
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